Andalucía jugó un papel muy
peculiar en el desarrollo del periodo histórico más oscuro del siglo XX en
España: la Guerra Civil (1936 – 1939).
El 17 de julio de 1936 se produjo
en la guarnición de Melilla el primer acto del levantamiento militar contra el
gobierno de la República, que venía preparándose desde el mes de marzo. El 18
de julio se sucedieron insurrecciones en todas las guarniciones peninsulares
comprometidas con los conspiradores y, en algunos sitios se produjeron ya los
primeros enfrentamientos sangrientos entre sublevados y defensores de la República.
El lunes 20 salieron a combatir las primeras columnas desde el norte para converger hacia Madrid. Desde ese
momento, la sublevación contra la república, que estuvo pensada como un golpe
de estado “violento y fulminante” (según las palabras de su máximo artífice,
Emilio Mola Vidal) para acabar con el gobierno del Frente Popular y sustituirlo
por una dictadura “transitoria”, degeneró en una guerra civil de casi tres años
de duración.
Falangistas y requetés celebrando la fiesta de la Hispanidad frente al
Ayto. de Zamora (1936)
En los planes de Emilio Mola,
general de brigada y comandante militar de Navarra, Andalucía jugaba un papel
problemático por varias razones. Una de ellas, es porque no era seguro que el
levantamiento simultáneo pensado para todas las guarniciones de la Península
triunfase en Andalucía. De hecho, se daba prácticamente por perdida debido a
que se había encomendado la jefatura del alzamiento a un personaje de dudosa
confianza como era el general Gonzalo Queipo de Llano (ya que en su momento,
apoyó la república y, anteriormente, a la monarquía) y no se tenía por seguro
el apoyo del pueblo andaluz, al menos no en el caso de los “estratos populares”.
Aunque existían ciertas organizaciones políticas y milicias como las de
falangistas y carlistas, la población andaluza había dado un sentido claro a su
voto en los años de república: Andalucía era un centro fuerte de las ideologías
de izquierdas. Sin embargo, también lo era de las derechas acomodadas y
reaccionarias, por lo que en los años anteriores a la guerra había sido lugar
de conflictos casi permanentes. Las diferencias y desequilibrios entre la
ciudad y el campo, entre terratenientes y jornaleros, presentaban a Andalucía
como un núcleo muy decisivo en el enfrentamiento militar.
Otra de las razones del
particular papel que jugaba Andalucía en el levantamiento es el lugar
estratégico que ocupaba en el planteamiento del mismo, ya que era clave para el
desplazamiento a la Península del Ejército de África desde Marruecos, que
jugaría un papel fundamental una vez fracasado el golpe militar y daba comienzo
el enfrentamiento armado. De aquí viene también la especial relevancia del general
Franco, gobernador militar de Tenerife destinado a hacerse cargo del ejército
sublevado de Marruecos.
Una vez comenzado el conflicto,
Andalucía quedó dividida en dos: una zona que permaneció fiel a la república
(Almería, Jaén y Málaga) y otra en la que, al contrario de lo que se esperaba,
los rebeldes triunfaron de inmediato, como Granada, Cádiz, Huelva y Sevilla
(sobre todo en el caso de esta última, en la que los rebeldes no imaginaron
nunca que pudiesen controlar el golpe pues sabían de la importancia de las
organizaciones obreras y sus barrios populares). Córdoba quedó al principio en
una situación confusa y su provincia dividida, y Granada se convirtió en una
ciudad controlada por los rebeldes y sitiada prácticamente por los leales.
La división de España, finales de julio de 1936
Tanto en la zona republicana como
en la tomada por los sublevados existió una fuerte represión, y las ejecuciones
y los asesinatos se extendieron por todo el país. En la zona nacional estas
acciones se dirigieron esencialmente contra los militantes obreros y
campesinos, aunque algunos intelectuales, como Federico García Lorca, fueron
también víctimas de esa represión, que estuvo bastante organizada y controlada
por las autoridades militares, lo cual no evitó que pistoleros falangistas
protagonizaran asesinatos de forma independiente. El cuerpo militar de los
nacionales (encabezados por Queipo de Llano, como ya se ha dicho) impondrá una
política de gran dureza, prohibiendo los partidos y las actividades sindicales.
En la zona republicana, los
grupos que sufrieron la violencia fueron esencialmente los sacerdotes y las
clases adineradas. José Antonio Primo de Rivera, prisionero en Alicante al
estallar la guerra, fue juzgado y ejecutado. Sin embargo, en este bando, tras
un periodo de caos inicial (el voluntarismo, la desorganización, la
improvisación y la carencia de apoyos por parte del gobierno central darán
lugar a crecientes dificultades), el gobierno pudo controlar la represión, que
fue atenuándose.
Con respecto a la comparación entre
la represión en un bando y en otro, existen numerosos testimonios. Dos ejemplos
son los siguientes:
En la Andalucía nacionalista fusilaban a los
masones, a los maestros de escuelas tildados de izquierdistas, a las figuras
que más sobresalieron a nivel local, así como numerosas personas que cayeron
víctimas de la confusión o rencor personal. En la Andalucía revolucionaria las
víctimas lo fueron los curas, los frailes, los patronos, las personas de
significación derechista”.
Ian
Gibson - Queipo de Llano Sevilla, verano
de 1936
Las emisiones sevillanas me hicieron cambiar
de idea, inclinándome considerablemente a la izquierda. Los republicanos no
tenían ningún Queipo de Llano. Era evidente que las ejecuciones masivas en
Sevilla superaban con mucho a todo lo que pasaba en Málaga y habían comenzado
desde el primer día. Mientras Sevilla, Córdoba y Granada [bando nacional] estaban bañadas en sangre, en Málaga se
trataba solo de salpicaduras. Decidí inclinarme por el lado que matara menos.
Testimonio de Brenan en
La unión y el movimiento salvador.
Queipo de Llano en una de sus arengas radiofónicas durante la Guerra
Civil.
Así pues, el ambiente social en
Andalucía era de gran conflictividad. Las huelgas se multiplicaron tras el
triunfo de la izquierda en las elecciones de febrero de 1936, hecho que provoca
en los trabajadores el deseo de recuperar todo lo que habían perdido en el
anterior bienio conservador (en el que se habían dado una bajada de salarios,
la clausura de los centros obreros y la persecución o encarcelamiento de sus
dirigentes más significativos). Además, existieron numerosos casos de violencia
contra los políticos: mientras que en el primer bienio republicano la violencia
se limitó a las acciones armadas de los anarquistas (comités de defensa o algún
pistolero vinculado al Partico Comunista), ahora se produce un enfrentamiento
en el que participan militantes de izquierdas contra patronos o militantes de
derechas, de ambos contra las fuerzas del orden público y entre los propios
militantes de la izquierda política y obrera (hay que señalar que este hecho no
era algo sintomático en España, como después argumentaran los propagandistas
del franquismo como defensa de la dictadura, sino que fue producto de la crisis
social y política que padecía el sistema liberal en la Europa de entreguerras).
Por otro lado, los brotes
anticlericales fueron numerosos y muy graves. En los sectores populares se
identificaban a las instituciones religiosas con los grupos económicamente
dominantes y se veía al CEDA (partido que aglutinaba a la derecha católica)
como al verdadero peligro fascista en España por su clara estrategia
anti-obrera (la nada disimulada participación de miembros concretos del alto
clero en la campaña electoral de febrero, pidiendo el voto para las
candidaturas contrarrevolucionarias).
El fracaso del golpe y el
desarrollo de la Guerra Civil dividieron en dos bandos el territorio español,
un conflicto enconado que se cobró las vidas de muchas personas tanto en los
frentes como en los territorios dominados por unos y por otros como hemos
visto. Andalucía no fue menos, no cayó por completo en manos de los nacionales
hasta que acabó guerra. La parte oriental de la región se resistió hasta el final,
por lo que las consecuencias del conflicto en esta zona de Andalucía fueron
menores.
BIBLIOGRAFÍA
Aróstegui Sánchez, J., “La Guerra
Civil española y el escenario en Andalucía”, en Andalucía en la Historia, nº5, 2004.
Cuenca Toribio, J.M., “La Iglesia
en la Guerra Civil española” en Andalucía
y la Guerra Civil. Estudios y perspectivas. Sevilla: Secretariado de
Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2006.
Cobo Romero, F., “Nuevas
categorías conceptuales y teóricas para el estudio de la represión franquista
en Andalucía”, en La Represión franquista
en Andalucía. Balance historiográfico, perspectivas teóricas y análisis de
resultados. Sevilla: Fundación Pública Andaluza Centros de Estudios
Andaluces, 2012.
Lacomba, J. A., La represión en Andalucía durante la Guerra
Civil. Sevilla: Fundación Blas Infante, 1987.
Preston, P., La Guerra Civil española: reacción, revolución y venganza. Barcelona:
Debolsillo, 2014.
Romero Salvadó, F.J., La larga guerra civil española. Granada:
Editorial Comares, 2011.
WEBGRAFÍA
www.historiasiglo20.org
IMÁGENES
Falangistas: PARES Centro
Documental de la Memoria Histórica,FOTOGRAFIAS-ANDRES,1348
“La división de España, finales
de julio de 1936”: La larga guerra civil
española. Granada: Editorial Comares, 2011.
“Fusilamientos en Andalucía.
Datos generales (1936 – 1945): La
Represión franquista en Andalucía. Balance historiográfico, perspectivas
teóricas y análisis de resultados. Sevilla: Fundación Pública Andaluza
Centros de Estudios Andaluces, 2012.
Queipo de Llano: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/q/queipo.htm
0 comentarios:
Publicar un comentario