martes, 26 de enero de 2016

Fernando el Católico y Cataluña: Bases de un sistema plurinacional y policéntrico


La llegada al trono de Fernando II de Aragón estuvo precedida de unos años especialmente turbulentos en Cataluña durante el reinado de su padre Juan II, en lo que se ha llamado guerra civil catalana (1462-1472), la cual tuvo connotaciones no sólo políticas, sino también económicas y comerciales. Esta guerra se desarrolló en un contexto que no se solucionaría con la resolución del conflicto, sino que llegaría hasta los primeros años del reinado de Fernando (1479-finales de la década de 1480) los cuales estuvieron muy condicionados por la búsqueda de una estabilidad política en el sistema aragonés y los aparentes deseos subyacentes de poder ligar las coronas de Castilla y Aragón bajo el reinado de los Reyes Católicos.

En esta empresa, Fernando el Católico tendrá que apoyarse en los grupos conservadores dentro del Principado, algo que facilitó la resolución del problema de la estabilidad, pero que alejó la idea de un horizonte político unido con Castilla, ya fuera ésta una pretensión real o no del rey de Aragón.

Además de las reformas de carácter político e institucional que abordaremos a continuación, una de las más importantes aportaciones de Fernando el Católico a la vida cotidiana de los catalanes fue la Sentencia de Guadalupe, que en 1486 liberaba a los payeses de remensa (personas que trabajaban y cultivaban la tierra de un señor determinado al que servían por herencia y no por voluntad propia) de sus obligaciones para con los señores, dándoles la opción de pagar para que dejaran de estar atados a las tierras que trabajaban. Esta sentencia rompió con la dinámica de protestas que las antiguas ataduras habían provocado desde un siglo atrás, y se convirtió en el código rural de Cataluña durante los siglos posteriores.

En lo institucional, Fernando el Católico estableció el sorteo de los cargos públicos tanto en la Generalitat como en el gobierno de Barcelona. Por otro lado, lejos de seguir la tendencia absolutista y homogeneizadora que junto a Isabel estaba realizando en Castilla, aceptó en las Corts catalanas de 1480-1481 las constituciones catalanas, fundamento tradicional del sistema constitucional medieval de Cataluña, por el que el rey debía estar presente en las cortes y someter a votación las iniciativas que implicaran a los distintos territorios aragoneses. Merece especial mención la llamada constitución de Observança, por la que el rey, no sólo reconocía las limitaciones de su poder, sino que además aceptaba la apertura de un procedimiento legal por parte de la Generalitat en el caso de que él, o cualquiera de sus funcionarios, atentara contra los fueros catalanes en algún punto.

De esta forma el territorio catalán y, en realidad todos los territorios de la Corona de Aragón, se administrarían con sus propias normas y estatutos locales, haciéndose cargo del cobro de impuestos y guardando celosamente el cumplimiento de los fueros, en una actitud vigilante hacia el rey y sus subordinados. Con estas concesiones Fernando consiguió la pacificación de los territorios catalanes, necesaria por otra parte para la tarea de gobierno que desarrollará en Castilla junto a su esposa Isabel. La revitalización de las cortes aragonesas hizo que desde este punto todos los reyes de Castilla que quisieron gobernar también en Aragón entre los siglos XVI y XVII debieran aceptar primero las constituciones.

La política institucional de Fernando el Católico se vio configurada también por sus largas estancias en Castilla, donde pasaba la mayor parte del tiempo, algo que imposibilitaba la presencia del rey en las cortes. Ante esto, Fernando se apoyó en otra de las instituciones tradicionales aragonesas: el virreinato.

El virreinato consistía en el nombramiento de un “familiar” del rey (aunque después muchos no fueron familiares sanguíneos, simplemente personas de su confianza) que asistía a las cortes del territorio y actuaba como representante del rey en las cuestiones locales mientras este estuviera ausente.


Fernando II de Aragón pasó menos de 4 años de los 37 que reinó en sus territorios aragoneses, lo que le obligó a establecer virreinatos en Aragón, Cataluña, Valencia y, por supuesto, Nápoles, todos ellos con instituciones y leyes propias. Fernando conectaba con los distintos territorios a partir de la Curia Regis, un consejo real en el que había un tesorero y un representante de cada territorio de la Corona, a través del cual el rey recibía y daba las instrucciones a los virreyes. Este hecho reforzó aún más la autonomía de los diferentes territorios aragoneses y también de los virreyes que fueron muy celosos de los nuevos privilegios que se les otorgaban.

Podríamos pensar que esto sólo afectó a una parte de los reinos de los Reyes Católicos y posteriormente del imperio que heredaron Carlos V y Felipe II, puesto que las cortes de Castilla siempre se mostraron más permisibles con las políticas de los distintos reyes. Sin embargo, los virreinatos se establecieron desde muy pronto en los territorios coloniales, donde la autonomía era mucho mayor debido a la distancia y al desconocimiento que tenían los monarcas sobre las nuevas tierras. Pero también se trataba de forma local a los territorios borgoñones y ni que decir tiene de los distintos principados que formaban el Sacro Imperio. Incluso, con la unión de las coronas hispánica y portuguesa, ante la ausencia de Felipe II en las cortes de Portugal se estableció un virreinato, para el cual no existía la excusa de la distancia.

La necesidad de entender y tratar a cada territorio como unidades políticas, culturales y económicas diferentes, hizo de los reinos de los Reyes Católicos y posteriormente del imperio de los Habsburgo, una realidad política policéntrica, en tanto y en cuanto el poder estaba gestionado desde muchos centros distribuidos por los distintos territorios; y plurinacional, que contrastaba con los modelos estatales coetáneos francés o inglés. Precisamente el trato de estas particularidades de forma heterogénea y desde lo local dotó, entre otras cosas, de una estabilidad añadida a cada uno de los territorios que conformaban el sistema de la Monarquía Hispánica.

Bibliografía

Elliot, H. J. La España Imperial (1469-1716), Barcelona: Vicens Vives, 1969.

Heers, J. Occidente durante los siglos XIV y XV, Barcelona: Nueva Clío, 1968.

Lynch, J. (dir.), Monarquía e Imperio: El reinado de Carlos V, Madrid: El País, 2007.

Imágenes

Los Reyes Católicos en sus tronos: Lynch, J. (dir.), Monarquía e Imperio: El reinado de Carlos V, Madrid: El País, 2007, 34.

El rey Fernando y el príncipe Juan: Lynch, J. (dir.), Monarquía e Imperio: El reinado de Carlos V, Madrid: El País, 2007, 48.

Mapa de las coronas de Castilla y Aragón: Kinder, H., Hilgemann, W. y Hergt, M., Atlas histórico mundial: De los orígenes a nuestros días, Madrid: Akal, 2011, 192.

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