Pompeia Plotina, al igual que su esposo, el emperador Trajano, procedía
de una de las nuevas familias provinciales de occidente que llegaron a adquirir
un peso relevante en la élite romana. Hija de Lucio Pompeyo,
miembro perteneciente al orden ecuestre, nació en torno al año 70 d.C. y fue posiblemente originaria de Nimes, ciudad de la Galia
Narbonense. Lo más característico de esta emperatriz es sin duda alguna el
papel políticamente activo que tuvo. Entre las mujeres de la dinastía, Plotina
resaltó por actuar de manera más activa en varios aspectos de la vida política
y sucesoria, aunque siempre dentro de los parámetros de discreción de la mujer
romana. Además ostentó grandes propiedades y riquezas, y desempeñó un papel
relevante como evérgeta.
Pese
a esta consideración, es importante insistir en la idea de que todo tipo de
poder ostentado por las mujeres en esta época no puede ser nunca equiparable al
ostentado por los hombres. Las emperatrices no podían poner en cuestión el
poder del emperador, razón por la cual todo acto realizado por estas no debía
suponer una amenaza a la masculinidad ni al poder del marido, pues de ser así
rompería con la estabilidad establecida. Ciertamente la situación de Plotina, como
esposa del emperador la colocaba en una posición elevada dentro de la jerarquía
social y política romana, pero las restricciones que les fueron impuestas por
el hecho de ser mujer, la colocaba en una posición intermedia entre la esfera
pública y la privada. Por tanto las actuaciones de Plotina aunque fueron
destacadas también fueron limitadas.
Retrato Colosal de Plotina, en torno al 129 d. C. (Museo Vaticano)
Las
diferentes fuentes aluden la posible asistencia de Plotina en muchos de los
viajes realizado por su esposo, incluso antes de que éste fuera proclamado emperador,
tal como ocurrió en la expedición militar del 88 a Colonia, cuando Trajano aún
pertenecía al ejército del Rin. Asimismo, es posible que la futura emperatriz
también estuviera junto a su esposo en los momentos más importante de su
trayectoria, como parece indicar su presencia en el nombramiento de Trajano
como gobernador de la Germania Superior en el 96.Sin embargo, tras ser
proclamado emperador y recibir en Roma los honores correspondientes, Plotina pasó
a ocupar un cargo muy importante en las cuestiones domésticas de la casa imperial,
donde convivió con su cuñada, Ulpia Marciana, la sobrina de Trajano, Matidia y
las dos hijas de ésta, Vibia Sabina, futura esposa de Adriano, y Matidia la
Menor.
Debido
a sus altas virtudes, el Senado la quiso proclamar Augusta, al igual que a su cuñada; sin embargo, en aquellos momentos ambas
rechazaron aceptar tal honor y no fue hasta cinco años más tarde cuando
aceptaron el título, en un momento en el que Trajano necesitaba de respaldo
ideológico como pater patriae. Tal
título elevaba a Plotina y a su cuñada como modelo de virtudes y ejemplo de
mujer romana.
De
las mujeres en general, y las emperatrices en particular se esperaba un comportamiento
y cualidades digna de los valores tradicionales atribuidos a su sexo. Las máximas virtudes
femeninas debían ir en paralelo a las máximas virtudes masculinas, pues la
imagen idílica del máximo gobernante estaba íntegramente relacionada con la de
su esposa, quien con su ejemplo de virtud le servía de honra. Sin duda alguna,
la descripción que Plinio realiza sobre Plotina es un claro ejemplo de esta
apreciación: “mujer modesta, obediente, sumisa a su esposo y austera
en arreglos”. Plinio elogia las
virtudes de Plotina al mismo tiempo que elogia al emperador por haberla formado
así.
« En tu caso, tu esposa contribuye a
tu dignidad y a tu gloria. ¿Quién hay que sea de costumbres más puras que
ella?, ¿quién que se conforme mejor a los ideales de nuestra antigüedad? ¿Acaso
si un Pontífice Máximo tuviese que elegir una esposa, no la elegiría a ella o a
una semejante a ella? Si bien ¿dónde podría hallarse una como ella? ¡Cómo no
reclama nada para sí de tu elevada posición a no ser el derecho de alegrarse
por ella! ¡Con qué constancia muestra en todo momento que su afecto recae sobre
ti, no sobre tu poder! Sois el uno para el otro los mismos que fuisteis en el
pasado, os amáis por igual, y nada os ha dado la fortuna que ya no tuvieseis, a
no ser el que comenzaseis a saber con qué serenidad podéis sobrellevar ambos la
fortuna. ¡Y qué modesta se muestra en el vestir!, ¡qué discreta en su séquito!,
¡qué sencilla en su forma de caminar! Todo ello es mérito de su marido, quién
así la instruyó y así la educó, pues para una esposa es gloria suficiente
mostrarse sumisa. ¿O acaso, al ver que no forman parte de tu séquito ni el
terror ni la pompa, no ha de caminar también ella en silencio y, en la medida
en que se lo permite su sexo, imitar a su marido, que siempre va pie? Ésa es la
conducta que le convendría, aunque tú te comportases de otro modo. Pero, cuando
es tanta la modestia del marido, ¡cuánto respeto debe una esposa a su esposo, y
una mujer a sí misma! » (Plin. Pan. 83-84)
En
el 113 d.C., Plotina, Matidia y el mismísimo Adriano, acompañaron a Trajano a
la guerra contra los Partos en Oriente y fue dos años más tarde, cuando el
emperador, víctima de un ataque que casi le costó la vida, comenzó a
cuestionarse la designación del sucesor imperial. En este hecho, la actuación
de Plotina fue realmente relevante para el futuro del imperio, pues su
intervención en este acto fue esencial para conseguir que su esposo, ya
agonizante, adoptara y eligiera a Adriano como heredero del imperio.
Plotina,
quien tenía una marcada influencia en el acuerdo matrimonial entre Adriano y
Sabina, se mostró activa en su apoyo a la carrera de Adriano tal como se
expresa en la frase:«(Hadrianus) usus
Plotinae quoque favore». La influencia de Plotina en la elección y adopción
de Adriano fue tan mayúscula que rápidamente se generaron todo tipos de rumores
acerca de una posible maniobra ideada por estos. Sin embargo, ante tal cuestión
cabría preguntarse cuáles debieron ser los verdaderos intereses de la
emperatriz a la hora de apoyar al marido de su sobrina nieta en su afán por
optar al gobierno del Imperio.
Sestercio de Pompeia Plotina
Ciertamente,
Plotina y Adriano compartían muchas ideas y pasiones. Entre ellas, su amor
incondicional hacia la cultura helénica. Plotina fue fiel defensora y
protectora de la filosofía epicúrea y el arte griego, unos intereses comunes y
acorde con el programa político e ideológico del futuro emperador. Realmente,
el hecho de compartir tales pasiones con el nuevo emperador la situó dentro del
círculo de personas de interés y confianza del mismo.
Una vez más, la imagen de Plotina tras el
fallecimiento de su esposo fue exhibida de manera aclamada como modelo de mujer
uniuria, es decir, mujer de un solo
un hombre que permaneció sola el resto de su vida. La muerte de ésta provocó el
retorno inmediato de Adriano a la Galia, donde mandó erigir un templo en honor
a la emperatriz. El emperador la colmó de honores y dio paso inmediato a la
consagración de Plotina como diva en
el año 123 d.C.
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Plinio el Joven. Epistolario (Libros I-X)/Panegírico del emperador Trajano (ed. José
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IMÁGENES
Sestercio de Pompeia Plotina: http://huelvabuenasnoticias.com/2015/12/06/pompeya-plotina-la-joven-de-ituci-que-conquisto-al-emperador-trajano-y-marco-el-devenir-del-imperio-romano/
Retrato Colosal de Plotina: http://ancientrome.ru/art/artworken/img.htm?id=1208
Sobre la autora
Graduada en Geografía e Historia por la Universidad Pablo de Olavide, promoción 2011-2015. Realizó su Trabajo de final de Grado sobre el culto imperial en Itálica. Interesada en el género y los estudios históricos acerca de las mujeres en la Antigüedad y en la Modernidad. Realizó el Máster en Religiones y Sociedades organizado por la Universidad Pablo de Olavide y la Universidad Internacional de Andalucía, el cual culminó con el Trabajo de final de Máster titulado “Plotina y Sabina en la religión romana”. Actualmente cursa el Máster en Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas en la Universidad Pablo de Olavide.
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