Muchos son los episodios históricos que,
habiendo marcado el devenir de todo un pueblo, han sido completamente
olvidados. Podríamos escribir mucho sobre ello y enfatizar cuánta razón tenía
George Orwell al decir que "la
historia la escriben los vencedores", pero en el siguiente artículo
vamos a hablar de un rey que, habiendo tenido una vida realmente apasionante,
apenas es conocido siglos después de su muerte. Y es que Jaime IV fue un monarca sin trono ni reino
que, por avatares de la vida, se vio obligado a recorrer las cortes de la
Europa medieval para obtener apoyos e intentar recuperar lo que, en
manos de su tío, consideraba suyo por
derecho propio.
Retrato de Jaime IV de Mallorca
Jaime IV (1336 – 1375) era hijo, sobrino y
nieto de reyes. Descendiente de Jaime I el Conquistador, tanto él como su hermana Isabel eran fruto de
la unión matrimonial entre Jaime III el Temerario, monarca
legítimo del Reino de Mallorca, y
Constanza de Aragón y Enteza, hija de Alfonso IV el Benigno. El enlace, pactado durante la infancia
de sus progenitores, era la culminación
de unos acuerdos que, constituidos con mucho esfuerzo, estaban llamados a poner fin de una vez por
todas al largo conflicto que mantenían desde hacía décadas los reyes de ambos
territorios. La enemistad entre las dos ramas familiares a raíz de la
controvertida herencia dejada por Jaime I, las óptimas posibilidades económicas
que ofrecía el reino y su posición estratégica en el Mediterráneo habían
originado un crudo enfrentamiento que había desgastado a las dos facciones.
Ante la necesidad de finalizar con una situación malsana para sus intereses, los acuerdos dieron paso a una época de
tranquilidad que se truncaría con la llegada al trono catalano-aragonés de
Pedro IV el Ceremonioso y la imprudente política internacional de Jaime
III. El conflicto entre ambos monarcas no se haría esperar. La Batalla
de Llucmajor sesgaría la vida de Jaime III en 1349 y Pedro IV, apoyado por
los estamentos más poderosos, conseguiría apoderarse del trono.
Si bien el enfrentamiento había cesado y
Pedro IV había obtenido el dominio del Reino de Mallorca, el rey era consciente
de que quedaban frentes abiertos. ¿Qué debía hacer con sus sobrinos que en
virtud de los últimos designios de Jaime I seguían siendo los herederos
legítimos? Lo cierto es que poco
sabemos de la infancia del príncipe Jaime, aunque con seguridad vivió en
primera persona el enfrentamiento familiar y la creciente inestabilidad
política. Separado de su madre durante un tiempo, el fallecimiento de su progenitor le sorprendió en el propio campo de batalla:
con apenas 13 años presenció la muerte de su padre y de sus hombres.
Herido, fue trasladado al Castillo de
Bellver donde junto a su hermana fue
hecho prisionero. Sacados a la fuerza de Mallorca, Isabel y Jaime
(nominalmente monarca del Reino de Mallorca y príncipe de Morea, conde de
Clarença y barón de Matagrifó) vivirían presos en diversos castillos y
fortalezas durante 12 años hasta que el joven, auspiciado por una facción de
nobles, fue liberado en 1362.
Pedro IV, enterado de la fuga, mandó al gobernador de Mallorca a que vigilara
los desembarcos efectuados en la isla al mismo tiempo que iniciaba la
infructuosa búsqueda de su sobrino en Cataluña. Todo fue en vano.
Castell de Bellver
Sabiendo que su tío no tendría piedad si
lo encontraba, Jaime IV iniciaría un
largo periplo que le llevaría a refugiarse primero en Aviñón y luego en Nápoles.
Su estancia en Nápoles le fue propicia puesto que además de contraer matrimonio con la reina Juana I y obtener tanto su
protección como el título de duque de Calabria, en la corte napolitana
empezaría a recabar apoyos para su venganza.
Separado a los pocos años
de su esposa, con la que siguió manteniendo una relación cordial, el
pretendiente al trono optaría por
viajar a Francia para atraer el apoyo de Carlos V de Valois. Rechazadas sus demandas ante el buen
momento que atravesaban las relaciones entre éste y Pedro IV, Jaime se desplazaría hasta la Península Ibérica por
su cuenta y riesgo para buscar apoyos entre la influyente nobleza castellana.
Y es en este preciso instante cuando, sabiendo que Pedro I el Cruel demandaba
auxilio entre la aristocracia para luchar contra su hermanastro Enrique de
Trastámara, Jaime IV decidió
involucrarse en la Primera Guerra Civil Castellana con la
esperanza de que el monarca castellano, enemistado con su tío, le concediera
posteriormente ayuda para su propia causa.
El conflicto castellano, gestado durante
mucho tiempo, se había internacionalizado. La Guerra de los Cien Años mantenía
enfrascados a los monarcas de Francia e Inglaterra en un crudo enfrentamiento
feudal desde 1337 y el resto de gobernantes, según el curso de los
acontecimientos, iban aliándose con uno u otro bando en pos de los intereses de
sus reinos. Pedro I y Pedro IV no serían una excepción. Olvidando sus
históricas rivalidades Pedro IV y Carlos V habían entablado una alianza que
parecía fructífera para ambos; Pedro I, desprovisto de los apoyos suficientes
entre la nobleza, decidió demandar ayuda a Eduardo de Woodstock, el famoso
Príncipe Negro, para que le prestara auxilio y éste, luego de asegurar el
compromiso del monarca de ceder territorios peninsulares a Inglaterra,
comenzaría a entablar conversaciones con otros caballeros para que se unieran a
Pedro I. Con el respaldo económico de
su esposa, el patrocinio de Urbano V y una amistad creciente con el heredero al
trono inglés, Jaime IV participaría junto a las fuerzas de Pedro I y el
Príncipe Negro en la Batalla de Nájera (1367) donde sería apresado. Trasladado a Valladolid, sería liberado en
1369.
Rotas las alianzas con otros nobles que no
deseaban una confrontación directa con el rey de la Corona de Aragón, Jaime abandonaría Castilla para volver al sur
de Francia. En Montpellier
recibiría la visita de su hermana Isabel que, viuda de Juan II Paleólogo,
le instaría a retomar sus planes en contra de Pedro IV. Restablecidas las
conversaciones con Carlos V (que mantenía un pleito con Pedro IV por el
Rosellon) a través de Luis de Anjou y gracias
a la asistencia económica de su hermana y de su esposa, Jaime IV reuniría un
vasto ejército de mercenarios con el que atravesaría la frontera en dirección a
Barcelona. Salvaguardada por el
ejército del monarca la ciudad resistiría
el asedio al que fue sometida durante un año hasta que Jaime IV, por cuestiones tácticas, se vio obligado a abandonar la campaña.
Con su ejército forzado a marchar hacia
Castilla, Jaime comenzaría a mostrar signos de agotamiento. Sin apenas
energías, herido y, según algunos historiadores, convenientemente envenenado
por orden de Pedro IV, el hijo de Jaime III arribaría a Soria. En la ciudad
castellana, el 20 de enero de 1375,
el rey titular del Reino de Mallorca
fallecía y su cuerpo, sepultado con todos los honores por voluntad del
futuro Juan I de Castilla, encontraría
descanso en el convento de San Francisco. Abandonado con el paso del
tiempo y destruido parcialmente durante la Guerra de Independencia
(1808-1814) el convento, que actualmente se encuentra en ruinas, alberga aún el
enigma sin resolver del emplazamiento exacto donde fue inhumado el cadáver del
rey errante que nunca pudo reinar.
Casasnovas, M. À., Història de les
Illes Balears. Editorial Moll: Palma de Mallorca, 2007
Ensenyat Pujol, G., La reintegració de
la Corona de Mallorca a la Corona d’Aragó. Editorial
Moll: Palma de Mallorca, 1997
Ferrando, J. E., La tràgica història
dels reis de Mallorca: Jaume I, Jaume II, Sanç, Jaume III, Jaume IV, Isabel,
Vol. 21. Editorial Aedos: 1960.
Palenzuela, V. A.A., Historia de
España de la Edad Media. Editorial Ariel: Barcelona, 2002.
Imágenes:
Castell de Bellver -
El hecho de ser apresado en el Castell de Bellver y ser prisionero en
otros emplazamientos fuera de la isla marcaría la existencia de Jaime. Las
fuentes señalan que la precariedad y hostilidad a la que fue sometido durante
su encarcelamiento forjarían su carácter y la animadversión que mostró durante
toda su vida por quién él consideraba un usurpador.
Retrato de Jaime IV de Mallorca -
A la muerte de Jaime IV, Isabel I de Mallorca dedicó el resto de su vida a
intentar hacer realidad los deseos de su hermano. Después de su fallecimiento
en 1404 ninguno de sus hijos mostró inclinación alguna en luchar por recuperar
el Reino de Mallorca. Jaime II de Urgel, nieto de Isabel, competiría con
Fernando de Antequera por el trono de la Corona de Aragón.
Sobre la autora:
Licenciada en Historia por la Universidad de les Illes Balears (UIB), diplomada en Historia de les Illes Balears por la UIB y con el Máster de Formación del Profesorado (especialidad Geografía e Historia) por la misma universidad. Desde el 2012 colabora en diversos medios digitales que ha compaginado con la gestión de su propio blog llamado Tempus Fugit.
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