martes, 12 de enero de 2016

La Inquisición Española como instrumento de la Monarquía. Estructura y objetivos de la institución


"La finalidad primera del proceso inquisitorial y de la condena a muerte no es salvar el alma del acusado, sino procurar el bien público y aterrorizar al pueblo"
Francisco Peña, tratadista del derecho penal inquisitivo, s. XVI



Escudo de la Inquisición Española

La idea generalizada de que la Inquisición fue una creación de los Reyes Católicos es errónea. El primer tribunal fue creado en Francia para combatir la herejía albigense (una de las más conocidas de la Edad Media, originada en el siglo XII, que tuvo su foco central en Occitania, más concretamente en la ciudad de Albi, de ahí su nombre). En el siglo XIII, el papa Gregorio IX creó la Inquisición Pontificia (que dependía completamente del papa), que se estableció en varios reinos cristianos europeos durante la Edad Media. A mediados del siglo XV, esta institución se encontraba prácticamente desaparecida.

Numerosos conversos habitaban en el territorio de los Reyes Católicos, convertidos por las constantes represiones a las que estaban sometidos. Los monarcas tenían la intención de convertir su reino en algo totalmente homogéneo, ya que veían todo atisbo de diversidad religiosa como un futuro problema de conflictividad social, algo que podría alterar el “orden”. Sin embargo, era algo bastante frecuente encontrar a conversos que, en secreto, seguían practicando su fe original (llamados judaizantes, moriscos o marranos, pues marraban la fe).

Para reprimir estos hechos, el Papa Sixto IV emitió en 1478 una bula (Exigit sincerae devotionis affectus) por la que se permite nombrar inquisidores en los territorios de la Monarquía, aunque esto no se lleva a cabo hasta 1480, fecha en la que nace oficialmente la Inquisición Española.

Tomás de Torquemada fue el primer Inquisidor General. A él se deben las primeras normas basadas en la Inquisición Medieval (Episcopal). Sin embargo, el Tribunal tuvo que adaptarse y tomar medidas diferentes a lo largo de su existencia. Para estos ajustes se realizaban las Acordadas, gracias a las cuales podemos observar los cambios que tuvo la institución a lo largo de los siglos.


Tomás de Torquemada

Viendo la enorme cantidad de condenas que se ejecutaron en los primeros años, Sixto IV decide cancelar la bula, dejando el poder únicamente a los obispos. Sin embargo, Isabel y Fernando no parecen estar de acuerdo, por lo que, tras una serie de negociaciones, la enorme influencia de los Reyes hace que el pontífice se someta finalmente a su voluntad y todo quede como al principio. Por esto, la Inquisición, que parecía ser una institución, en principio, a cargo del Papa (y así era formalmente), queda totalmente bajo dominio de los Reyes Católicos, quienes son los encargados de nombrar la formación corporativa de los tribunales (incluyendo la designación del Inquisidor General) y los utilizarán como uno de los instrumentos políticos más eficaces.  

El vínculo del Consejo de Castilla con el Consejo Supremo de la Inquisición (que se encargaba, entre otras cosas, de la supervisión de los tribunales provinciales y de las causas más graves de condena) era orgánico, pues dos miembros del de Castilla asistían a sesiones del Consejo Supremo de la Inquisición. Es decir, los Reyes Católicos conocían desde dentro el funcionamiento del sistema y sus consejeros conocían personalmente a los inquisidores de provincias. Además, algunos de los miembros de la Suprema a lo largo de la vida de la institución inquisitoria llegaron a formar parte del Consejo de Castilla, lo cual revela su profunda relación.

Los objetivos principales de la Inquisición se pueden resumir en tres preceptos: la defensa de la fe católica, la eliminación de las desviaciones heterodoxas y el combate contra la herejía. A la llegada de Carlos V, los conversos ya no eran un problema de relevancia (los judíos fueron expulsados u obligados a la conversión en 1492 y los musulmanes en 1502) y los tribunales pasaron a ser una herramienta indispensable para luchar contra los brotes de protestantismo en los territorios de la Monarquía Hispánica. Herejes fueron considerados, además de los protestantes, las brujas, los bígamos, los sacerdotes homosexuales y los blasfemos.

El método de captura de personas que cometían cualquiera de estas anteriores “fechorías” se llevaba a cabo mediante denuncias anónimas. En las acusaciones también colaboraban los llamados “familiares” de la Inquisición, que formaban algo parecido a una red de espionaje anónima que informaba al tribunal de todo lo que pudiera interesarle (sus miembros no solo poseían certificados de limpieza de sangre, algo fundamental en la época con respecto al prestigio social y a la hora de llevar a cabo ciertas funciones, sino que tenían claros privilegios, como la opción de portar armas). Una vez retenido el sujeto, que tenía derecho a tener un abogado y a un juicio, se le interrogaba en varias ocasiones (incluyendo métodos de tortura) antes de recibir su veredicto final.

Cuando la sentencia era condenatoria, el implicado debía de participar en una ceremonia llamada Auto de Fe, que solemnizaba su retorno al seno de la Iglesia y su castigo como hereje. En principio, estas ceremonias no suscitaban demasiado interés, pero con el tiempo, fueron convirtiéndose en una especie de espectáculos multitudinarios de ambiente festivo. Solían celebrarse en las plazas mayores de las ciudades.


Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid, Francisco Rizi

Un aspecto importante de la institución a tener en cuenta es su auto financiación, a base de la confiscación de bienes, por lo que a más condenas impuestas, más fuerte y rica se hacía la Inquisición. Las familias de los condenados, no solo tenían que perder todas las posesiones de éste, sino que quedaba “manchada” de forma perpetua.

La Inquisición fue, bajo la premisa de la limpieza del alma y la vuelta al camino correcto, un instrumento político, una forma de vigilancia de modo de policía del estado y, en resumen, uno de los pilares de la Monarquía Hispánica en todos sus territorios.


BIBLIOGRAFÍA

Belhmaied, H. “La Inquisición española y la expulsión como castigo a los moriscos”. Clio y Crimen 10 (2013): 499 – 514.
García de Cortázar, J. A. y Sesma Muñoz, J.A., Manual de Historia Medieval. Madrid: Alianza Editorial, 2011, 459.
García Oro, J., Historia de la Iglesia, Vol. III. Madrid: Sapientia Fidei, 2005. 137-146.
Jedin, H., Manual de Historia de la Iglesia, Vol. IV. Barcelona: Biblioteca Herder, 1985. 797-806.
Sciuti-Russi, V. “La Inquisición Española en Sicilia”. Studia Historica, Historia Moderna 26 (2004): 75, 76.
UNED, “La Herejía Albigense”. http://www.uned.es/temple/albigense.htm (Consultado el 10-1-2016)

0 comentarios:

Publicar un comentario