La
democracia ateniense y la filosofía son dos de las más relevantes aportaciones
que la Grecia Clásica dejó a la humanidad. También fueron especialmente hábiles
en la formulación de razonamientos matemáticos (aunque no en su aplicación a
realidades prácticas), en la escultura y en la ética. Por desgracia, no fueron
tan perspicaces en lo que respecta al pensamiento económico. Los griegos*
consideraban que la economía (oikonomicos)
era una actividad particularmente desagradable. Por ello, los artesanos,
comerciantes y las mujeres, principales agentes económicos de la civilización
griega, estaban relegados a una segunda, tercera o última posición en la escala
social de la época. En este artículo voy a intentar exponer las tesis que
sustentan estas premisas, núcleo fundamental del pensamiento del heterodoxo
profesor de Historia Económica Jesús Huerta de Soto**.
El
desarrollo de la actividad económica requiere tiempo, algo que los griegos
preferían dedicar a los debates políticos, filosóficos o a la guerra. Por ello,
podemos observar que en la mayoría de los filósofos hay un enorme desprecio a
las actividades mundanas. Tanto es así, que tres de los grandes representantes
de la filosofía griega construyen sus modelos teóricos en oposición a
actividades imprescindibles para el desarrollo social como son las económicas. Pitágoras,
el famoso matemático, fundó una secta estrictamente rigurosa que se apoderó de
la ciudad de Crotona (Italia). Allí, intentaron imponer su modelo de vida y su
doctrina filosófica, llevando al comercio a su ruina pues, entre otras cosas,
estaban contraindicadas las actividades cuya dedicación se enfocase a lo
material.
Busto de Pitágoras
Al final fue expulsado de la ciudad por los propios habitantes, que
estaban asfixiados por las consecuencias de su doctrina y su totalitarismo. Por
otro lado, Sócrates ejercía una oposición radical a cualquier actividad que
implicase beneficio artesanal, industrial o mercantil. Como el propio Platón
apunta en sus obras, Sócrates no dudaba en señalar a los jóvenes de Atenas que
la vida de trabajo de sus padres (trabajos diarios en los campos del comercio,
la artesanía, el mercado o la agricultura) eran ridículos y superficiales.
Platón seguiría la estela de su maestro, pero la llevaría un paso más allá,
señalando que la suprema virtud de todo individuo era la contemplación, solo al
alcance de los más sabios (y de los que pudieran pagárselo). Como es bien
sabido, Platón pertenecía a una familia aristocrática muy importante de Atenas
y defendió, cuando pudo, al partido conservador de la ciudad. Casualmente,
tanto Sócrates como Platón admiraban modelos políticos de corte totalitario. En
el caso de Sócrates, Esparta, una oligarquía tenaz y férrea , era el modelo a seguir. Por su parte, Platón
expuso un modelo político altamente jerarquizado, en el que la gente era
clasificada y relegada a una clase social inamovible cuando tan solo eran unos
niños. ¡E incluso intentó ponerlo en funcionamiento en la Magna Grecia como
hizo Pitágoras con tan nefasto resultado! Los tres defendían con ahínco la
humildad de espíritu y el desdén por la riqueza material pero nunca sufrieron
situaciones de especial pesadumbre económica, ya fuese porque controlaban el
poder, tenían mecenas que los sustentaban o eran directamente ricos.
En
un punto intermedio frente a estas rigurosas doctrinas se encuentra la figura
de Aristóteles, que dejó para la historia de la economía la esencial diferencia
entre valor de uso y valor de cambio. Sin embargo, Aristóteles también entendía
que la polis debía de ser un cuerpo autosuficiente organizado desde las mentes
más privilegiadas y no como una manifestación histórica del proceso espontáneo
de cooperación social entre personas. En este sentido, Aristóteles también
infravaloró el trabajo y las actividades económicas (hablamos de pequeños
comerciantes no grandes compañías), que actuaban de forma descentralizada, y que
permitieron que la prosperidad llegase a Grecia y fuese posible el desarrollo
de la filosofía y las artes cuando los hombres dispusieron de tiempo, gracias a
sus beneficios, para reflexionar.
Aristóteles
Pocas
son las figuras que plantean una realidad diferente, frente a la tradición
hegemónica griega. Entre los antecedentes heterodoxos se encuentra la Hesíodo,
que puso de relieve la escasez de los recursos que se pueden disponer en un
tiempo y territorio concretos, así como la importancia de atender a la cuestión
económica como algo esencial en el desarrollo humano. Para Hesíodo la
competencia y el conflicto eran algo bueno, mientras que las leyes (naturales o
acordadas) fuesen justas e iguales para todos. Por ello, se le puede considerar
uno de los padres filosóficos de las doctrinas económicas libertarias. Los
sofistas, tan criticados por las escolásticas mayoritarias griegas, van un paso
más allá: simpatizan con el comercio y las actividades artesanales, rechazan el
poder centralizado y defienden a ultranza la libertad de pensamiento,
movimiento y actividad de los individuos mientras esté forjada en el respeto de
la libertad de los otros. Protágoras, famoso sofista de la época de Pericles,
con su conocida frase “el hombre es la medida de todas las cosas” quizás abriese
la puerta al subjetivismo económico. Otra figura interesante en esta línea es Jenofonte.
En su Oeconomicus, aportaría una
definición de propiedad totalmente innovadora en el mundo griego: “esas cosas
que el poseedor deberían encontrar ventajosas para los propósitos de su vida”.
Esto lo convierte en el padre de la teoría de la eficiencia dinámica, una
realidad económica muy estudiada por los teóricos económicos de la Escuela
Austríaca.
Con
todo esto, no se pretende reducir el valor de las aportaciones filosóficas de
Sócrates, Platón o Aristóteles, que fueron incuestionablemente
transcendentales. Tampoco, idealizar a los sofistas, que eran profundamente
relativistas y apenas aportaron reflexiones serias al conjunto de la filosofía
de la época. Sin embargo, podemos evidenciar que en lo que respecta al
desarrollo del pensamiento económico, los griegos fueron muy conservadores,
algo que puede constatarse en su desarrollo histórico.
Notas
*Me
refiero a los hombres blancos con condición de ciudadano. El resto, es decir,
más del 70% de la población que habitaba las tierras helénicas, no tenían
capacidad para imponer su voluntad de forma alguna, por lo cual, no podemos
considerar sus apreciaciones por falta de registros y escasa relevancia
histórica de sus actos.
**Recomiendo
encarecidamente la lectura del artículo del profesor Huerta de Soto que se
encuentra en la bibliografía a todos los interesados por lo mencionado en este
artículo, ya que parto de las tesis enunciadas en ese trabajo. Así mismo, para
ampliar información en este campo, recomiendo la lectura de la trilogía de
libros de Antonio Escohotado “Los enemigos del comercio”, una recopilación
única sobre la historia de la economía jamás contada en los institutos y
universidades.
Bibliografía
Escohotado, A., Los enemigos del comercio I: Historia de las ideas sobre la propiedad privada. Madrid: Espasa Libros, 2008.
Fraile, G., Historia de la Filosofía I. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1956.
Huerta de Soto, J. “El pensamiento económico en la Antigua Grecia”, Instituto Mises Hispano. www.miseshispano.org. (Consultado el 15 de Noviembre de 2016).
Martínez Marzoa, F. Historia de la Filosofía I. Madrid: Itsmo, 2005.
Imágenes
Pitágoras: https://es.wikipedia.org/wiki/Pit%C3%A1goras
Aristóteles: http://www.ofrases.com/imagenes/aristoteles.jpg
Sobre el autor
Antón Guzmán
Graduado en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Sevilla e investigador social. Tiene una empresa de estudios de mercado y análisis sociológico (HUMES S.L.) y colabora con la Universidad de Sevilla investigando en el campo de la etnobotánica. Sus intereses están enfocados al estudio de la comunicación, los sistemas socioecosistémicos y la ontología, aunque su verdadera pasión es la literatura fantástica.
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