martes, 29 de noviembre de 2016

El sacerdocio femenino en la Antigua Roma: las vestales

En los últimos estudios realizados acerca de las mujeres y la religión se viene empleando un método de análisis que intenta evadir aquellas afirmaciones simplistas que defienden la peculiar y profunda relación que las mujeres han mantenido a lo largo de la historia con las religiones. Aunque, en el caso de la antigüedad, la implicación de las mujeres en la esfera religiosa fue la única intervención pública consentida a su sexo, cabría cuestionarse hasta qué punto éstas pudieron ejercer tal posición sin superar, ni quebrantar la masculinización de tal cargo dentro de un sistema patriarcal. A pesar de ser el único cargo oficial comparable a las magistraturas de los varones, no todas las mujeres pudieron hacer presencia y uso de tal consentimiento, y aquellas que sí lo lograron, estuvieron siempre subordinadas a la autoridad de un hombre. Luego, no debemos olvidar que la religión romana actúa como medio justificador del sistema social establecido y esto no es diferente en lo que respecta a los roles de género.
Tito Livio a través de Valerio afirmaba que «las mujeres no pueden reclamar magistraturas o sacerdocios o triunfos...». Por razones sociales, jurídicas y rituales, la posición de la mujer en el sistema religioso tradicional resultó ser marginal, secundaria e inusual. Su papel no se sustentó nunca sobre un modelo de feminidad, tal y como este es entendido en el mundo romano, sino por medio del ejercicio de roles masculinos. Sin embargo, a pesar de la limitada intervención de las mujeres en este ámbito, el repertorio que disponemos se encuentra bien definido debido a la necesaria e imprescindible intervención de éstas en ciertas ceremonias y rituales. Por una parte podemos diferenciar dos tipos de presencias femeninas en la religión tradicional: las que ostentan un título de manera individual o las que participan en condición de esposas de sacerdotes. En otras palabras, la singularidad de los sacerdocios femeninos se puede apelar o bien a sus vínculos matrimoniales o a la condición especial de la mujer, ya sea por su reconocimiento ante la sociedad o por su condición de vírgenes.
Este marco de actuación se irá ampliado conforme la estructura imperial vaya tomando forma, de manera que la gestación y consolidación del nuevo sistema atraerá nuevas formas de cultos, y nuevas deidades serán asimiladas e integradas en el panteón. Las innovaciones religiosas promovidas en esta época dieron pie a la formación de nuevos sacerdocios y nuevas formas de participación religiosa donde las mujeres adquirieron más protagonismo apareciendo como diosas, sacerdotisas o devotas. Tres formas de intervención femenina, que aunque fueron más visibles durante la era imperial, derivan de las intervenciones de las mujeres en las actividades religiosas tradicionales que tan importante siguieron siendo como testimonio de tradición y costumbre romana.
En la tradición romana más antigua, los sacerdocios femeninos oficiales eran esenciales para la estabilidad del estado, sobre todo aquellos cultos destinados a dioses como Júpiter y Vesta.  Ambas divinidades exigían una forma de culto distinta a la del resto, pues de ellos dependía el funcionamiento de la vida pública y la prosperidad del estado. El culto destinado a Júpiter y a Vesta tenía que mantenerse de manera cotidiana, razón por la cual requería de un grupo de sacerdotes que estuvieran consagrados todo el año.
El más conocido y socialmente relevante fue el culto a Vesta cuyo sacerdocio era ejercido por las vestales. Vesta fue la diosa del hogar cuyo fuego alimentaba y daba vida a la ciudad. Esta diosa representaba unos de los valores más apreciados para los romanos, pureza y sacralidad; valores que también debieron de ostentar sus sacerdotisas. Sin embargo, a pesar del papel significativo, tanto real como simbólico de estas mujeres, su actividad en la esfera religiosa no es más que un ejemplo de excepcionalidad.

En el templo de Vesta, de Constantin Hölscher, 1902.

La institución de las vestales nació con la propia ciudad de Roma. Las antiguas tradiciones literarias sobre los orígenes de Roma atestiguan la sacralidad y el valor de las vestales, pues la madre de los míticos Rómulo y Remo fue una de ellas. La función principal de este grupo de sacerdotisas residía en la custodia del fuego del hogar público, el cual debía permanecer siempre encendido. El fuego custodiado por las Vestales representaba la estabilidad del estado, su extinción podía suponer un mal presagio para el mismo; de manera que era de vital importancia que tal deber fuera desempeñado exitosamente. Luego, la sacralidad del culto, su valor en la tradición romana y su necesario mantenimiento cotidiano, concedieron al sacerdocio de las vestales un carácter singular que lo hacía único en el marco religioso.

Ser una vestal requería de una dedicación plena y cotidiana al culto de una única divinidad, cuya tarea demandaba no solo de una rigurosa instrucción ritual, sino también del obligatorio juramento de castidad. A través de la ceremonia de la captio, las vestales eran elegidas por el Pontífice Máximo para ser ingresadas en el atrium vestae o casas de las vestales. Allí debían permanecer treinta años aproximadamente sometidas a una rigurosa disciplina bajo la supervisión de la virgo vestalis máxima. La eficacia de los cultos realizados por éstas dependía del cumplimiento estricto de las normas de castidad y pureza. El incumplimiento de esas normas era considerado «una contaminación» de la misma y un delito de extrema gravedad frente al estado, razón por la cual la dureza del castigo iba en relación al delito cometido. Sin embargo, la eficacia en el buen cumplimiento de sus deberes les otorgaba un puesto relevante en la sociedad y el disfrute de una serie de privilegios no comunes en las mujeres romanas.


Casa de las vestales

En la era imperial el culto a Vesta mantuvo su sacralidad y prestigio a pesar del nuevo tono que fue adquiriendo el sistema religioso romano, debido a la inserción de nuevas deidades y cultos. Indudablemente el culto imperial guardó ciertas similitudes con este culto. Muchas emperatrices fueron asociadas a Vesta y todas aquellas virtudes asociadas a la diosa, tanto fue así que en diversas ocasiones fueron las propias vestales quienes ostentaron el puesto de flamínicas a mayor escala en el culto a la emperatriz divinizada, concretamente en el culto a diva Livia.
Bibliografía

Delgado Delgado, J. A. “Flaminica-Regina-Vestalis. Sacerdocios femeninos de la Roma antigua”, en Serrano-Nizan, L., Hernández Pérez, M. B. (eds.), Mujeres y religiones. Tensiones y equilibrios de una relación histórica, Santa Cruz de Tenerife: Idea, 2008, 85-105.

Mirón Pérez, M. D.. “Mujeres en público. Las sacerdotisas de la Hispania romana” en Millán, M. Á.; Peña Ardid, C. (coord.), Las mujeres y los espacios fronterizos, Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2007, 89-119

Oria Segura, M. “De mujeres y sacrificios: un estudio de visibilidad”, Saldvie, 10, (2010), 127-147.

Pomeroy, S. B.  Diosas, rameras, esposas y esclavas: mujeres en la Antigüedad. Madrid: Akal, 1999,  229-249

Imágenes

En el Templo de Vesta: www.wikipedia.org

Casa de las vestales:
http://imperioromanodexaviervalderas.blogspot.com.es/2015/01/quienes-eran-las-vestales.html

Sobre la autora:


Graduada en Geografía e Historia por la Universidad Pablo de Olavide, promoción 2011-2015. Realizó su Trabajo de final de Grado sobre el culto imperial en Itálica. Interesada en el género y los estudios históricos acerca de las mujeres en la Antigüedad y en la Modernidad. Realizó el Máster en Religiones y Sociedades organizado por la Universidad Pablo de Olavide y la Universidad Internacional de Andalucía, el cual culminó con el Trabajo de final de Máster titulado “Plotina y Sabina en la religión romana”. Actualmente cursa el Máster en Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas en la Universidad Pablo de Olavide.

2 comentarios:

  1. Buenas Cristina, muchas gracias por tu artículo, lo que me resulta curioso de lo que dices es que dentro de la religión romana, el sacerdocio de la mujer quede relegado a esa función de cuidar del fuego, del hogar, y que en realidad sea eso también lo que marque y fundamente la división social de los ámbitos publico y privado, entre los hombres y las mujeres respectivamente dentro del imperio. Muchas gracias, me ha gustado, solo quería comentar eso.

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  2. Buenas, Jonatán. Muchísimas gracias por leer mi artículo y por tu comentario. El tema es un poco más complejo de lo que en realidad puede parecer, de hecho es un tema muy debatido. Voy a intentar aclarar un poco el asunto.

    En la sociedad romana, las mujeres quedaban excluidas del ámbito público, y sus actividades giraban en torno al cuidado del hogar, los hijos y los bienes, sin embargo, la religión se convierte en la única esfera pública en donde pudieron hacer acto de presencia. No obstante, dicha participación fue bastante excepcional, es decir, su participación dependerá no sólo de su posición socio-económica, sino también de distintos requisitos que variará dependiendo del tipo del culto a que estén destinadas. Por consiguiente, ni todos los cultos en donde las mujeres tuvieron participación fueron iguales, ni los requisitos y exigencias tuvieron porque ser las mismas.

    Para comprender esto es importante diferenciar entre los cultos matronales de los cultos de destinado a la protección del Estado. La aparición de estándares de femineidad responde a unas concepciones abstractas intrínsecas en el imaginario romano que legitiman la idea de que el orden genérico era garantía de orden socio-político, y a su vez garantía de paz. Al mismo tiempo, la aparición de un modelo idílico de femineidad es muestra clara de la necesidad de establecer un patrón donde se perciba la evidente división de las funciones y comportamientos según el sexo, como algo intrínseco en la propia naturaleza civitas.

    Partiendo de esta idea, se espera de las mujeres romanas en general el cumplimiento exhaustivo de sus funciones y la ostentación de las máximas virtudes posibles propias a su condición femenina. Si el modelo de femineidad en la época republicana era las matronas romanas, en los cultos matronales fueron las mujeres de alta posición las que representaban el ideal de virtud femenina, las cuales venían a simbolizar en las ceremonias religiosas el modelo de esposa y madre. En definitiva estos cultos servían, entre otras finalidades, al fortalecimiento de la estructura familiar patriarcal al mismo tiempo que afianzaba el orden social establecido.

    Esto en cuanto a los cultos matronales, sin embargo, en la tradición romana antigua se desarrollaron también unas series de cultos destinados a mantener la estabilidad del Estado. Cultos destinados a dioses como Júpiter y Vesta donde la participación femenina también fue esencial. Sin embargo, a diferencia de los cultos matronales, el culto a estas divinidades, como divinidades protectoras del Estado, necesitaban de unas formas y unas exigencias distintas, tanto en el tipo de sacerdocio como en la formulación del culto, pues del buen funcionamiento de éstos dependía la prosperidad del Estado. Por consiguiente, estos cultos no sólo debían de mantenerse activo cotidianamente, lo cual requería de un sacerdocio que estuviera consagrado todo el año; sino que debían cumplir con unas serie se exigencias y requisitos imprescindible para su buen funcionamiento. Es aquí donde encontramos a las Vestales.

    Con todo esto, las funciones de los sacerdocios femeninos varían dependiendo de la finalidad del culto, y lo que marca la diferencia entre el ámbito público y privado, entre lo masculino y femenino es un asunto mucho más complejo y diverso de lo que a simple vista se puede dar a entender, pero que tiene que ver más con el imaginario romano y la importancia de los valores tradicionales. En realidad la cuestión que planteabas da para hablar decenas de artículos como este, pero en vista a que el artículo se centra fundamentalmente en las vestales quise enfocar las características del sacerdocio a éstas, siempre de manera general: cargos excepcionales, supervisados bajo la mirada masculina, con exigencias y obligaciones muy peculiares y esenciales. Espero haber podido aclarar un poco todo. De nuevo, muchísimas gracias.

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