Washington y La Fayette
Militar,
político, revolucionario y aristócrata. A lo largo de la historia han existido
numerosos hombres y mujeres que por méritos propios destacaron por encima del
resto de sus coetáneos, pero pocos personajes han brillado tanto como uno de
los franceses más universales. Lo
cierto es que Marie-Joseph Paul Yves Roch Gilbert du Motier (nombre real
del Marqués de La Fayette) fue alguien poco común, pues su valor,
su integridad y su defensa de los valores democráticos y liberales en tiempos
muy convulsos le harían ser respetado y
admirado tanto en Francia como en otros lugares muy lejos de su patria.
¿Quién fue el llamado
"Héroe de Dos Mundos"?
Gilbert
du Motier, nacido el 6 de septiembre de
1757 en la región de Auvernia (en el Alto Loira), era el heredero de uno de los linajes
nobiliarios más antiguos de la zona. Sus antepasados habían destacado
desde el Medievo en el arte de la guerra como excelentes militares
enfrentándose a innumerables peligros y enemigos, pero si bien la legendaria
valentía de la familia era conocida más famosa aún era su temeridad. Su tío
moriría en la Guerra de Sucesión Austriaca (1740-1748) y su progenitor, Michel, le dejaría huérfano de
padre al perder la vida en la Batalla de Minden (1759) que enfrentaría una vez más a Francia con Gran
Bretaña en el marco de la Guerra de los Siete Años (1756-1763).
Siendo poseedor de una enorme fortuna,
en 1768 el joven marqués fue llamado para vivir en París e integrarse en el
Collège du Plessis donde recibiría una esmerada educación. Su formación se
completaría con su ingreso en la
Academia de Versalles, donde desarrolló sus aptitudes para las artes
militares.
Aunque por entonces mostraba excelentes cualidades,
sus logros a una edad tan
temprana estuvieron relacionados con
los contactos familiares y un ventajoso matrimonio que le otorgó una
espléndida dote, el rango de capitán y el mando de una compañía en el
Regimiento de Dragones de Noailles. Sin
embargo, su valía se demostraría un poco más tarde cuando tomase la
determinación de participar en una de las revoluciones más importantes
del siglo XVIII: la Guerra de
Independencia de los Estados Unidos (1775-1783). No podemos saber con
exactitud el momento en el que La Fayette, un joven con inquietudes culturales
e ideológicas, decidiera seguir la estela de su padre; lo que sí sabemos es que
la oportunidad le llegó de forma repentina.
Tal y
como hemos mencionado anteriormente, su padre había luchado por Francia en la Guerra de los Siete Años. Dicha
confrontación había involucrado a la
mayoría de potencias de la época que, viendo afectados sus intereses, se habían visto implicadas en lo que era
una feroz lucha entre Gran Bretaña y Francia por la supremacía en Europa, la
India y América del Norte. Gran Bretaña, apoyada fundamentalmente por
sus colonias americanas, había resultado vencedora en un conflicto en el que Francia, muy a su pesar, era la gran derrotada. Una de las potencias
coloniales más importantes de Europa perdía
la mayor parte de sus territorios en ultramar en favor de un enemigo
que, fortalecido, no supo mantener su ventajosa posición.
Las
Trece Colonias de América habían aportando ayuda militar y económica a Londres
durante la guerra contra Francia, pero una vez finalizada la contienda las
colonias no vieron recompensado su esfuerzo. Siendo considerados ciudadanos de
segunda, los colonos vieron incrementar la presión fiscal sobre ellos a través
de lo que consideraban impuestos
absolutamente abusivos. El descontento generalizado, los ideales ilustrados y
la indiferencia del gobierno inglés ante sus protestas hicieron el resto. El
Motín del Té (1773) iniciaría el principio de una nueva guerra en donde
Francia tendría un papel decisivo, ya que desde un principio Luis XVI decidiría apoyar la rebelión dotando
a los colonos de hombres, armas y financiación. Su estrategia era clara: participando
indirectamente en la contienda vengaba la derrota francesa, pero también
alimentaba la esperanza de poder recuperar los territorios americanos perdidos.
A
pesar de que muchas investigaciones han intentado arrojar luz sobre este punto,
todas concluyen en que, independientemente de sus motivaciones más personales,
La Fayette pidió ser enviado junto a los destacamentos franceses que partirían
a América. Siendo desautorizado por el rey y reprendido por su propia familia,
La Fayette sería enviado a Londres para apaciguar los ánimos de un Jorge III
que amenazaba con una nueva guerra si Luis XVI prestaba auxiliaba a las
colonias. Con la determinación de viajar hacia América, a su regreso el
aristócrata siguió en contacto con
algunos rebeldes y compañeros de armas para preparar su marcha a Marsella. Desde
esa ciudad partiría al Nuevo Mundo en abril de 1777 para llegar a su destino
dos meses después. Inexperto pero deseoso de participar en un conflicto que
representaba para él la lucha por la libertad, se lanzaba a la aventura con
apenas 19 años.
Desde
su llegada La Fayette se reveló como
alguien indispensable. A su
formación militar se unía un
precario conocimiento del inglés (idioma que dominaría en poco tiempo) que favorecería la comunicación entre
los oficiales del Ejército Continental y los oficiales franceses reclutados.
Nombrado general mayor por el
Congreso Continental, pronto se
convertiría en uno de los hombres de confianza de George Washington.
Junto a éste el marqués participaría con
bravura en numerosos enfrentamientos, siendo en la Batalla de Brandywine donde demostraría su valor.
Herido gravemente en una pierna, conseguiría reunir y reorganizar las tropas
antes de permitir ser tratado, y ante su eficiencia Washington (comandante en
jefe del Ejército Continental) pediría que el francés fuera promocionado.
Después de un período de convalecencia, La
Fayette volvería a la lucha obteniendo el dominio de una división con la que
derrotaría a una fuerza enemiga en la Batalla de Gloucester.
La Fayette y uno de sus hombres
El
crudo invierno americano le serviría para entablar relación con sus hombres,
con los que confraternizaría. Impedido para realizar operaciones militares, en
Valley Forge se le instó a reunir fuerzas para un eventual ataque a Canadá. Si
bien no pudo, sí logró hacerse con el
apoyo de los Oneida. Y es que el Ejército Continental seguía teniendo
serias dificultades que solventar: al nulo conocimiento militar había que sumar
la baja calidad de su armamento y la inferioridad numérica. Por ello, La Fayette se esforzaría en establecer
colaboración con tribus nativas. Al mismo tiempo que llegaban noticias
que parecían confirmar la intervención de Francia y España en el conflicto, La
Fayette volvería a ponerse al frente de
una división cada vez más numerosa en diversos combates como la famosa Batalla
de Monmouth.
La
ayuda francesa una vez se materializase la alianza fue determinante. Después de un breve período en Francia donde
La Fayette intentó llevar a cabo una invasión fracasada a Gran Bretaña,
éste volvería a embarcarse hacia
América con la promesa del rey de refuerzos. A su regreso sería el enlace entre Washington y el general
Rochambeau, siendo La Fayette percibido como un elemento fundamental en
la revolución al imbuir de entusiasmo y valor a sus hombres. La participación
de Francia en el conflicto no desplazaría del todo a La Fayette, a pesar de que
las relaciones entre el aristócrata y
algunos líderes de las fuerzas navales y terrestres enviados por Luis XVI
fueron tirantes. La colaboración entre La Fayette y Rochambeau fue
fructífera, aunque no fácil. Con personalidades y visiones diferentes, el
marqués dejaría de liderar momentáneamente su división para desplazarse por diversas
ciudades en busca de refuerzos. Mayor entendimiento tendría con el Barón von
Steuben, con quien realizaría algunas ofensivas conjuntas a partir de 1881.
Objetivo de Cornwallis, el aristócrata francés se
mediría en fuerzas con su rival en la Batalla de Green Spring, en la Batalla
de los Cabos de Virginia y en la decisiva Batalla de Yorktown, donde
La Fayette tuvo un papel destacado.
Con la guerra a punto de acabar, retornaría a Europa siendo recibido en Francia como un héroe. Promovido a
mariscal de campo por el rey, trabajaría
junto a Thomas Jefferson para establecer acuerdos comerciales entre las
otroras colonias y Francia.
Retrato del Marqués de La Fayette
Finalizada
definitivamente la contienda, La
Fayette volvería a América en 1784 para visitar una gran mayoría de estados.
Allí, honrado y con numerosos
reconocimientos (entre ellos, ser declarado ciudadano natural "por
nacimiento" de los Estados Unidos), abogaría por la construcción de un estado de iguales. Durante el
resto de su vida siguió trabajando para que las relaciones entre Estados Unidos
y Francia fueran amistosas y no renunció a cultivar su camarería con hombres
tan notables como Franklin, Jefferson o Adams. Su muerte, el 20 de mayo de 1834
a los 76 años, sumiría en un profundo dolor tanto a franceses como a
estadounidenses.
Bibliografía:
Barnes, Ian, and Royster, C. The Historical Atlas
of the American Revolution, New York: Psychology Press, 2000.
Floristán, A. (Coord.). Historia Moderna Universal,
Madrid: Alianza Editorial, 2004.
Payan, G. Marquis de Lafayette: French Hero of the
American Revolution, New York: The Rosen Publishing Group, 2002.
Sánchez,
L. A. Historia general de América. Vol. 1: Editorial Ercilla, 1956.
Imágenes:
(1)
Portada e imagen 1: Aliados y amigos, La Fayette y Washington supieron
entenderse y trabajar juntos. El primero honró al americano poniendo a uno de
sus hijos su nombre (Georges Washington de La Fayette) y el segundo fue su
valedor durante la guerra, a pesar de tener algunas diferencias ideológicas.
(2)
Imagen 2: Legendaria sería la insospechada amistad del francés con algunas
personalidades. Además de sus relaciones con diversas tribus nativo americanas,
era un declarado abolicionista. Se uniría a la Sociedad de Amigos de los
Negros, donde defendería la igualdad en derecho para los negros libres.
Asimismo abogaría por la prohibición del
comercio de esclavos.
(3)
Imagen 3: A raíz de su fallecimiento, en Estados Unidos el Marqués de la
Fayette recibiría los mismos homenajes que George Washington. Si bien su figura
es más discutida en Francia, en suelo estadounidense sigue siendo un icono
revolucionario. Muchos monumentos y ciudades portan su nombre.
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Sobre la autora:
Romina Martínez
Licenciada en Historia por la Universidad de les Illes Balears (UIB), diplomada en Historia de les Illes Balears por la UIB y con el Máster de Formación del Profesorado (especialidad Geografía e Historia) por la misma universidad. Desde el 2012 colabora en diversos medios digitales que ha compaginado con la gestión de su propio blog llamado Tempus Fugit.
Fantástico trabajo...gracias por dejarme disfrutar de él.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por haberlo leído y por comentar,es un placer que te haya gustado.
EliminarSaludos ^^