Tenemos el placer de comunicaros que desde hoy mismo y hasta el próximo 19 de marzo esta abierto el plazo de recepción de artículos para nuestro próximo especial, el cual se publicará el 23 de marzo y estará dedicado a la Semana Santa abordada desde todos los puntos de vistas que queráis aportar. Recordad que para participar sólo debéis enviarnos vuestros artículos a nuestro correo que podrás encontrar en la sección de contacto, siguiendo las pautas del formato especificado en la sección colabora con nosotros.
domingo, 28 de febrero de 2016
martes, 23 de febrero de 2016
"Los derechos de la mujer y la I Guerra Mundial"
La I Guerra Mundial (1914-1918), catalogada como La Gran
Guerra, se constituyó como un conflicto bélico diferente con respecto a los que
se habían producido hasta entonces. Entrará en juego un nuevo tipo de guerra
más novedosa como consecuencia directa, entre otras cosas, de los avances
tecnológicos que puso a su alcance la Revolución Industrial. Esto, a su vez,
pudo ser un desencadenante decisivo, como iremos viendo, en la participación activa
de la mujer en el conflicto.
La
resaca de la guerra también será embrionaria en muchos aspectos ya que, como
apunta Louise Blanck en todos los países
beligerantes, la guerra de 1914-1918 modifica profundamente la condición
femenina.
De
esta forma, una vez terminada la guerra la idea de una nueva sociedad en la
cual las mujeres estaban integrándose de manera más equitativa con respecto al
sexo masculino, se iba extendiendo progresivamente por los diferentes países. Entre
otras cosas, la Gran Guerra transformará las relaciones sociales entre hombres
y mujeres dándole especial emancipación a estas últimas, afectando directamente
a la estructura social, en mayor o menor medida, de los países que participaron.
Las
mujeres venían reivindicando una equiparación con los derechos del hombre mucho
antes, desde finales del siglo XIX, cuando encabezaron un movimiento que se
denominó sufragista. Charlotte Karlokke,
considera dicho movimiento como la primera Oleada feminista, que surgió
principalmente como movimiento internacional y cohesionado que luchaba por
cuestiones fundamentales como el derecho a voto, la división sexual de las
tareas, la equiparación salarial y una preocupación constante por cuestiones de
maternidad. Dicho movimiento, en gran medida, transcurrirá de manera paralela
con los cambios a nivel político, económico y social que se producen en la
Segunda Revolución Industrial y que fue estímulo de dicho movimiento.
A
pesar de que la I Guerra Mundial, en un primer momento, frenará este movimiento
feminista y su lucha, será con posterioridad y una vez cesada ésta, el
principal motor que les impulsará a conseguir la emancipación deseada o, al
menos, parte de ella.
Pero, ¿Cómo se ven arrastradas las mujeres a la guerra?
Intervendrán principalmente varios factores, pero principalmente se verá
motivada por el uso de ejércitos de masas y el enorme número de vidas que se
cobró el frente. Ya lo apuntaba Gustave Le Bon, refiriéndose a Francia; Más
de seis millones de hombres movilizados para la defensa nacional han visto
surgir legiones de mujeres, de niños y de ancianos para sustituirlos en los
campos, en las empresas; en una palabra, cada rama de la actividad humana.
No
sólo pasarán a formar parte activa de la sociedad las mujeres en Francia, miles
de mujeres británicas pasarán de cumplir el rol que la sociedad les había impuesto
como amas de casa pasivas, a formar parte activa de la población ejerciendo
trabajos de obreras e incluso, en Inglaterra, las mujeres participarán en el
conflicto bélico. En Alemania, tuvieron un papel fundamental en las fábricas de
armamento y, aunque en menor medida, en Rusia también participaron en dicha
guerra.
En General, como vemos, la situación se hace extensible a
toda Europa Occidental y a Alemania, eliminándose de esta forma las
desigualdades que separan trabajos masculinos y trabajos femeninos, como
consecuencia directa del conflicto que permitirá esta innovación por necesidad
y supervivencia.
El sexo femenino toma el dominio de ciertas actividades
nacionales y tendrán cierta influencia en organismos públicos, lo que
posibilitará que en la mayoría de los estados, como apunta María Vidaurreta,
los derechos políticos hayan sido otorgados a las mujeres en los años que
siguen a la I Guerra Mundial.
Así,
la Gran Guerra vino cargada de conceptos modernos que vieron la luz en
distintos países progresivamente, integrándose por primera vez a la mujer en la
historia y alterando de esta manera numerosos aspectos de la vida cotidiana.
En
el plano político, la ansiada lucha del movimiento sufragista por fin empezará
a dar sus primeros frutos, concediéndose de manera progresiva la obtención del
derecho al sufragio femenino en algunos países (Holanda y URSS, 1917, Gran
Bretaña y Alemania 1918). En Austria, por ejemplo a partir de 1919 se decretará
que toda persona, mujer o hombre que tenga cumplido los 24 años tendrá derecho
a voto, el mismo año que Bélgica aunque esta será un poco más restrictiva, en
un principio.
También
desde el punto de vista económico, a pesar de que existió lo que se llamó “le retour au fogu”, lo que implicó, una
vez terminada la guerra la reincorporación de los hombres a sus anteriores
puestos de trabajo, desplazando de nuevo a la mujer a un segundo plano, muchas
siguieron manteniendo la posición que ocuparon durante la guerra lo que les
posibilitó, en cierta manera independencia económica respecto a la figura del
varón.
Desde
el punto de vista social, se consigue el bien más preciado, la libertad y la
integración de una sociedad mixta con cada vez más derechos equitativos que se
irán produciendo, evidentemente de una manera paulatina. Esto se ve bien
reflejado en palabras de Maurice Bardeche;
lo que las mujeres habían ganado durante los cuatro años de guerra es mucho más
importante que el derecho de voto, pero eso no se notó de inmediato.
Bibliografía
Bernad,
E., Mut, M., y Fernández, C. “Estereotipos y contraestereotpos del papel de la
mujer en la Gran Guerra. Experiencias femeninas y su reflejo en el cine”, Historia y Comunicación Social, Vol. 18
(2013), 169-189.
Black, L., “Les femmes étrangéres dans la guerre”,
Revista Historia Magazine 20 París
(1970), pág. 657.
Blanco,
O., “Mujeres en la Primera Guerra Mundial”, El
Rapto de Europa nº 26 (2014).
Krolokke, Charlotte., Scott, A., Three waves of feminism.
Lindsey,
G., “La vida y la lucha de las mujeres contra la opresión”, sinpermiso nº 13-14 (2015)
Padilla,
G., y Rodríguez, J. “La I Guerra Mundial en la retaguardia: la mujer
protagonista”, Historia y Comunicación Social, Vol. 18 (2013), 191-206.
Vidauarreta,
M., “Guerra y condición femenina en la Sociedad Industrial”, Revista Española de Investigaciones
Sociológicas Nº1, 65-104.
"Tierras que curan"
Desde el pasado 8 de febrero y hasta el próximo 24 de junio de 2016 está disponible una peculiar exposición sobre el papel de la geología en la medicina en distintos momentos de la historia. Su título es "Tierras que curan" y se puede visitar en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid. En el siguiente enlace tenéis más información, además de un recorrido online por algunas de las piezas expuestas:
"Los Escipiones. Roma conquista Hispania"
El pasado 9 de febrero se inauguró en el Museo Arqueológico Regional de Madrid la exposición "Los Escipiones. Roma conquista Hispania" que se podrá visitar hasta septiembre del presente año. El hilo argumental de esta exposición es la importancia de la conquista de Hispania y de la familia de los Escipiones para esta región del Imperio Romano. Para más información podéis hacer click en la siguiente imagen:
jueves, 18 de febrero de 2016
Reseña: Un lugar llamado libertad (Ken Follet)
Un lugar llamado libertad es una novela histórica que apenas
llega a las 400 páginas, muy fácil y rápida de leer, ya que su ritmo interior es muy acelerado, debido a que se aleja de las descripciones que lo caracterizan
en sus novelas más famosas, es decir, la saga de los Pilares de la Tierra. La
novela está ambientada en el Imperio Británico del siglo XVIII, aunque Ken Follet
no es tan preciso con las fechas como en otras obras, podemos acotar la
historia desde el inicio de la segunda mitad del siglo hasta los momentos
previos de la Declaración de Independencia de las Trece Colonias Americanas
(1776).
La novela tiene una cantidad enorme de personajes, sin
embargo toda la historia girará en torno a Malachi MacAsh, miembro de una
humilde familia de mineros escocesa, Lizzie Hallim, hija de una familia
adinerada venida a menos, y la familia Jamisson, familia de terratenientes y negociantes
que atesoran las minas de carbón más productivas de Escocia y diversos
territorios a lo largo y ancho de todo el Imperio Británico.
Los
escenarios en los que se desarrolla se corresponden con las distintas partes en
las que el autor ha querido dividir el libro. Así, la primera parte acontece en
Escocia, la segunda parte en Londres y la tercera (y última) en la Virginia
colonial.
Ken
Follet continúa con sus temáticas más típicas (amor, guerra, venganza) envuelto
en un ambiente muy particular, en el que las ideas de libertad y la lucha por
los derechos de clase e individuales pululaban en un imperio cuyo discurso
predicaba la defensa de dichas libertades por un lado y por otro fortalecía de
manera consciente las viejas estructuras económicas, políticas y sociales.
¿Qué podemos encontrar de histórico
en la novela?
En
esta obra, como en otras del mismo autor, se nos ofrece un trasfondo histórico
muy bien documentado. Aunque quizá el tiempo que transcurre en los viajes
pudiera ser más preciso y estar escrito de manera más clara, los distintos
ambientes en los que transcurre la historia me parecen muy acertados.
A
partir de su lectura el lector percibirá estar en una época enrarecida, llena
de intereses y personalidades de distinto tipo en constante tensión. En la
novela se tratan temas como el derecho a huelga, la independencia del individuo
frente al terrateniente, la represión de las autoridades ante las nuevas ideas,
los métodos usados para asfixiar los motines y los usados para aguantar, las
luchas por salarios y horarios dignos de trabajo, entre otras muchas
cuestiones.
En
la primera parte del libro, el autor nos sumerge en el mundo de las minas de
carbón escocesas, tan fundamentales en los primeros momentos de la Revolución
Industrial. Nos habla de cómo se trabajaba, de las distintas funciones que cada
persona tenía dentro de una mina, de los horarios y la vida que podían llevar
tanto los mineros como los propios terratenientes.
La
segunda parte, desarrollada en Londres presta mayor atención a la circulación
de las ideas que he mencionado antes, sobre todo, la libertad y los derechos de
los trabajadores. Se presencia casi de casualidad los distintos juicios a John
Wilkes, un parlamentario inglés que comenzaba a cuestionar el sistema electoral
a la Cámara de los Comunes y el poder de esta cámara.
Por
último en la parte ambientada en Virginia se puede observar el trabajo y la
vida tanto de los terratenientes que buscaban explotar las nuevas y amplias
tierras como de los esclavos, base fundamental de la sociedad colonial del
momento. También se muestran las ideas que iban a servir como detonante de la
Revolución Americana y de la Declaración de Independencia (1776) de las Trece
Colonias, tanto en distintos diálogos entre señores locales como en las
tensiones ocasionadas por la presión que ejercía la metrópolis sobre estos
territorios. Por tanto se habla de personajes como Benjamín Franklin, George Washington,
Thomas Jeffersson, y otros nombres normalmente protagonistas cuando se trata de
la Revolución Americana.
Valoración
Un lugar llamado libertad es un buen libro, muy entretenido
y bien ambientado. Sin embargo, este tipo de novelas debemos leerlas prestando
muchísima atención a su contenido, sus fechas, su ambiente, sus descripciones y
sus personajes, tratando de extraer de ellas lo histórico y discernirlo de lo
añadido por el autor. En ningún momento lo tratado en estas historias se puede
tomar como una verdad histórica.
Teniendo en cuenta estas premisas, estoy seguro que a
cualquier persona que le guste la historia y que sepa un poco de la época en la
que está ambientada el libro le gustará. El punto más positivo de esta novela
es que puedes insertarte en el contexto de las revoluciones industrial y
liberal, de manera fácil y sin muchos errores, algo que desgraciadamente no es
demasiado común en este tipo de obras.
martes, 16 de febrero de 2016
¿Por qué tengo que asistir a congresos?
¿Estudias Historia pero piensas que los congresos,
seminarios y ciclos de conferencias no son para ti? ¿Fuiste a algún evento de
este tipo y no te gustó? ¿O eres de los que se enteran de los que se organizan
a última hora o cuando ya han pasado? Tranquilo, aquí te damos algunas razones
y directrices para que todo esto no te vuelva a suceder.
En las ciudades universitarias suelen organizarse cada
cierto tiempo congresos, seminarios o ciclos de conferencias de Historia dedicados a
aspectos específicos de ésta. Es frecuente que estos se realicen en el contexto
de un doctorado, de proyectos de investigación que llevan grupos de dicha
ciudad o dedicados a aniversarios, conmemoraciones, etc. Este tipo de eventos
suelen traer a especialistas de diversos lugares que exponen el desarrollo de sus últimas
investigaciones sobre el tema que estudian. Sin embargo, en los últimos
años la presencia de estudiantes de Historia en estas conferencias brilla por
su ausencia.
En muchas ocasiones los estudiantes de Historia solemos
pasar junto a carteles que nos anuncian conferencias y los ignoramos porque
pensamos que estas conferencias son cosas que escapan a nuestros conocimientos. Y la verdad es que en muchas ocasiones así es, pero eso no tiene absolutamente
nada de malo, al contrario, podemos ir y escuchar sobre investigaciones de las
cuales no tenemos ni idea, ya sea porque no la hemos estudiado o porque no
creíamos que la Historia pudiera llegar a temas tan específicos y profundos.
Este tipo de eventos son perfectos para cualquier historiador. Nadie te
obligará a hablar y como mínimo saldrás de allí sabiendo varias cosas más,
sobre las cuales podrás profundizar si te interesan. Por tanto, podríamos
señalar esto como primera razón por la que ir a un congreso, aprender cosas
nuevas.
Una vez que has ido y que descubres temas que te interesan,
puedes seguir yendo a otros, para ello debes estar atento a páginas, listas y
revistas como esta que hoy leéis, las cuales están constantemente actualizando
información sobre congresos, publicaciones, seminarios, y que son las
herramientas de divulgación más potentes. Así que lo mejor es suscribirte a
este tipo de webs, una vez hecho ¡No tenéis excusa!
Además
de descubrir temas que te interesan, los congresos te dan la oportunidad de
estar al tanto de las nuevas líneas de investigación histórica, por lo que estarás muchísimo más actualizado, lo cual repercutirá
en tus trabajos, tu investigación y por su puesto en las posibilidades de
publicación de los mismos, ya que en la ciencia la renovación de los
conocimientos debe ser constante.
Otra
de las razones es familiarizarse con el ambiente de este tipo de eventos, saber
cómo se plantean, quién habla, cómo lo hace, qué tiempo tiene y cómo defiende
sus ideas, algo que también te servirá a la hora de exponer y defender tus
trabajos ante tus compañeros de clase, un público especializado o ante tus
futuros alumnos.
Por
supuesto, otra razón es el contacto con personas que ya son investigadores y
especialistas en los temas que te interesan y en los que quieres profundizar.
De modo que, si la situación lo permite, podrás hablar y preguntar a ponentes y
asistentes para saber cuestiones como bibliografía, metodología o cualquier
cosa que te pueda interesar. Algo que te ayudará a fundamentar tu investigación
con herramientas que quizá te costaría más trabajo adquirir por ti mismo.
Como
puedes ver, ir a congresos puede aportarte muchísimas cosas, pero si tuviéramos
que agrupar todas estas razones en una sola es que simplemente te harán mejor
en lo tuyo. Si estas pocas razones te han convencido, apúntate a listas,
páginas de Facebook, newsletter, revistas online, y trata de sacar tiempo para
asistir a algún que otro congreso que te interese, será muy productivo.
martes, 9 de febrero de 2016
El sexo en el carnaval del Renacimiento
“Nuestras herramientas son finas, nuevas y útiles;
Siempre las llevamos con nosotros;
Sirven para todo,
Y si quieres tocarlas, puedes hacerlo”.
Esta canción, traducida por Peter Burke, es típica del carnaval florentino, y fue cantada por un grupo de fabricantes de llaves a las mujeres que presenciaban su desfile. Teniendo en cuenta que aún hoy la palabra chiave en Italia significa “pene”, el doble sentido es muy claro.
El término carnaval (que parece derivar de las palabras carne y levare) significa literalmente “llevarse la carne”, obviamente no solo aludiendo a la animal, sino también al sentido sexual de la palabra carne. El carnaval es un tiempo de indulgencia, un momento del año en el que todo vale, previo a la abstención (en muchos aspectos) posterior obligada en la cuaresma. La carne, el vino, las burlas a las autoridades, la violencia y el sexo eran los principales protagonistas de esta fiesta.
Las imágenes de elementos que tienen que ver con la sexualidad en los carnavales de la época son muy numerosas. Era muy común ver a hombres con máscaras que poseían largas narices, que eran interpretadas como un símil de la longitud del miembro viril. Además, también era típico en muchas de estas fiestas carnavalescas comer salchichas, de modo que las conversaciones en la comida derivasen directamente a chistes relacionados con el sexo. Existe un caso concreto, en Konigsberg, donde se mandó a realizar una salchicha que pesó 440 libras.
Músicos disfrazados de judíos. Franco Bertelli. 1642
En Alemania, era tradición que las mujeres solteras desfilasen tirando de un arado por las calles mientras los hombres restallaban látigos por encima de sus cabezas; en muchas ciudades italianas las prostitutas celebraban carreras (era muy particular el caso de Venecia, en el que se hacían regatas entre ellas). Muy curioso era el caso de las bodas burlescas, en las que los hombres se disfrazaban de novia y “se casaban” con un animal, que podía ser un perro o un oso. Más conocidos son los casos de las fiestas de enmascarados en Italia y España, donde al ser anónimos se gozaba de una mayor libertad, pudiéndose dotar los individuos de una personalidad nueva.
Aunque el carnaval era predominante en las zonas mediterráneas de Europa (Italia, Francia y España), también encontramos fiestas carnavalescas en la Inglaterra moderna, con la diferencia de que se celebraban en el mes de mayo, debido a las duras temperaturas en esta zona durante los primeros meses del año y el carácter callejero de la fiesta. Enrique VIII era muy aficionado a dar mascaradas en su corte y la gente en las calles se divertía bailando, filtreando, haciendo carreras y otros deportes. Los jóvenes se escondían en el bosque para, según una descripción del siglo XVI, “pasar toda la noche participando en placenteros pasatiempos”. Los índices poblacionales de la época muestran una mayor concepción en este mes que en cualquier otro del año en Inglaterra.
El hecho de que el carnaval fuese una fiesta con un contundente contenido sexual (además de llevar intrínsecas otras conductas éticamente poco correctas) hizo que los partidarios de la reforma protestante se pusieran en contra de esta fiesta. Tal y como afirma Peter Burke, “los reformadores eran puritanos en el sentido literal del término, pues su objetivo era purificar”. Pretendían, si no suprimir los festivales carnavalescos, cambiar algunos elementos de la cultura popular. Y no solo las condenaron verbalmente, sino que se entrometieron en la celebración en multitud de ocasiones y cerraron teatros, quemaron panfletos y destruían imágenes.
Sobre las hipótesis del significado real del carnaval hay mucho hablado, y van desde las más funcionalistas (el carnaval como vía de escape de una sociedad tan estrictamente estructurada, es decir, la ruptura del orden social establecido como fin primero) hasta las más abstractas (fiesta en la que se pretende construir un mundo paralelo y utópico, una ilusión). Puede que en muchos sentidos el significado de la fiesta haya cambiado, pero una gran cantidad de elementos que hacen que sea una de las fiestas más esperadas del año en muchos lugares permanecen: la musicalidad, los disfraces, los desfiles…
El Carnaval: Una sordera temporal
Durante
siglos el carnaval ha ocupado un lugar preeminente en el calendario popular de
fiestas. La fiesta de las máscaras, acompañada de los excesos en la bebida y la
comida, eran prácticas muy arraigadas en la sociedad de la Europa Moderna. No
obstante, aunque el presente artículo pueda ser aplicado a este espacio y
tiempo determinado y en particular al caso de España a principios del siglo
XIX, no debemos olvidar que lo carnavalesco ha estado y está presente en muchísimas
culturas tanto contemporáneas como pasadas, dando lugar a fiestas muy similares
por ejemplo en el mundo judío, grecorromano, asiático y americano.
Son
muchas las interpretaciones que desde relatos contemporáneos y desde la
comunidad académica actual se han dado sobre el carnaval. Sin embargo hay una
vertiente especialmente interesante sobre el papel desempeñado por esta fiesta
no sólo en la protesta social, sino también en el control social.
Las
máscaras, los disfraces, las letrillas y las bromas servían para
despersonalizar las acciones, desinhibirse y atreverse a hacer en estos días de
carnestolendas lo que el resto del año les estaba totalmente prohibido. En
muchas ocasiones a lo largo de los siglos XV-XIX se relataba que en estos días
la gente comía y bebía lo equivalente a un mes, había muchos matrimonios y se
practicaba mucho más sexo que el resto del año. Las proporciones pueden ser
exageradas pero ponen de relieve la generalidad de estas prácticas en los
ámbitos populares justo antes del periodo de recogimiento, ayuno y restricción
de la Cuaresma.
La
sátira, como también hoy, era algo indispensable en el carnaval y parte de la
liberación de la expresión social cargaba contra las autoridades a través por
ejemplo de los disfraces. Los más repetidos eran los de curas, monjas,
caballeros, reyes, etc. y los disfrazados hacían suyos los roles de estos
personajes a la perfección, de forma que no era extraño por ejemplo ver a niños
disfrazados de curas bendiciendo por las calles. Eran unos días de ficción en
el que el mundo parecía estar del revés.
Todo
ello no sólo era una expresión burlesca y en cierto modo una forma de protesta
social contra el orden establecido, sino que esta “supresión temporal de los tabúes y limitaciones, sirve obviamente para
resaltarlos”, como decía Max Gluckman para el caso de algunas poblaciones
africanas. De modo que, aunque se permitiera criticar a las autoridades,
invitar a salir y hablar con damas de un estrato social más alto y burlar los
castigos que normalmente se imponían en estos casos, dicha mofa tenía un doble
filo y este es que reconocía y por tanto mantenía y fortalecía el orden social
establecido. Por consiguiente, aunque nos pueda parecer que el carnaval era una
fiesta de protesta social en la que la sociedad expresaba sus limitaciones
infringiéndolas, realmente se hacía de forma controlada, acotada e
institucionalizada. Todo el mundo era consciente de que tras estos días los
roles volvían a su lugar inicial.
Por
supuesto, desde las autoridades el carnaval estaba muy mal visto en todos los
sentidos. La cultura cortesana que se había impuesto a partir del siglo XVI
como espejo de la cultura popular, veía en estas prácticas algo grotesco e
impropio de los gustos refinados de la aristocracia. La Iglesia prohibió
constantemente a los curas y las monjas participar en estas fiestas, que por un
lado condenaba pero que por otro tenía que aceptar. Por supuesto, tanto las
aristocracias locales como los reyes trataron de abolir el carnaval en
repetidas veces a lo largo de estos siglos. Un ejemplo de ello fueron las
prohibiciones de las máscaras en 1523 por Carlos I en los territorios de la
Monarquía Hispánica, o las constituciones sinodales de 1591, o en los estatutos
de 1596 del Seminario eclesiástico en Cádiz.
A
principios del siglo XIX en distintas ciudades de la Península Ibérica como
Madrid y Cádiz, se dieron restricciones explícitas a las acciones que no se
debían realizar en los días de carnaval. Entre los años 1808 y 1817 existen
diversos expedientes que advierten “que
desde hoy y siguientes dias de carnaval, ninguna persona sea osada a tirar en
las calles, plazas y paseos de ella, ni otro sitio, huevos con agua, harina,
lodo, ni cosa con que se pueda incomodar a las gentes y manchar los vestidos y
ropas, y echar agua clara ni sucia de los balcones y ventanas con jarros,
xeringas ni otro instrumento ni se de con pellejos, vexigas, ni otras cosas.
Que no se pongan mazas a persona alguna, a los perros ni demás animales, pena a
qualquiera que contraviniere a lo referido en todo o en parte de ello de veinte
ducados y quince dias de prisión en la cárcel Real de esta Corte”.
(Expedido por la Real sala de Alcaldes y Corte en 27 de febrero de 1808, días
antes del carnaval de ese año).
Este
no será un caso aislado, sino que tal y como he mencionado, año tras año se
repetirán este tipo de expedientes advirtiendo el castigo a los que traspasaran
ciertos límites. Sin duda es un intento de controlar dicha fiesta que dadas las
continuas repeticiones parecía no tener mucho éxito.
El
último ejemplo que quiero poner se dio el 5 de febrero de 1828 en la ciudad de
Cádiz por un edicto de José Aymerich y
Varas, Teniente General de los Reales Ejércitos y Gobernador provisional de la
misma ciudad, publicado en el periódico local, en el que prohíbe: hacer bromas,
disparar cohetes, lanzar objetos desde las ventanas y balcones, dar gritos,
voces o insultar por las calles y una larga lista de restricciones de las
actuaciones propias del carnaval.
Sin
embargo, este tipo de intentos tendrán algunas réplicas, por ejemplo la
expresada por un autor anónimo en una letrilla en respuesta al edicto de José
Aymerich e incluso en el mismo periódico, en la que decía “Déjame Antón, de consejos que estoy sordo el Carnaval” refiriéndose
en este comienzo a las restricciones y terminaba diciendo: “Se me olvidaba decirte que el oído se me
empata el Domingo de Piñata lo mismo que el Carnaval. Después vendrá el bacalao
escoltado de potajes y sirviéndose de pages mariscos de fe neutral. Ya sano mi
oído y curada mi locura, oiré la voz de mi cura que no entendí el Carnaval”,
haciendo alusión a que la sordera temporal que sufre el escritor, y el resto de
la sociedad, se va cuando empieza la Cuaresma y entonces vuelve a escuchar a las
autoridades.
Sin duda las tensiones representadas en estos edictos y estas
letras reflejan a la perfección el ambiente que se podía vivir en carnaval
tanto desde el punto de vista del que participaba y disfrutaba como desde el
del que trataba de controlarlo y también lo condenaba como una expresión
grotesca fuera del orden establecido. El mundo del revés y la sordera temporal estaban
servidas en febrero al empezar el carnaval.
Bibliografía
Burke,
P., La cultura popular en la Europa
Moderna, Madrid: Alianza Editorial, 2014.
Ramos
Santana, A. y Fernández Tirado, J. M. “El carnaval y el poder: Una muestra de
contestación popular a las restricciones en una letrilla de 1828”, Trocadero, nº3 (1991), 77-84.
Ramos
Santana, A., El Carnaval Secuestrado o
Historia del Carnaval, Cádiz: Quorum editores, 2002.
Documentos de archivo
Archivo
Histórico Nacional, Consejos, Legajo 1398, Expediente 63. 27-2-1808.
Archivo
Histórico Nacional, Consejos, Legajo 1400, Expediente 48. 4-2-1809.
Archivo
Histórico Nacional, Consejos, Legajo 1409, Expediente 166. 31-1-1816.
Imágenes
-Combate entre don Carnaval y doña Cuaresma, P. Brueghel:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/1/1a/Pieter_Bruegel_d._%C3%84._066.jpg/800px-Pieter_Bruegel_d._%C3%84._066.jpg
-don Carnal y doña Cuaresma:
http://www.deliciasyvinosribera.com/la-historia-de-don-carnal-y-dona-cuaresma/
martes, 2 de febrero de 2016
Tiberio y Sejano: ambición y poder
“Si yo lo sé, que los dioses y las diosas dejen que me hunda aún más de lo que yo me siento ahora, cada día, hundido”.
Esta cita la escribía el
emperador Tiberio en una carta al senado, según las obras de Tácito y Suetonio,
Annales y De Vita Caesarum, “Tiberius” respectivamente. Y es que las intrigas
y el ambiente de tensión entre la aristocracia del Imperio en su época, añadida
a un probable carácter apático del emperador pudieron hacer que se sintiese de
este modo.
Cuando el primer
emperador de Roma, Augusto, muere en el año 14 d. C., Tiberio, su hijo adoptivo
e hijastro (fruto del matrimonio anterior de su esposa Livia Drusila), tomó el
mando del Imperio sin demasiadas dificultades, eso sí, tras hacer una breve “comedia”
en la que finge rehusar en favor de la recuperación de una República que nadie
quería ni veía útil retomar. Tanto es así, que el nuevo emperador se fue
apartando cada vez más de este modelo de gobierno, eliminando la asamblea del
pueblo (cuyas decisiones las tomaría a partir de ahora el Senado) y la
costumbre de su antecesor de renovar su cargo cada cinco o cada diez años.
El emperador Tiberio. Museo del Prado (Madrid)
La relación del emperador
con el Senado fue difícil prácticamente desde el principio. A pesar de que
Tiberio se dejaba asesorar por sus miembros en muchas ocasiones, el emperador
parecía enfadarse cuando los consejos no correspondían con sus deseos.
Además, parece cerrarse
ante el público en general, pues reduce considerablemente el número de personas
que pueden acceder a él en un ritual conocido como Salutatio (en el que Augusto, en muchas ocasiones, se daba un baño
de masas, pues no solo los senadores y la aristocracia romana iban a esta
especie de recepción matutina, sino también caballeros del orden ecuestre y
gente del pueblo), ya que, al parecer, le resultaba exageradamente adulatorio.
En el año 26, Tiberio toma
la decisión de marcharse de Roma a Campania, y en el 29 se retira a Capri, isla
de la que no volverá hasta la fecha de su muerte. No se conocen los motivos de
esta decisión, pero hay diversas especulaciones: la pretensión de llevar una
vida más libertina, o quizás el deseo de ocultar las dolencias que tenía por
ser ya mayor. Sin embargo, es
prácticamente seguro que uno de los más poderosos motivos de esta “huida” es el
ambiente de tensión que vivía en la ciudad de Roma debido a la desconfianza que
tenía por los senadores y el pueblo.
El sitio vacío que había
dejado en el centro del Imperio fue ocupado por Sejano, prefecto de la Guardia
Pretoriana. Se convierte en el hombre de confianza del emperador, el filtro
entre las decisiones de éste y el Senado, por lo que adquiere un enorme poder.
Sejano era quien daba su aprobación para que alguien pasase a ser miembro del
consulado, y los cónsules debían consultarle todos sus asuntos (incluso los
personales) a pesar de ser el estamento social más alto del Imperio. Existían
(bajo el permiso de Tiberio) estatuas de oro en la ciudad de su figura que se
veneraban y se celebraba su cumpleaños como si el del emperador se tratase.
Al convertirse en la mano
derecha del emperador, Sejano tiene el poder de manejar las intrigas de las
altas esferas a su antojo, y éstas eran muchas. Tiberio se sintió forzado a
utilizar la Lex Majestatis (castigo a
los que ofendían de alguna forma al emperador) con mucha frecuencia. Esto
provocó una ola de denuncias entre la aristocracia romana, pues al castigarse
los delitos de lesa majestad los denunciantes eran premiados con una parte de
los bienes del denunciado (al que se desterraba y se le quitaba la ciudadanía
romana, o se ejecutaba) y llamaba la atención del emperador, por lo que muchos
lo vieron, además de un buen método de eliminación de enemigos personales, como
un medio de promoción social.
Estando Sejano en esta
posición tan privilegiada, y viendo que podía mover todos los hilos del
Imperio, no es extraño que se viese como futuro emperador. Por ello, su
objetivo fue eliminar a todo aquel que se interpusiera en su camino en esta
hazaña.
Los más probables
sucesores de Tiberio eran, por un lado Germánico, sobrino del emperador e hijo
adoptado, y Druso, hijo natural de Tiberio. Ambos tenían edades parecidas y
eran queridos por el pueblo (sobre todo Germánico, un estupendo militar que
consiguió apaciguar grandes zonas amotinadas). Sin embargo, Germánico salió
pronto de este esquema, pues muere de una enfermedad (en el Imperio corría el
rumor de que todo estuvo planeado por Tiberio, que organizó una especie de
conspiración en su contra por sentir envidia del cariño que los romanos
declaraban por su sobrino) y Druso fue envenenado por su esposa, que era amante
de Sejano.
As emitido por Colonia Romula (Sevilla). Por un lado, Tiberio; en el reverso, Druso y Germánico.
Tan solo quedaban ya los
hijos de Germánico para que el prefecto tuviera el camino libre: fijó como
objetivos a los dos mayores y aconsejó a Tiberio que los condenase por ser
“hostiles” con el gobierno del emperador.
En el año 31, Sejano fue
nombrado cónsul, y contrajo matrimonio primero con Livilla y luego con Julia,
ambas miembros de la familia imperial. Solo estaba a un paso de su meta cuando,
en ese mismo año, Antonia Minor, madre de Germánico (y por tanto, cuñada del
emperador) contactó con este mediante una carta que se hizo llegar mediante un
esclavo de confianza para informarle de que Sejano planeaba un golpe de estado.
Tiberio, al conocer la traición, nombró secretamente un nuevo prefecto del pretorio
y preparó algunas naves militares fieles a él. En el senado, en presencia de
Sejano, fue leída su sentencia. Ese mismo día fueron ejecutados él y sus hijos.
Tiberio, tras la traición
de la persona en la que más confiaba, se volvió aún más inaccesible y aplicó
las condenas por lesa majestad con más virulencia. De sus últimos años es la
cita que encabeza este artículo y que presenta a un Tiberio abatido. El
emperador muere en el año 37 d. C. y lo sucederá Calígula, uno de los hijos
menores de Germánico, que para su suerte no sufrió la persecución de Sejano.
Aunque es difícil conocer
con certeza cómo fue el carácter de un emperador mediante las obras escritas de
la época (siempre hay que recordar que los escritores eran en su mayoría del
orden senatorial, que, en este caso, no congeniaba con el emperador) sí podemos
concluir asegurando que Tiberio fue un emperador que, en gran medida por sus
pocas dotes de comunicación con su entorno, evadió en muchas ocasiones la
responsabilidad que conllevaba el Imperio tal como lo heredó de Augusto,
defecto que Sejano supo aprovechar.
BIBLIOGRAFÍA
Albertini, A., El Imperio Romano. Sevilla: Padilla
Libros Editores & Libreros, 2005, 34-37.
Barceló, P., Breve Historia de Grecia y Roma. Madrid:
Alianza Editorial, 2010, 249-252.
Bravo, G., Historia del Mundo Antiguo. Una introducción
crítica. Madrid: Alianza Editorial, 2012, 434-436.
Winterling, A., Calígula.
Barcelona: Herder, 2006, 25-33
IMÁGENES:
www.museodelprado.com
www.wikipedia.org
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