martes, 24 de enero de 2017

La casa como forma trascendental del espacio en Grecia

Decía el oscuro Heráclito que “con el fuego tienen intercambio todas las cosas, tal como con el oro las mercancías y las mercancías con el oro”. Lo cierto es que, en el contexto griego, la importancia del fuego es incuestionable. Como atestiguan las diversas versiones del mito de Prometeo, a través del hogar descienden la sabiduría, las artes y la palabra, pero también sube el humo de las ofrendas con el que los hombres se ganan el favor de los dioses; de este modo, el fuego es la divisa fundamental en el comercio entre el cielo y la tierra. Como centro de la vida doméstica, el hogar despliega el espacio civilizado en el que habitan los hombres, separándolo del resto de la geografía y dotándolo de un carácter radicalmente distinto al mundo exterior donde habitan las fieras y las almas de los accidentados. Fuera de ese espacio que el hogar abre entorno a sí, no rigen las costumbres, que nos confirman a través del tiempo, y la presencia de los dioses se vuelve un enigma. Este artículo pretende ilustrar, en qué medida, el símbolo del hogar puede ser entendido como el presupuesto fundamental que posibilita toda experiencia del espacio desde la antigüedad arcaica hasta los siglos del período clásico.


Prometeo lleva el fuego a la humanidad. Obra de Heinrich Friedrich Füger

Como hemos insinuado brevemente, la forma más elemental de organizar el espacio en el que se desarrolla la vida es la casa. En Grecia, el eje fundacional de la casa es el hogar. La casa era un ámbito femenino, y el fuego doméstico estaba divinizado bajo la figura de Hestia, una diosa ajena al panteón olímpico, pero no por ello menos importante en el contexto de la religiosidad privada. En torno al fuego y delimitado por los muros, se abre el espacio arrebatado al caos, una forma cualitativamente diferenciada del resto del espacio, capaz de prescribir nuestra conducta y en el cual se ingresa a través de complejos ritos de paso. Todos los miembros de la casa han circunvalado el fuego en alguna ocasión, señalando así su pertenencia a la familia. El fuego es el vínculo físico entre los miembros de una casa, y así, cuando alguien muere, es común en muchos sitios la renovación del fuego que sirvió al muerto. Pero la identificación del fuego y el clan queda magníficamente atestiguada por la lengua que hablaron aquellas gentes, y en griego, la palabra para designar a la familia es epistion, es decir, “aquello que está junto al hogar”.


Representación de Hestia ("Hestia Giustiniani"). Copia romana de un original de bronce griego del 470 a. C.

Bosquejados los aspectos semánticos más elementales en torno a la casa, quizá ya estemos preparados para dirigirnos hacia la meta verdadera de esta exposición, y así, debemos ahora considerar, en qué medida, la experiencia del espacio posibilitada por el fuego domestico sirvió para configurar geografías más complejas y formas de espacialidad cada vez más elaboradas.

Con el paso de una estructura socio-política basada fundamentalmente en la familia a una estructura fundada en la agrupación de antiguas tribus, la imagen del espacio domestico será redimensionada a fin de adaptarse a las necesidades de esa nueva colectividad. Del mismo modo que los miembros de una casa habitan el espacio en torno a un fuego común que sella sus relaciones con el oren sagrado, también la polis requiere de un fuego capaz de agrupar en torno a sí a todas las facciones de esa nueva comunidad; es por ello que las florecientes ciudades colocaron un fuego en el Pritaneo o en un templo sobresaliente. Los márgenes de la polis cuyo centro espiritual es el fuego siempre ardiente, dibujaban el espacio civilizado, y opuesto dialécticamente al espacio exterior donde no rigen las leyes capaces de someter a medida la avalancha informe de lo real. De este modo, se establecía una analogía simbólica entre el Estado y la “casa”, y la estructura del espacio domestico era proyectada al nivel macro-cósmico del espacio cívico.  

Pero esa correspondencia entre el Estado y la casa posee un último desarrollo con el que habremos de ir cerrando esta exposición. Como sabemos, los griegos llegaron a considerar el fuego de Delfos como el “hogar común de toda Grecia”. Lejos de ser casual, ese hecho realza la coherencia de la idea que aquí tratamos de perseguir.  A la hora de interpretar esa afirmación, debemos tomar en consideración que el término que aquellas gentes emplearon para referirse a su ajetreada empresa “colonizadora” es apoikia, o lo que es lo mismo, el “traslado de la casa”. Si además tenemos en cuenta que antes de partir hacia una nueva aventura ultramarina, los colonos debían consultar el oráculo en Delfos, y llevar consigo el fuego de la metrópoli hacia el nuevo emplazamiento a modo de acto fundacional, nos es lícito suponer que también aquí las geografías más remotas y su relación con la Hélade están configuradas bajo la estructura simbólica de una casa.

Como en un juego de muñecas rusas, esa forma elemental de representar el espacio fue reinterpretándose a lo largo de los siglos. Proyectada sobre una dimensión espacial cada vez más extensa, la simbología del hogar progresa a través del tiempo, y conserva simultáneamente cada una de las figuras anteriores de su desarrollo. Una misma simbología va generando ecos de mayor amplitud: de la casa a la polis y de la polis al mundo helenizado. El hogar puede ser así entendido como la categoría fundamental que permite comprender toda experiencia posible del espacio; así, bajo el símbolo de la casa, los griegos fueron elaborando modos de interpretar su situación en el mundo cada vez más complejos.

Bibliografía

Burkert, W., Religión Griega. Madrid: Abada Editores, 2007.
Espejo Muriel, C., Grecia: sobre los ritos y las fiestas. Granada: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada, 1995.
Gómez Espelosín, F.J., Introducción al mundo griego. Alcalá de Henares: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, 1995.


Sobre el autor:


Javier Salguero
Licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla, tras lo que realizó el Máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato en la misma Universidad. El pasado año, cursó el Máster en Religiones y Sociedades de la Universidad Pablo de Olavide y la Universidad Internacional de Andalucía. Actualmente, es miembro del Observatorio de Religiones Comparadas de la Universidad de Sevilla. 

0 comentarios:

Publicar un comentario