martes, 28 de junio de 2016

Pablo de Tarso en la fundación y la expansión del cristianismo

Es imprescindible, para la correcta comprensión del presente artículo, leer los siguientes versículos de la Biblia, en los que se narra la conversión de Pablo:

Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, más sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado.
Hch 9, 1:18

Aunque en sus cartas Pablo nunca dice dónde nació ni cuándo, se calcula que debió ser en torno al 5 – 10 d. C. Es en los Hechos de los Apóstoles (22, 3) donde se afirma que nació en Tarso, Cilicia (al sur de la actual Turquía) y no hay por qué dudar de este dato, pues aunque Pablo se criara en el seno de una familia judía muy religiosa, es obvio que era un judío de la Diáspora debido a que constantemente muestra rasgos característicos de un profundo carácter helenístico. El apóstol posee una mentalidad ciudadana y es consciente de su pertenencia a una realidad tan amplia como el Imperio Romano (aunque se duda que fuera ciudadano romano como tal, privilegio que no todos los habitantes del imperio poseían), lo cual tendría mucha influencia en su pensamiento religioso.


"San Pablo", por El Greco

Pablo afirma ser judío, de la tribu de Benjamín, y fariseo. Posee una buena formación, pues maneja e interpreta la Biblia (en su traducción al griego) tal y como lo hacían los rabinos de su tiempo. Gracias a sus cartas podemos observar cómo dominaba además la “epistolografía”, es decir, los tipos de composición de cartas de la época helenística, y también los recursos usuales de la retórica griega básica. Sobre sus cartas, los investigadores están prácticamente de acuerdo en que solo siete de las trece que llevan su nombre son auténticas (1 Tesalonicenses, Gálatas, Filipenses, Filemón, 1 y 2 Corintios y Romanos), las demás son obra de sus discípulos, más o menos directos.

La vida religiosa de Pablo de Tarso tuvo tres etapas bien diferenciadas. Como hemos dicho, Pablo era un judío fariseo convencido. En su juventud se dedicó a perseguir a todo aquel judío que afirmase que Jesús era el mesías. Esta tarea le hizo conocer cuál era el pensamiento de los primeros seguidores de Cristo.

Posteriormente, una segunda etapa se desarrollaría en su vida religiosa tras su “llamada” (pues él nunca llamó a su experiencia con Dios “conversión”). En ella, Pablo reflexiona, medita y madura su nueva fe, y hace los primeros viajes como apóstol. Su última etapa comienza cuando definitivamente reconoce su fe en el nuevo mesías, y parte desde Antioquía para realizar su primer viaje con misión evangelizadora por Chipre y Asia Menor, para proseguir más tarde prácticamente por todo el Mediterráneo. El cristianismo tendrá desde el principio un fuerte afán misionero.

En un principio, Pablo y otros misioneros se dedican a predicar entre judíos, por lo que el mensaje se transmite en las sinagogas y sus alrededores. A ellas no solo acudían judíos, también los llamados “temerosos de Dios”, gente atraída por el judaísmo que participaba en la vida religiosa de la sinagoga pero que no cumplían con las Leyes de Moisés. Hay que tener en cuenta que para convertirse al judaísmo es necesario observar preceptos judíos en relación a la comida, las fiestas, el Sabbat…y los hombres debían circuncidarse, algo que no era plato de buen gusto. Por estas razones existía este grupo, y por ellas también el mensaje de Pablo caló tan rápidamente en estas personas.

El discurso de Pablo sobre Jesús no versaba sobre el relato de su vida, sino que más bien se basaba en el alzamiento de dos hechos en particular: su muerte y su resurrección. Estos dos hechos son los que redimen la situación de pecado de la humanidad completa, no solamente judía, sino la de todo el mundo: es decir, el discurso de Pablo es universal, al contrario que el de Jesucristo, que se dirigía tan solo a los judíos. El apóstol interpreta la muerte de Jesús como un sacrificio expiatorio, una muerte inocente que carga con la culpa de la humanidad, y la resurrección como vindicación divina, para demostrar que Jesús era realmente el mesías y que gracias a él todos los pecados han sido perdonados. Este pensamiento es fundamental para la situación descrita en el párrafo anterior, ya que según Pablo, la muerte sacrificial de Cristo permite a la humanidad salvarse tan solo a través de la fe en Dios y en Jesús, es decir, la obra ya no importa, no hay que seguir los preceptos del judaísmo y la circuncisión tan solo debía de ser espiritual.

Es así como el cristianismo se aleja definitivamente del judaísmo, ya que Pablo, viendo la facilidad con la que su mensaje calaba entre los gentiles (simpatizantes del judaísmo) se separa definitivamente de las sinagogas y comienza a formar comunidades que serán cristianas, sin haber pasado antes por el judaísmo. Este hecho enfadó a la comunidad judeocristiana (comunidades que eran judías pero que creían que Jesús era el mesías) de Jerusalén, muy conservadora y liderada por Santiago, hermano de Jesús, ya que pensaban que la circuncisión y la observación de las leyes de Moisés estaban directamente unidas a la fe en el mesías.

A través de esto se obtiene que Jesús, realmente, se ocupa poco de los orígenes del cristianismo, y que quien comienza a establecer las bases necesarias para que exista un grupo diferenciado dentro de la sinagoga que se separe definitivamente del judaísmo y el judeocristianismo es Pablo. Sin embargo, esta concepción de religión separada es algo posterior al apóstol, que no pretendía fundar una nueva religión, sino añadir al judaísmo una rama en la que Jesús tomase parte.


Bibliografía:


Alvar, J., Blázquez, J.M., Fernández Ardanaz, S., López Monteagudo, G., Lozano, A., Martínez Maza, C., Piñero, A., Cristianismo Primitivo y Religiones Mistéricas. Madrid: Cátedra, 2010. 

Piñero, A., Guía para entender el Nuevo Testamento. Madrid: Trotta, 2011.

Piñero A. (Ed) Orígenes del Cristianismo. Antecedentes y primeros pasos. Madrid: Ediciones el Almendro, 1995.




Imágenes:
https://es.wikipedia.org/wiki/Pablo_de_Tarso


martes, 21 de junio de 2016

La propaganda nazi como medio de adoctrinamiento


“En el régimen hitleriano y en su actividad previa a la toma del poder, la propaganda
no es sólo un aspecto fundamental sino que en realidad lo es todo”.

A. Pizzarroso, Historia de la propaganda (2013).


El dominio y control de las masas es imprescindible para el soporte de cualquier Estado. El Tercer Reich, consciente de ello, no sólo creó el ministerio de Propaganda, sino que le dedicó la mayoría de los recursos, incluso por encima del ministerio de  Guerra.


A la cabeza de dicho ministerio se encontraba Joseph Goebbels, uno de los colaboradores más cercanos de Adolf Hitler y quién se encargará, entre otras cosas, de extender la veneración al Führer. Ayudándose de la capacidad oratoria de Hitler, dotará a su imagen, a través de toda la parafernalia que lo englobaba de una especie de liturgia mística, que se traducirá en un público receptivo. De esta manera, el partido nazi y el Estado Alemán serán inseparables y estarán basados principalmente en la veneración al líder, llevando la propaganda a todos  los recovecos de la sociedad.

En un primer momento la propaganda se sirvió, del descontento generalizado que provocó el Tratado de Versalles para asociar la república democrática de Weimar con la humillación del Estado alemán. El apoyo al nazismo llegó, de la mano de aquellos que veían en el partido nazi la única salida para terminar con las instituciones políticas de la primera democracia en Alemania, descargando sus cóleras y frustraciones sobre la comunidad judía.

El Ministerio de Propaganda permitió la aceptación y compromiso incondicional de los alemanes que entraban dentro de la volksgemeinschaf (comunidad popular) a base de mensajes muy concretos del Führer.  Por tanto, lo que el régimen nazi pretendió con la propaganda fue, fortificar los lazos entre alemanes y el ideal de pertenencia a una raza y geografía común, a través del ensalzamiento nacional.

Así lo plasma Hitler, consciente de esto desde la I Guerra Mundial, en su famoso libro “Mi Lucha”: Las asambleas de grandes muchedumbres son necesarias, pues cuando a ellas asiste el individuo acometido del deseo de alistarse en un flamante movimiento y temeroso de encontrarse solo, recibe allí la primera impresión de una numerosa comunidad, lo cual ejerce un efecto vigorizador y estimulante en la mayoría de las personas. Éstas se someten a la mágica influencia de lo que llamamos sugestión de la multitud (…).

Goebbels, juicioso de que no bastaba con los frenéticos discursos de Hitler, preparados con escrupulosa minuciosidad, trasladó el ideal del nazismo a multitud de escenarios: radio, carteles, música, canciones nacionalistas, cine, teatro… Hábilmente le prestó especial atención al mundo del cine, dictando en 1934 un nuevo reglamento cinematográfico, endureciendo la censura y controlando el componente ideológico de éstas. En palabras de Julián Echazarreta se prohibieron de una manera especial los guiones que fuesen  contra el espíritu de los tiempos o contra la sensibilidad nacionalista y se cuidaba que estos filmes reflejasen el espíritu nazi y que sus productores perteneciesen a la raza aria.

La propaganda llevada a cabo mediante de carteles fue de lo más exuberante. A continuación podéis ver dos de los muchos que el régimen nazi utilizó para concienciar a la población sobre los peligros que presentaba el judío en la sociedad germana, ligándolo al comunismo internacional. El objetivo principal de este tipo de exposiciones fue impulsar el odio hacia este grupo social a través del miedo.


El régimen nazi en general y Goebbels en particular impulsó una serie de exposiciones propagandística desde los años treinta, mediante la cual buscaban a través de mecanismos de socialización violenta, impulsar la marginalidad y la eliminación del otro, exaltando, a su vez, los valores arios frente a estos supuestos enemigos del régimen.

Además  de la agudeza del impacto visual, fue esencial la emergencia de nuevos actores sociales para el régimen social único, como fueron los adolescentes y los jóvenes. El encuadramiento propagandístico del régimen nazi es proyectado por la famosa hitlerjugend y así se hacía notar en un fragmento de la Ley sobre Juventudes Hitlerianas que podemos leer a continuación;



“De la Juventud depende el futuro del pueblo alemán. La juventud alemana reunida debe, por ello, encontrarse preparada para sus futuros deberes para con el pueblo. Por tanto el Gobierno del Reich ha dado término al siguiente decreto, el cual será promulgado aquí:
1. Toda la juventud alemana que se encuentre dentro del Reich estará unificada en las Juventudes Hitlerianas. 2. Toda la juventud alemana, además de ser criada en la familia y en la escuela, será educada en las Juventudes Hitlerianas física, intelectual y moralmente en el espíritu del nacionalsocialismo para el servicio del pueblo y de la comunidad. 3. La misión de educar a la totalidad de la juventud alemana por medio de las Juventudes Hitlerianas se encomienda al líder del Reich para la Juventud Alemana en el NSDAP. Él es el Líder de las Juventudes del Reich, por eso tiene el puesto asignado de una autoridad del Gobierno con sede en Berlín, bajo la inmediata dependencia del Führer y Canciller del Reich. 4. Todas las regulaciones necesarias para la ejecución y consumación de esta ley serán promulgadas por él. 
Führer y Canciller del Reich Berlín, 1 de diciembre Firmado: Adolf Hitler y Doctor Lammers 
 
En: MacNab, Chris; El Tercer Reich, Libsa, 2010”. 

Lo que parece claro es que el principal elemento propagandístico del régimen, fue la personificación de Hitler y los discursos que pronunció durante la segunda mitad de los años 20 y principios de los 30, ya que tanto él como Goebbels supieron adaptar cualquier propaganda del pasado a las necesidades de sus tiempos, estimulando, en buena parte, el auge del nazismo en Alemania.



Bibliografía:

Heis Emanuel, F. “Las Juventudes Alemanas y el problema Psico-sociológico de la formación de Identidad y pertenencia” en XIX Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Universidad de Cuyo, Mendoza, 2013.

Montero, J. “Para captar alemanes. La propaganda nazi en la España de la Segunda República mediante películas (1933-1936)”, Comunicación y sociedad, Vol. XX, nº 2 (2007), 111-131,
Montes Pérez, C. “Cuerpos representados, cuerpos dominados. Poder y representación en los carteles de propaganda nazi”, Thémata. Revista de Filosofía, nº46 (2012), 707-716.

Moreno Cantano, A. y López Zapico, M. “Propaganda del odio: las exposiciones anticomunistas en el Tercer Reich”, Historia y Comunicación Social, Vol. 19 (2014), 171-192.

Pineda Cachero, A. “Orígenes históricos-conceptuales de la teoría de la propaganda nazi”, Revista Historia y Comunicación Social, nº 12 (2007), 151-176.
Imágenes:


Juventud al servicio del Führer:
http://anafrank.educ.ar/archivos/popup1-2-1.html


Oficiales del mañana:
http://www.taringa.net/posts/imagenes/11107615/Carteles-Propagandisticos-de-la-Segunda-Guerra-Mundial.html


Posters de la exposición Bolschewismus ohne Maske:
Moreno Cantano, A. y López Zapico, M. “Propaganda del odio: las exposiciones anticomunistas en el Tercer Reich”, Historia y Comunicación Social, Vol. 19 (2014), 171-192.


martes, 14 de junio de 2016

Franco y las conspiraciones judeomasónicas contra España

No son pocas las perspectivas desde las cuales se ha tratado la relación entre el régimen franquista y la masonería española. Durante el régimen (1939-1975) las continuas menciones por parte del caudillo a la masonería como una amenaza política, económica y religiosa para España, convencieron a muchas de las personalidades más apegadas al dictador. Tras la muerte de Franco se publicaron muchos estudios que el régimen habría vetado, entre ellos los que trataban de la llamada amenaza judeomasónica-comunista, arrojando bastante luz sobre estos temas, que el franquismo había convertido en centrales. En la actualidad muchos de estos estudios aún tienen vigencia, en especial los realizados por José Antonio Ferrer Benimelli, por lo que tras una enorme producción en las décadas de 1980-90, se han dado prácticamente por cerrados.


El compás y la escuadra, uno de los símbolos masones más conocidos

La masonería para Francisco Franco Bahamonde fue una obsesión mucho antes de ser caudillo de España, por ello una de las cuestiones enigmáticas sobre su figura era si en algún momento Franco había sido rechazado de una logia masónica, momento a partir del cual se obsesionó por acabar con todas ellas. Sin embargo esto no está lo suficientemente probado, ni siquiera es un dato que nos sea especialmente relevante para explicar su fijación con la “amenaza masónica”. Para Franco, los masones eran la causa de la decadencia histórica y la degeneración política de España, como así escribía en el diario “Arriba” en 1946:

Desde que Felipe Wharton, uno de los hombres más pervertidos del siglo, fundó la primera logia de España hasta nuestros días, la masonería puso su mano en todas las desgracias patrias. Ella fue quien provocó la caída de Ensenada. Ella, quien logró la expulsión de los jesuitas, quien forjó los afrancesados, quien minó nuestro imperio, quien atizó nuestras guerras civiles y quien procuró que la impiedad se extendiera. Ya en nuestro siglo, la masonería fue quien derribó a Maura y quien se afanó a la monarquía y, finalmente, quien se debate rabiosa ante nuestro gesto actual de viril independencia ¿Cómo se nos puede negar el derecho de defendernos de ella?


Periódico El Español, publicación de 1943 hablando sobre la masonería.


Además, según Franco, la lista de masones era interminable y abarcaba desde su propio hermano, Ramón Franco, hasta generales del ejército como Aranda, Ovilo y Cabanellas, o personalidades como don Juan de Borbón, el duque de Alba y el infante Alfonso de Orleans. La sociedad española parecía estar impregnada de la masonería y por ello se necesitaba una cruzada para acabar con ella entre otras cosas que empezó en 1936 y que no terminaría hasta la muerte del dictador en 1975. Franco admiraba la contundencia con la que se venían persiguiendo a los masones y judíos en la Italia de Mussolini y en la Alemania nazi que se habían iniciado en 1925 y 1933 respectivamente en estos territorios.


Francisco Franco Bahamonde

El levantamiento militar no tardaría en pronunciarse contra la masonería oficialmente, fue en 1936 con la toma de Santa Cruz de Tenerife cuando se decretó el requisamiento de los archivos y las bibliotecas masónicas. Este fue el primero de muchos decretos franquistas contra la masonería como el de diciembre de 1938 cuando prohibió todos los símbolos masónicos. El 9 de febrero de 1939 en la redacción de la Ley de Responsabilidades Políticas, ponía a la masonería como un pensamiento fuera de la ley, y condenaba a todos los que habían sido masones hasta 1936 y no se hubieran retractado. En 1940 se implantan las máximas penas legales para las personas pertenecientes a logias masónicas o comunistas. Se prohibía la ocupación de cargos públicos y administrativos, y la creación de empresa a todo masón, judío o comunista, a la vez que se establecía la confiscación de sus bienes por el Estado en cualquier momento. Para que este control fuera efectivo se constituyó el Tribunal de Represión de la Masonería el 1 de marzo de 1940 que estuvo en vigor hasta 1963, cuando se sustituyó por el Tribunal del Orden Público por “no haber masones a quienes juzgar”.

Como hemos mencionado antes, durante el franquismo, el propio caudillo se ocupaba de escribir en contra de los judeomasones-comunistas que supuestamente ponían en peligro a la patria. Publicaba artículos como el fragmento que os hemos mostrado antes y que recopiló en un libro llamado Masonería en 1952 bajo el pseudónimo de Jakin Boor, en los que hacía constantes alusiones a esa conspiración internacional contra España y el régimen franquista en términos parecidos a estos:

En la pérdida del imperio colonial, en la cruenta guerra de la Independencia, en las guerras civiles que asolaron España durante el pasado siglo, y en las perturbaciones que aceleraron la caída de la monarquía constitucional y minaron la etapa de la dictadura, así como en los numerosos crímenes de Estado, se descubre siempre la acción conjunta de la masonería y de las fuerzas anarquizantes movidas a su vez por ocultos resortes internacionales (BOE, 2 de marzo de 1940).


Libro Masonería, Jakin Boor


Otro de sus pseudónimos, con el cual escribió la novela Raza, fue Jaime Andrade. En esta novela Francisco Franco hizo conectar a los protagonistas buenos con los Austrias y a los enemigos de estos con los masones.


Libro Raza, Jaime de Andrade

El fantasma de la masonería era algo que parecía cercar constantemente al dictador, a lo que este debía responder con “castigo ejemplar y rápido”. Esto se tradujo en un baño de sangre que cubrió toda España más allá de la Guerra Civil (1936-1939), ser masón fue considerado “delito de lesa patria” con los consiguientes fusilamientos a todos aquellos que eran sospechosos, supuestas logias de todo el territorio español quedaron reducidas a números de muertos como la de Salamanca, Zaragoza o Trafalgar, donde se fusilaron a casi treinta personas en cada una. Por supuesto, como en toda redada de este tipo, entre los fusilados había personas que no eran masones, judíos, ni comunistas, y quizá nada tenían que ver con ellos.

En realidad la masonería no era un partido político, ni un sindicato, ni siquiera fue nunca un grupo de presión en España. A la masonería se le han atribuido ciertas ideas como la lucha contra el poder del clero y las doctrinas religiosas, contra la monarquía, el militarismo, etc. Sin embargo la práctica no solo en España, sino en otros países como Inglaterra, Francia o Italia, en muchas ocasiones demuestra todo lo contrario. La persecución contra la masonería por los líderes del levantamiento militar de 1936, hizo que la masonería se posicionara del otro lado y que justificara en muchas ocasiones por escrito o por declaraciones públicas unos ideales que no tenían por qué casar exactamente con los suyos, pero que tuvieron que hacer suyos en su posicionamiento político, tal y como se puede ver en el siguiente fragmento cuando a principios de 1937 los masones de Cataluña lanzaron este manifiesto al pueblo:

¿Por qué este odio del fascismo contra la francmasonería? Porque representa, en el orden de las ideas, la antítesis del fascismo. Porque sin ser un partido político, una religión, ni una asociación de clase, la francmasonería ha sido siempre un obstáculo formidable contra toda clase de tiranías, una barrera contra el falso nacionalismo fascista, el cual, bajo la apariencia de un patriotismo exaltado, encubre solamente los viles apetitos de un capitalismo sin entrañas y el afán de dominio de los que quieren mantener por la fuerza su dominio sobre las conciencias y acaparar todas las riquezas, apoyando sus privilegios, unos y otros en un militarismo incivil y despótico.

La afirmación de Franco a algo más de un mes de su muerte de que existía “una conspiración masónico-izquierdista en la clase política, en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social”, nos ayuda a hacernos una idea de que pese a las persecuciones, condenas, fusilamientos, incautación de bienes, y la propia afirmación en 1963 de que ya “no había masones a los que juzgar” que certificaba su aniquilación en el territorio español, Francisco Franco Bahamonde murió pensándose cercado por la que había sido su obsesión, la conspiración judeomasónica-comunista contra España.

Bibliografía

Ferrer Benimeli, J. A. “Franco y la masonería” en Fontana, J. (ed.) España bajo el franquismo, Barcelona: Crítica, 2000, 246-268.

Ferrer Benimeli, J. A. (Coord.) La masonería en la España del siglo XX, Toledo: Universidad de Castilla la Mancha, 1996.

Alessandro Mola, A. “Masonería y política: una nueva cara del mito masonería-revolución. ¿La masonería tiene una ideología y “hace política”? ¿Los políticos fueron y son tales porque fueron masones y los masones siempre fueron hombres que tomaron partido?”, Studia Histórica Contemporánea, nº 23 (2005), 103-129.

Imágenes

Masonería:

https://todoestarelacionado.files.wordpress.com/2012/06/logo-escuadra-y-compas-masones.jpg

Franco:

http://vignette1.wikia.nocookie.net/althistory/images/7/7d/Franco_cabr%C3%B3nazo.jpg/revision/latest?cb=20150403212627&path-prefix=es

Masonería, Jakin Boor:

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Raza, Jaime Andrade:


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martes, 7 de junio de 2016

Resquiescat in Pace: sobre la vejez y la muerte en la Edad Media

…mientras la fuerza, la mente y el calor natural del cuerpo humano no estén debilitados o desfallecidos, la piel no se arrugará, pues la disminución del calor natural que se enfría y se reseca impide y altera la alimentación del cuerpo, lo que provoca el desgaste de la piel y arrugas. 

Arnau Vilanova, médico, teólogo y embajador del siglo XIII 

La esperanza de vida en la Edad Media era muy superior a lo que normalmente pueda pensarse, quizás debido a ese punto oscuro que en la historiografía se le ha dado siempre a este largo periodo de la Historia. Es imposible aproximar una cifra exacta, pues ésta varió dependiendo del siglo y del lugar (y habría que tener en cuenta también circunstancias especiales, como las epidemias), pero nunca sobrepasó los 60-65 años.
  
Puede decirse que la ancianidad estuvo considerada de distinta forma dependiendo de la etapa medieval en la que se viviera. Desde los siglos V al XI, periodo de muchos conflictos bélicos tanto internos como externos, los viejos tenían como mejor solución apartarse de la sociedad, ingresar en un monasterio si sus riquezas se lo permitían  (pues previamente debían hacerse donaciones). La familia no solía hacerse cargo de las personas mayores, que dejaban de tener autoridad cuando perdían su fuerza física. Por ello, si eran pobres y no podían trabajar, quedaban relegados a la marginalidad.  

Entre los siglos XII y XIII se vive un periodo de reflexión sobre la etapa de la vejez: se es consciente de ella y su carácter ineludible, y se busca la forma de retrasar su llegada. En algunos fueros comienza a existir una normativa que hace que los hijos deban ocuparse de los padres si tienen capacidad económica para ello.
  
En los últimos años de la Edad Media, la ancianidad vive una etapa de contrastes. En los siglos XIV y XV, los ancianos recobran su autoridad debido a la gran cantidad de jóvenes que mueren con la peste. Los abuelos y las abuelas tienen un gran protagonismo en la vida diaria de las familias y son vistos como una fuente de experiencia, una cualidad muy valorada en una época en la que prácticamente nada quedaba por escrito. Por otro lado, la literatura y la moda se encargaban de desvalorizar la vejez, pues todo lo joven y nuevo primaba y, aunque la mayor parte de la sociedad eran llevados a cabo por personas de cierta edad gracias a su experiencia, la glorificación a la juventud era continua. 

El triunfo de la muerte, Pieter Brueghel el Viejo. 1562 

El medievalista Robert Fossier apunta un dato muy interesante sobre los hombres ancianos en la Edad Media, y es que existen algunos vestigios de efectivos militares por los que se puede constatar a principios del siglo XIV más de un 10% de hombres de guerra sexagenarios, argumento con el que defiende que la vejez no era un estado de inutilidad completa en la etapa medieval.  

La hora de la muerte tenía una enorme importancia, por lo que las personas sanas de edad considerable recurrían a todo tipo de rituales que les permitiera conocer cuándo les llegaría la hora (adivinos, necromancia o astrología). Esto era debido al miedo que se tenía a la “mala muerte”, es decir, un final repentino de la vida en el que no haya dado tiempo a realizar ciertos trámites de preparación, como podían ser el pago a la iglesia para garantizarse el poder cruzar las puertas del cielo, que solo los ministros de Dios podían abrir, o la compra de la garantía de ser admitido como monje justo antes de morir o de reposar entre religiosos o incluso en el santuario. En muchas ocasiones, eran los mismos monjes quienes se dedicaban a ir por las casas de los moribundos para “venderles”, de alguna forma, estos privilegios.  

Existían en el medievo ciertas formas de morir por las que ningún cristiano podría llegar al cielo. Estos eran los casos de las muertes brutales (por el motivo explicado en el párrafo anterior), aunque en estos casos eran una excepción los fallecidos en combate, pues normalmente habría sido bendecido, habría comulgado y confesado antes de ir a la batalla; los criminales condenados a morir, que en la mayoría de los casos hacían propósito de enmienda honorable y la Iglesia los dejaba ir al patíbulo con la conciencia en paz; las muertes de los recién nacidos, que aguardaban en el limbo; y los suicidas, que no eran perdonados bajo ningún concepto y cuyos cuerpos eran arrastrados por el suelo y colgados públicamente (por lo que si la familia del fallecido podía esconder el motivo real de la muerte, lo hacía).  

El suicidio era especialmente grave porque, según el cristianismo, los humanos somos seres creados por Dios, y estamos destinados a cumplir un ciclo completo. Por ello, el fallecido morirá condenado y nunca podrá descansar en el mundo de los muertos. Tampoco eran enterrados con el resto de los fallecidos.  

Normalmente, la gente tenía miedo de los espíritus de las personas que habían sufrido una “mala muerte”, pues se pensaba que al no poder “descansar en paz” éste tendía a querer salir de su enterramiento, por lo que se idean una serie de métodos para que no pudieran salir, como fijar los cadáveres a las tumbas o ponerles obstáculos.  

El cuerpo del difunto era inhumado, y casi nunca embalsamado. Los pobres eran envueltos en un simple paño, los ricos eran enfundados en uno de los mejores trajes que poseyera, pero en ningún caso se enterraba desnudo. Normalmente, se enterraba directamente sobre la tierra, sin ningún tipo de féretro, y si lo había solía ser de piedra. La cremación quedó descartada en esta época (exceptuando el caso de los condenados a la hoguera, cuyas cenizas se dispersaban), y la costumbre de enterrar a la persona con objetos (armamento, pequeños muebles, adornos o monedas) desapareció con las reformas gregorianas a finales del siglo XI. 

Las tumbas de los ricos solían ser vistosas, con grandes losas y en algunos casos, con estatuas. Las de los pobres eran simples inscripciones de sus nombres en pequeñas lápidas.  

A los vivos, solo les quedaba orar: no solo para recordar a sus familiares fallecidos, sino para que intercediesen por ellos allá donde estuvieran, y para ayudarlos a descansar en paz.  

BIBLIOGRAFÍA 
Bueno Domínguez, M. L., Espacios de vida y muerte en la Edad Media. Salamanca: Editorial Semuret, 2001.  
Fossier, R., Gente de la Edad Media. Madrid: Taurus, 2008, 138 – 150. 
Fossier, R., La sociedad medieval. Barcelona: Crítica, 1996.  


IMÁGENES