“…cualquiera que sea su título para ello, no
se guía por la ley sino por su voluntad, y sus mandatos y actos no van
encaminados a la salvaguarda de las propiedades de su pueblo, sino a la
satisfacción de sus propias ambiciones, venganzas, apetencias o cualquier otra
pasión desordenada”. (John Locke).
De
esta forma definía John Locke a un tirano, a aquel al que se le podía derrocar
de su cargo público aunque fuera el mismísimo rey. Estas ideas fueron las que
defendieron otros tantos como él durante la llamada Revolución Gloriosa que
acabó con el reinado de Jacobo II en el 1688.
John Locke
Durante
los años posteriores las obras de Locke tuvieron una gran difusión por todo el
imperio, de forma que, a mediados del siglo XVIII todo intelectual
norteamericano leía y debatía sobre su pensamiento. Así, no sólo la metrópolis,
sino también las Trece Colonias Americanas bebieron de la influencia de estos
conceptos que tuvieron un enorme calado en la sociedad.
Por
ello, no es extraño que estas ideas marcaran el precedente para que los
“ilustrados” norteamericanos, después de la Guerra de los Siete Años y las
nuevas medidas políticas que el joven Jorge III estaba tomando en contra de la
autoridad de las asambleas coloniales, comenzaran a plantearse rebelarse y
desobedecer al rey.
Durante
la década de 1760 se comenzaron a escribir numerosos panfletos, cuyo primer
objetivo era poner por escrito la práctica política norteamericana para hacer
entender al Parlamento inglés hasta dónde llegaba su autoridad. Entre estos
panfletos estaba Rights of the British
colonies asserted and proved, de J. Otis, en el que decía que el parlamento
no podía imponer impuestos a ciudadanos no representados en él, apoyándose en
la common law y las cartas coloniales
como fuente de soberanía local y regional de las colonias. O el panfleto Rights of the colonies examined escrito
por Stephen Hopking, que sostenía que el parlamento sólo podía establecer los
impuestos derivados del comercio. También cabe mencionar la interesante
propuesta de Dickinson en su panfleto An
adress to the comitee of correspondence in Barbados, que decía que existían
dos tipos de soberanías: por un lado la del parlamento, la cual tenía las armas
suficientes para mantener el funcionamiento del imperio, como los impuestos del
comercio y algunos aspectos económicos, y por otro la de las asambleas
coloniales que se encargaban del resto de impuestos y, estas dos soberanías
estaban conectadas entre sí en la figura del rey.
Para
Inglaterra esto era inadmisible, ya que supondría un imperium in imperio, en realidad, era difícil exponer lo que hasta
entonces había sido la práctica en la teoría política, ya que eran competencias
que nunca se habían cuestionado. A letter
from a Gentlemen at Halifax (1765), de Martin Howard, respondía que
existían dos tipos de prerrogativas, una las personales que poseía todo inglés
y otras las políticas que no poseían las colonias, esta fue una de las
respuestas serias dadas desde la metrópolis, y se apoyaba en que los colonos no
podían acudir a la common law, sin
aceptar el Parlamento, pues ambas cosas parten de la constitución británica.
Todos
estos panfletos dieron lugar a un conjunto de literatura revolucionaria que
buscaba apoyo ideológico, fundamentos en los que basar su libertad y, como no
podía ser de otra forma, la influencia de Locke estuvo presente en cada uno de
ellos. En concreto Otis, aunque también Dickinson, Adams y el propio Jefferson,
redactaron multitud de panfletos en los que se indicaban una serie de
principios que estaban por encima del Parlamento y de cualquier institución
política, que eran la existencia de derechos naturales propios del iusnaturalismo. Así, Jefferson en su
escrito A summay view of th Rights of
British America, decía: “Norteamérica
es un pueblo libre que reclama sus derechos como derivados de las leyes de la
naturaleza y no como regalos de su primer magistrado”.
Aunque
toda esta literatura enfrentaba posturas muy enconadas y difíciles de
solventar, podemos observar cómo los norteamericanos no parecen querer una
ruptura con la metrópolis, sino todo lo contrario, querían preservar sus
privilegios dentro del imperio. Buena prueba de ello fue el resultado del
primer congreso continental norteamericano. Sin embargo, las imposiciones
fiscales y los debates políticos, llevados a cabo en los lugares de
socialización por antonomasia: los cafés, las tabernas y los clubs, fueron
creando un frente común a ambos lados del Atlántico, dificultando
paulatinamente el acercamiento de ambas posturas. De esta forma, no tardaron en
surgir ideas rupturistas en el seno de la sociedad norteamericana, con el
discurso clásico de los liberales radicales whig,
que desde el interior del imperio criticaban las políticas de Jorge III y las
formas de un gobierno déspota a su entender.
Algunos
de los representantes más ilustres de esta corriente crítica comenzaron a ver
en Inglaterra un sistema antiguo, corrupto y coercitivo que distaba mucho de
los ideales ilustrados. A la vez veían en su “nuevo mundo” una oportunidad de
recuperar el esplendor de las grandes repúblicas antiguas como Atenas y Roma,
ya que decían que aún los territorios americanos estaban limpios de la mancha
de las campañas electorales, las clientelas personales y los intereses
partidistas. En palabras de Franklin: “Cuando
considero la extrema corrupción que prevalece entre todos los órdenes sociales
de este viejo estado podrido, y la gloriosa virtud pública que predomina en
nuestra nueva patria, no puedo sino temer más daño que provecho de una unión
más estrecha”.
En
el segundo congreso continental en 1775, después de los sucesos de Lexington y
Concord, se organizaron milicias por todo el territorio y se puso al mando de
estas a George Washington. El rey al que le debían lealtad a cambio de su
protección parecía que más bien les
estaba declarando la guerra, cada vez había mayor presencia de tropas en el
territorio americanos y los ecos de que al otro lado del Atlántico el rey estaba
contratando mercenarios tampoco daban mucho aliento a los que hasta el último
momento prácticamente optaron por la vía del acuerdo.
En
estas condiciones se llegó a mayo de 1776, fecha en la que Thomas Paine, prende
la mecha con su panfleto “Common sense”,
este era una explosión de ideas que arremetían contra la Corona y el Parlamento
y, con las mismas, arengaba a las colonias hacia la guerra, que ya era
prácticamente una realidad. Sería en junio de ese mismo año cuando primero Virginia
y luego todas las demás elaboraran su constitución y se declararan
independientes del imperio británico:
“El sol nunca brilló
sobre una causa de mayor valor. No se trata del asunto de una ciudad, de un
país, de una provincia o de un reino, sino de un continente, de al menos la
octava parte del mundo habitable. No se trata del interés de un día, de un año
o de una época; es la posteridad la que está implicada prácticamente en la
contienda y resultará más o menos afectada, incluso hasta el fin de los
tiempos, por el proceso actual. Ha llegado el momento de la siembra para la
unión, la fe y el honor continental” (Thomas
Paine).
Common sense - Thomas Paine
El
4 de julio de ese mismo año, Thomas Jefferson terminó de redactar la Declaración
de Independencia de las Trece Colonias Unidas, declaración que no tiene
desperdicio y que compendiaba una serie de quejas y agravios, principalmente
hacia la Corona, con la que debido a no cumplir con su particular “contrato
social”, rompían irremediablemente.
A
la luz de la carga ideológica del momento, considero oportuno examinar
detalladamente la Declaración de Independencia en los siguientes párrafos para
concluir con esta aproximación ideológica.
Pintura de John Trumbull - La Declaración de Independencia
En
el siguiente párrafo se puede ver la influencia del iusnaturalismo racional,
haciendo referencia a los derechos naturales que Dios proporciona a su
creación. Además, como ya hizo Locke en sus tratados, se expondrán las causas
por las que rechazan la soberanía real en sus territorios:
“…tomar entre las
naciones de la tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la
naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al
juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la
separación.”
En
el siguiente fragmento hace alusión a la existencia de un contrato social, el
cual había sido quebrantado por una de las partes, y por tanto la obligación
moral del pueblo es restituir un gobierno que respete los derechos naturales:
“…que entre éstos están
la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos
derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes
legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma
de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho
a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos
principios…”
Para
terminar una alusión al rey tirano que definíamos al principio del presente
artículo como justificación de la ruptura entre el imperio y las colonias
americanas:
“La historia del
presente Rey de la Gran-Bretaña, es una historia de repetidas injurias y
usurpaciones, cuyo objeto principal es y ha sido el establecimiento de una
absoluta tiranía sobre estos estados.”
“… Él ha abdicado el
derecho que tenía para gobernarnos, declarándonos la guerra y poniéndonos fuera
de su protección…”
Estos
fragmentos y el resto de la Declaración de Independencia, bien podrían ser la
mejor síntesis de esta aproximación ideológica, de las ideas que apoyaron los
intereses de las Trece Colonias Americanas y la posterior transformación del
imperio inglés. Comenzaba con éxito la aplicación de unos ideales que aún
siguen presentes en muchos de los textos constitucionales actuales.
Bibliografía
APARISI
MIRALLES, A. La revolución
norteamericana; aproximación a sus orígenes ideológicos, Madrid: Centro de
estudios constitucionales, 1995, 96-98.
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MIRALLES, A “Soberanía, Constitución y Derechos en los orígenes de la
Revolución Norteamericana”, Anuario de
filosofía del derecho, XI (1994), 421-441.
BUBANK,
J. y COOPER, F. Imperios: una nueva visión
de la historia universal, Barcelona: Crítica, 2011, 323-335.
ELLIOTT,
J. H. Imperios del mundo atlántico:
España y Gran Bretaña en América, 1492-1830, Madrid: Taurus, 2006, 477-537.
PAUL ADAMS,
W. Los Estados Unidos de América.
Madrid: S. XXI, 1979, 16 – 18.
Webgrafía
Material
documental de la página oficial del Defensor del pueblo español, Declaración de independencia del 4 de
julio de 1776:
http://enclase.defensordelpueblo.es/MaterialDocumental/IndependenciaEstadosUnidos.pdf
Imágenes
www.wikipedia.org
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