jueves, 28 de abril de 2016

Última sesión del ciclo coredex/polycentricstates 2016

Mañana viernes 28 de abril tendrá lugar en la Universidad Pablo de Olavide la última sesión del ciclo de conferencias ligados al Nodo Atlántico Coredex/Polycentricstates. En esta ocasión las potencias irán de la mano de Luis Salas Almela y Alberto Rodriguez Martínez, y girarán en torno a cuestiones como los elementos de poder y las fronteras de los Estados modernos. Desde aquí queremos agradecer a los organizadores que hayan contado con nosotros y hayan reconocido nuestra labor de difusión en todas y cada una de las sesiones. A su vez desde Éufrates os invitamos a todos a ir no solo por la riqueza que tienen las ponencias y el nivel de este ciclo, sino también por los debates que se suscitan y las cuestiones que se discuten a partir de estas sesiones. Como siempre podéis hacer click en la imagen para más información:


martes, 26 de abril de 2016

Los expedientes de Bienes de Difuntos y el Nuevo Mundo

La llegada de navegantes bajo la bandera de la Corona de Castilla al Nuevo Mundo incitó a muchas personas de la metrópoli a ir en busca de las riquezas americanas. Sevilla fue la ciudad de referencia para embarcarse en los galeones o naos con rumbo a indias. Este traslado de personas suponía llevar un control, que se estipulaba según las ordenanzas de la Casa de la Contratación, donde todos quedaban registrados en los libros de pasajeros. Pero la legalidad no siempre primaba en estos casos, pues muchos de estos pasajeros quedaban sin registrar, debido a que los organismos oficiales al principio no disponían de los medios necesarios para que no se diesen casos de fraude.

El camino hasta llegar al nuevo continente era largo y pesado, por lo que no todos conseguían realizar un viaje de ida y vuelta. De este modo las tierras americanas se convertían en su nuevo hogar, vivían y morían allí, por lo que se generaba documentación derivada de su vida y muerte, como por ejemplo los procedimientos para cumplir las últimas voluntades de dichas personas en el Juzgado de Bienes de Difuntos.
                                                                                  

El puerto de Sevilla en el siglo XVI

 Según Gutierrez-Alvíz los Bienes de Difuntos son:

aquella categoría o clase especial de bienes dejados en las Indias por los españoles o  los extranjeros que, fallecidos en aquellas remotas regiones, en España o en su viaje de travesía, carecían de herederos residentes en aquellos países, con lo que tras el óbito surgía la indeterminación de quien o quienes pudieran ser los legítimos sucesores de tales bienes hereditarios y quien habría de pechar con la vigilancia, conservación y tutela de los mismos hasta su adición por el sucesor”.

La Corona de Castilla tenía una fuerte preocupación por estos bienes que, a partir de 1550 con la jurisdicción especial denominada Juzgado de Bienes de Difuntos se fue atajando. Al frente de dicha institución se encontraba un juez cuyas atribuciones eran muy específicas y concretas, recayendo en el caso de las provincias que disponían de Audiencia en los oidores, o en los que no disponían de Audiencia en los gobernadores y oficiales reales. Las competencias de estos jueces oscilaban entre el cobro y administración hasta arrendamiento y venta de bienes, aunque también se encargaban de intervenir en aquellos bienes de difuntos que pertenecían a soldados fallecidos en servicio real. 

Debido a la lejanía entre el difunto y sus herederos se comenzó a cambiar el modo de intervención, pasando de las leyes de Castilla a unos organismos judiciales ordinarios. Aunque junto a esta primera causa se encontraban otras muy diversas, como la llevada a buen puerto de las mandas y legados piadosos, las fundaciones o encargos de misas. Realizado el proceso previo, solo faltaba encontrar a los herederos para darles sus correspondientes mandas, hecho que no siempre se llevaba de manera ordenada, por las numerosas desviaciones de los fines asignados a estos fondos. Pues bien, todo este proceso largo y complejo es conocido como expediente de bienes de difuntos.

El protocolo a seguir tras la muerte del individuo era el siguiente:

1º La apertura del testamento, en el caso de que hubiese, donde encontramos una rica información sobre el difunto como su ascendencia, estado civil, profesión entre otros. En el caso de ser abintestato (sin testamento), el procedimiento es muy similar pero omitiendo este paso.

2º Reducir en metálico los bienes del difunto, mediante la realización de un inventario de cada uno de los enseres del difunto, los cuales podían ser de la más variada clase. En este proceso podemos encontrar un albacea elegido por el difunto, o de no ser así una autoridad competente, los que siempre debían estar durante este procedimiento eran el escribano y los testigos.

3º Tras el inventario de los bienes se pasaba a realizar la tasación, sobre ello Felipe II había ordenado que no se “pueda vender bienes de difuntos sin ser primero tasados por personas peritas y de buena conciencia”.

4º Lo obtenido era puesto en venta en publica almoneda, con presencia de la autoridad del juez general si estuviera en el lugar y en caso contrario ante la justicia ordinaria. Si hubiese albaceas o tenedores que procedieran en la venta, se tendría que notificar al Juzgador Mayor para que en el caso de que fuese defensor, acudiera al inventario y venta de bienes.

5º La cantidad obtenida de la almoneda publica, se enviaba a la Península y era introducía en el Arca de Tres Llaves, estipulado en las Ordenanzas de la Casa de la Contratación de Sevilla de 1550. Dicha caja se utilizaba para guardar y salvaguardar hasta la localización de los herederos, mediante el envío de una carta de diligencias a la localidad de origen del difunto. Las llaves se repartían entre el oidor, el fiscal y el escribano de la Audiencia que debían estar presentes para la apertura del Arca.

6º Las autoridades llevaban a cabo grandes esfuerzos para la localización de los legítimos herederos, pero una vez que estos conocían la noticia de la existencia en el Arca de la Contratación de bienes procedentes de sus difuntos en indias, se iniciaba la reclamación. Para ello debían demostrar ser los verdaderos herederos, por lo que se realizaban numerosas certificaciones para dar fe de su naturaleza tales como: actas matrimoniales, fe de bautismos o declaraciones de testigos.

7º Tras cerciorarse las autoridades de quienes eran los legítimos herederos, se pasaba a la entrega de la cantidad correspondiente, aunque si no era posible la localización de los herederos o no se probaba la vinculación con el difunto se realizaba una declaración de “herederos vacantes”.
Durante todo el proceso del expediente de bienes de difuntos se generaba una rica documentación que para los historiadores es crucial. Gracias a ella podemos conocer acerca de la vida religiosa, social y económica de los difuntos en el continente americano,  además  de ver lo complejo del sistema judicial en lo referido al papel de la Corona en que todos los pasos se realizasen dentro de la legalidad.

Bibliografía

Gutiérrez-Alvíz Armario, F.: Los bienes de difuntos en el derecho indiano, Sevilla: Los Anales de la Universidad de Sevilla, 1942.

Barrientos Márquez, Mª del Mar: “Estudio del proceso que siguen los expedientes de bienes de difuntos de los andaluces fallecidos en indias durante la primera mitad del siglo XVIII”, en Chronica Nova nº 33 (2007), 157-194.

Imagen

 https://es.wikipedia.org/wiki/Puerto_de_Indias


Sobre la autora:

Lucía Lobato Hidalgo

Graduada en Geografia e Historia por la Universidad Pablo de Olavide, promoción 2011-2015. Interesada en la Historia Moderna y en la Historia del Arte, realizó su Trabajo Fin de Grado sobre los Bienes de Difuntos de Emigrantes Zafrenses en el siglo XVI. En la actualidad se dedica a impartir clases particulares y el proximo curso empezará un master enfocado en Europa y el Mundo en la Universidad de Valladolid.


martes, 19 de abril de 2016

Herramientas científicas: Introducción a Mendeley Desktop

Todo científico debe tener presente los nuevos portales y plataformas que recopilan, categorizan y referencian artículos de revistas, capítulos de libros, actas de congresos y bases de datos, gracias a las cuales los investigadores podemos acceder a una enorme cantidad de información de calidad allá donde estemos.

Sin embargo, en cuanto empezamos a usar este tipo de portales y a descargar archivos en PDF, pronto nos damos cuenta de que estamos acumulando una cantidad de información que se pierde entre nuestras carpetas de descargas y que probablemente terminaremos buscando y descargando de nuevo ante la dificultad de encontrarlos una vez descargados si no somos organizados. Incluso si lo somos y comenzamos a guardar todos nuestros artículos en carpetas, perderemos tiempo en buscar cuál es el que realmente nos interesa.

Para nuestra suerte, desde 2007 existe Mendeley Desktop, una aplicación gratuita que nos ayuda a organizar, leer, anotar y resumir nuestros PDFs, de modo que nuestro tiempo dedicado a las lecturas sea más eficiente.



En Mendeley Desktop podemos añadir nuestros PDFs arrastrándolos a su pantalla principal y a partir de este momento debemos completar la descripción que el propio programa automáticamente nos hace de la mayoría de nuestros archivos, poniendo el autor, editorial, ciudad de publicación y páginas como elementos mínimos que luego nos servirán para citarlos. Además de estas categorías podemos añadir un resumen propio del artículo una vez lo hayamos leído, o palabras claves que nos ayuden a encontrarlo cuando queramos leer o releer sobre un tema en concreto. Para esto último la aplicación incluye un buscador interno que no solo identificará nuestras palabras claves, sino también palabras dentro de los mismos PDFs, por tanto encontrar el artículo o capítulo de libro que nos interesa es cuestión de minutos o incluso de segundos.

Por supuesto para esto es necesario un poco de esfuerzo por nuestra parte, ya que deberemos preocuparnos de rellenar correctamente cada una de las casillas que el mismo programa nos sugiere. Aunque en muchas ocasiones, como ya he mencionado, el mismo programa rellenará algunos de estos criterios en base a la información que le proporciona el propio archivo, hay que revisarlo siempre por si el programa se ha equivocado y corregirlo.



Una vez hecho esto tendremos organizados nuestros archivos independientemente de la carpeta en la que estén estos archivos y del nombre que tengan. Pero, Mendeley Desktop no sólo sirve para organizar, sino también para leer y anotar nuestros documentos, además si cerramos el archivo o el programa y los volvemos a abrir el documento se abrirá por donde lo dejamos. Otro punto positivo es que cuando estemos redactando nuestros artículos o trabajos podemos exportar las citas bibliográficas de los distintos archivos desde el mismo programa a un procesador de texto como Word solo con un par de clicks, por lo que no tendremos que estar pendientes constantemente de un modelo de citas, si el que nos facilita Mendeley nos gusta.



Lo último que me gustaría mencionar en esta introducción al programa es su aplicación online paralela, la cual nos permite trabajar con cientos de miles de referencias bibliográficas online mediante la creación de una cuenta gratuita en la web del mismo programa. Aunque quizá podríamos hablar de la multiplicidad de usos que tiene esta faceta online de Mendeley en otra ocasión, ya que ofrece posibilidades de trabajos muy interesantes.

Puede que el trabajo que supone organizar nuestros PDFs en Mendeley Desktop parezca a priori una tarea tediosa, y así resulta si has descubierto esta aplicación cuando ya tienes una gran cantidad de documentos. Por ello, es recomendable que el estudiante o investigador comienza a usar este tipo de programa cuanto antes, de forma que la organización sea más paulatina y casi sin esfuerzo terminemos nuestros años de formación con una buena cantidad de información dentro del programa sin apenas darnos cuenta. De todas formas, si eres de los que has empezado tarde, te recomiendo que lo hagas poco a poco y verás como a la larga facilita mucho las cosas.

lunes, 18 de abril de 2016

Tercera sesión del ciclo de conferencias Coredex/polycentricstates

El próximo viernes 22 de abril habrá una nueva sesión del ciclo de conferencias 2016 ligadas al Nodo Atlántico de la Red Columnaria, organizado por el área de Historia Moderna de la Universidad Pablo de Olavide en el que estamos colaborando y asistiendo. En esta ocasión será en la Universidad Pablo de Olavide, en el seminario 1 del edificio 2 a partir de las 16 hrs. Como en las anteriores consistirá en dos conferencias con sus correspondientes turnos de debates. La primera de estas irá de la mano de Ana Díaz Serrano de la Universidad de Murcia y llevará por título "Mediadores políticos en la América española: élites indígenas y órdenes religiosas (Nueva España, siglos XVI y XVII)". La segunda intervención será para Rocio Moreno Cabanillas miembro del área de Historia Moderna de la UPO, y llevará por título "Resistencias y obstáculos al plan de reforma postal en Hispanoamérica durante el siglo XVIII". Si queréis más información podéis preguntarnos a nosotros o escribir a algún miembro del área de Historia Moderna.




viernes, 15 de abril de 2016

"Una vida entre dos mundos: Inca Garcilaso de la Vega"

En la Escuela de Estudios-Hispanoamericanos (CSIC) tendrá lugar, del 18 al 23 de abril una serie de exposiciones y conferencias sobre la figura del Inca Garcilaso de la Vega. A su vez, habrá un concierto de música española en tiempos del Inca Garcilaso. Para más información pinchar la siguiente imagen:
http://www.eeha.csic.es/archivos/actividades/2016-04_Inca_Garcilaso_Programa.pdf
 

jueves, 14 de abril de 2016

"Retórica artística en el tardogótico castellano: la capilla fúnebre de Álvaro de Luna en contexto"

Del 20 al 22 de abril tendrá lugar en la Catedral de Toledo, en la Facultad de Geografía e Historia de la UCM y en el Museo Nacional del Prado (Madrid), respectivamente, un congreso de Historia Medieval titulado "la la retórica artística en el tardogótico castellano: la capilla fúnebre de Álvaro de Luna en contexto". Es preciso inscripción y se expedirá certificado de asistencia. Para más información hacer click en la siguiente imagen:
 
http://www.medievalismo.org/pdf/2016-abril-madridtoledo.pdf
 
 
 

martes, 12 de abril de 2016

El asentamiento español en Filipinas y el comercio con Asia

El centro del comercio en el Pacífico lo sustentaban los portugueses como consecuencia directa del dominio que ejercían sobre las llamadas Islas de las Especias, es decir sobre las Islas Molucas, situadas en la actual Indonesia, a través de sus asentamientos en África, la India y el Sudeste Asiático.


Dichas islas provocaron una disputa, entre España y Portugal, por su jurisdicción ya que abría la puerta a un amplio abanico comercial. A pesar de que la boda entre Carlos e Isabel de Portugal, le dará la potestad temporal a los lusos sobre las  islas, quedándose la Monarquía Hispánica con las bautizadas como islas Filipinas en honor del príncipe Felipe, las disputas no cesarán hasta 1529 con la firma del Tratado de Zaragoza entre ambas coronas. Dicho acuerdo, extendería el Tratado de Tordesillas al Pacífico de forma que el Este del pacifico quedó para la Monarquía Hispánica y el Oeste para Portugal, lo que finalmente le otorga a Portugal la jurisdicción sobre las ansiadas islas Molucas.


El primer asentamiento de la soberanía española sobre el archipiélago, estará marcado por la expedición mandada por Miguel López de Legazpi, un notario en México, que recibe órdenes de Felipe II de colonizar el territorio. De esta forma ese establecerá el primer asentamiento español en 1565, al que llama San Miguel.  

Lo que estos primeros españoles se encuentran a su llegada a Filipinas, será una población indígena muy variada y dispersa por el territorio, siendo la zona más importante Luzón, situada al norte. Dicha población está dentro de los circuitos comerciales del sudoeste asiático, con una economía basada en la subsistencia en donde los españoles no encontraran ni oro, ni plata, ni especias.

Por este motivo, los esfuerzos españoles se centraran en Manila y en su comercio, ya que no se trataba tanto de conquistar grandes extensiones de tierra, como ocurría en América,  sino de establecer puntos estratégicos de comercio. De esta forma en  1571 se crea el Ayuntamiento de la ciudad de Manila, siendo esta isla capital del Archipiélago de Filipinas desde noviembre de 1595. En 1584, a su vez, se creará la Audiencia de Manila.


La coyuntura mercantil que se encuentran los españoles a su llegada es inmejorable. El cierre del mercado externo que caracterizaba al Imperio Chino y su Talassofobia se vieron relajadas notablemente, especialmente en Fujian lugar donde se impuso una política parcial de apertura comercial marítima, dándose especiales permisos para que los comerciantes chinos pudieran viajar a Luzón y mantener contacto con los españoles para el intercambio comercial.

Como consecuencia del bajo número de españoles existentes en el archipiélago filipino y del mercado tan grande que se abría para los productos chinos en toda América, no olvidemos que las islas desde el punto de vista administrativo estaban vinculadas al virreinato de Nueva España y no a la península, la rentabilización que la colonia española empieza a sacar de estas tierras no pudo llevarse a cabo sin la interacción comercial con las comunidades mercantiles exteriores provenientes de china. Gracias a esto pudo consolidarse la red marítima comercial del galeón de Manila.
Los Sangleyes, término designado por los españoles a la comunidad china, se concentraban en el Parián de Manila, una alcaicería donde el gobernador Gonzalo Ronquillo de Peñalsa consideró concentrarlos desde 1581. Siempre a tiro de artillería, los comerciantes chinos jugarán un papel primordial en la activación del galeón de Manila por ser enlaces entre la costa china y la costa mexicana.


Las relaciones entre los sangleyes y los españoles no eran muy buenas, debido principalmente al choque cultural. A pesar de que había intereses por ambos de perpetuar dicho comercio, existieron numerosas rebeliones y represiones que terminaron con la vida de miles de chinos. Esto pudo deberse en gran parte al número de Sangleyes que se llegaron a concentrar en el Parián, a la inmigración ilegal, a los fraudes o, simplemente, al miedo de los españoles por ser superados en número. A pesar de que las autoridades filipinas establecieron como cifra ajustada en el Parián no más de 6000 Sangleyes, pronto este número se vio superado, lo que llevó en varias ocasiones al intento de expulsión de éstos, como ocurre con la rebelión de 1596 y la represión de 1603.
Sin embargo, estas duras represiones y la cantidad de muertes que reportaba, no fueron suficientes para frenar la llegada de comerciantes chinos que, al cabo del tiempo, volvían al Parián. Como consecuencia de la conveniencia mutua, rápidamente los españoles trataban de reproducir la población menguada del Parián, al tiempo que, como se ha dicho, los sangleyes volvían a pesar de ser sujetos de posteriores masacres.

Bibliografía:

Celdrán Ruano, J. “La configuración del sistema jurídico hispano en las islas Filipinas: Orígenes y evolución (Siglos XVI-XVIII)”, Anales de Derecho de la Universidad de Murcia (2009), 28-65
Ollé, M.  La empresa de China. De la Armada invencible al Galeón de Manila. Barcelona Acantilado, 2002.
Ollé, M. “La formación del Parián de Manila: la construcción de un equilibrio inestable”.  SAN GINÉS AGUILAR, Pedro (eds.). La investigación sobre Asia-Pacífico en España. Universidad de Granada (2007),  27-49.

Pino Abad, M. “El tratado de Zaragoza de 22 de abril de 1529 como anticipo a la conquista de Filipinas”, Guerra, Derecho y Política: Aproximaciones a una interacción inevitable, Asociación Veritaspara el Estudio de Derecho, Historia e Instituciones, Madrid, (2014), 25-44.

martes, 5 de abril de 2016

El mecenazgo artístico de Felipe II


Monasterio del Escorial, grabado de Perret a partir de un dibujo de Juan Herrera

A lo largo de sus cuarenta y dos años de reinado (1556-1598), Felipe II patrocinó un sin fin de obras arquitectónicas, artísticas y científicas, culminadas con su gran proyecto del Monasterio de El Escorial. Tal acción e intensidad creadora fue únicamente posible gracias a la visión cosmopolita y global del monarca, que utilizó todos sus recursos para atraer a la corte a los mejores artistas de su época. El objetivo era claro, defender la primacía de la Iglesia Católica frente a la reforma luterana y legitimar el poder de la dinastía de los Habsburgo. Para lo cual fomentó la creación de un nuevo lenguaje artístico caracterizado por la sobriedad, la desornamentación, el rigor geométrico y el uso de proporciones matemáticas. Retomando los ejemplos de la antigüedad clásica, pero enfocándolos desde una óptica cristiana. Este estilo, que hoy conocemos con el nombre de herreriano o escurialense, tuvo su mayor exponente en El Escorial y en la figura de Juan de Herrera. Continuándose después en la labor de otros arquitectos de la talla de Francisco de Mora, Juan Gómez de Mora o Rodrigo Gil de Hontañón. Y ya más recientemente en los casos de Luis Gutiérrez Soto (Ministerio del Aire, Madrid, 1943) o Luis Moya Blanco (Universidad Laboral, Gijón, 1946), por citar dos arquitectos del siglo XX.

Gracias a su esmerada educación humanista y a sus viajes por otras cortes europeas Felipe II adquirió una conciencia artística y un gusto estético que lo diferenciaron radicalmente de sus predecesores, hasta el punto de convertirse en uno de los mayores mecenas artísticos de la segunda mitad del siglo XVI. Lo más relevante de su patronazgo fue la amplitud de campos en los que trabajó, abarcando desde la pintura, escultura y arquitectura, hasta el urbanismo o las artes decorativas. Pero también las relaciones que mantuvo con los artistas. Distinguiéndose, dependiendo del grado de intimidad y de la función desempeñada por las obras, tres diferentes niveles, a saber: patrocinio, coleccionismo y mecenazgo. El primero era la actitud más frecuente y tenía que ver con criterios funcionalistas de tipo público, conmemorativos, didácticos o de prestigio; el segundo aludía a criterios de tipo privado, de disfrute y de placer; y el último comportaba una relación directa con el artista, el cual dejaba de ser considerado como un mero artesano. Este punto es el que hace de Felipe II uno de los personajes más destacados de la Europa del siglo XVI, superando así el carácter medievalista de sus antecesores. Pudiendo citar como ejemplos de esta relación los casos de Tiziano, con quien mantuvo una intensa correspondencia o la protección que dispensó a Sánchez Coello, Navarrete el Mudo, Antonio Moro o Gaspar Becerra entre otros.

Además elaboró una política específica de patrocinio mediante una serie de organismos creados para tal efecto como fueron: la Junta de Obras y Bosques, la Congregación de El Escorial y el Consejo de Arquitectura, que tenían por misión controlar y supervisar todas las obras que se realizaban, impidiendo que se desviaran de su sentido programático, político e ideológico inicial. Con todo, no deja de llamar la atención que el propio monarca vigilara personalmente la disposición de los cuadros o que revisara su desarrollo, realizando todo tipo de anotaciones de su puño y letra. Lo cual nos habla bien de la importancia que concedía a la imagen regia y de la preocupación por el arte como signo de esta magnificencia, tanto de su persona como de su dinastía.

En su conjunto el programa artístico impulsado por Felipe II y su labor de mecenazgo no desmereció del realizado por los más destacados monarcas y papas de su época -baste compararlo con los planes de embellecimiento desarrollados por Sixto V en torno a esos mismos años en Roma- por lo que resulta inexplicable la tardanza histórica y la reticencia que determinados sectores han tenido en reconocer sus logros, máxime cuando la única justificación que han esgrimido siempre sus detractores se basaba en la tan manida “leyenda negra española”, fundamentada en las exageradas críticas vertidas por Bartolomé de las Casas, Antonio Pérez o Guillermo de Orange.

Por este motivo es necesario otorgar a la empresa artística desarrollada por Felipe II y a su labor de mecenazgo un valor trascendental dentro de la historia del arte. Puesto que fue capaz de crear un estilo propio distintivo del arte español, consiguió modernizar la producción de su tiempo formando a toda una generación de artistas, e hizo de El Escorial -a pesar del declive producido en el XIX con la Guerra de la Independencia y el reinado de José I Bonaparte, que dispersaron gran parte de su legado artístico- la base de la futura colección que hoy podemos admirar en el Museo del Prado.

Bibliografía

Checa Cremades, F. Felipe II, mecenas de las artes. Madrid: Nerea, 1993.

García Cárcel, R., y Bretos, M. La Leyenda Negra. Madrid: Anaya, 1990.

Morán Turina, J. M., y Checa Cremades, F. El coleccionismo en España: de la cámara de maravillas a la galería de pinturas. Madrid: Cátedra, 1985.

Imágenes


Monasterio de El Escorial, grabado de Perret a partir de un dibujo de Juan de Herrera


Sobre el autor:
Graduado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo y licenciado en Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de A Coruña. Actualmente cursa el Doctorado en Historia del Arte y Musicología en la Universidad de Oviedo sobre Patrimonio y Restauración Monumental.