jueves, 19 de enero de 2017

Corrupción, coerción y tiranía: aproximación ideológica a la Revolución de las Trece Colonias Americanas

…cualquiera que sea su título para ello, no se guía por la ley sino por su voluntad, y sus mandatos y actos no van encaminados a la salvaguarda de las propiedades de su pueblo, sino a la satisfacción de sus propias ambiciones, venganzas, apetencias o cualquier otra pasión desordenada”. (John Locke).

De esta forma definía John Locke a un tirano, a aquel al que se le podía derrocar de su cargo público aunque fuera el mismísimo rey. Estas ideas fueron las que defendieron otros tantos como él durante la llamada Revolución Gloriosa que acabó con el reinado de Jacobo II en el 1688.


John Locke

Durante los años posteriores las obras de Locke tuvieron una gran difusión por todo el imperio, de forma que, a mediados del siglo XVIII todo intelectual norteamericano leía y debatía sobre su pensamiento. Así, no sólo la metrópolis, sino también las Trece Colonias Americanas bebieron de la influencia de estos conceptos que tuvieron un enorme calado en la sociedad.

Por ello, no es extraño que estas ideas marcaran el precedente para que los “ilustrados” norteamericanos, después de la Guerra de los Siete Años y las nuevas medidas políticas que el joven Jorge III estaba tomando en contra de la autoridad de las asambleas coloniales, comenzaran a plantearse rebelarse y desobedecer al rey.

Durante la década de 1760 se comenzaron a escribir numerosos panfletos, cuyo primer objetivo era poner por escrito la práctica política norteamericana para hacer entender al Parlamento inglés hasta dónde llegaba su autoridad. Entre estos panfletos estaba Rights of the British colonies asserted and proved, de J. Otis, en el que decía que el parlamento no podía imponer impuestos a ciudadanos no representados en él, apoyándose en la common law y las cartas coloniales como fuente de soberanía local y regional de las colonias. O el panfleto Rights of the colonies examined escrito por Stephen Hopking, que sostenía que el parlamento sólo podía establecer los impuestos derivados del comercio. También cabe mencionar la interesante propuesta de Dickinson en su panfleto An adress to the comitee of correspondence in Barbados, que decía que existían dos tipos de soberanías: por un lado la del parlamento, la cual tenía las armas suficientes para mantener el funcionamiento del imperio, como los impuestos del comercio y algunos aspectos económicos, y por otro la de las asambleas coloniales que se encargaban del resto de impuestos y, estas dos soberanías estaban conectadas entre sí en la figura del rey.

Para Inglaterra esto era inadmisible, ya que supondría un imperium in imperio, en realidad, era difícil exponer lo que hasta entonces había sido la práctica en la teoría política, ya que eran competencias que nunca se habían cuestionado. A letter from a Gentlemen at Halifax (1765), de Martin Howard, respondía que existían dos tipos de prerrogativas, una las personales que poseía todo inglés y otras las políticas que no poseían las colonias, esta fue una de las respuestas serias dadas desde la metrópolis, y se apoyaba en que los colonos no podían acudir a la common law, sin aceptar el Parlamento, pues ambas cosas parten de la constitución británica.

Todos estos panfletos dieron lugar a un conjunto de literatura revolucionaria que buscaba apoyo ideológico, fundamentos en los que basar su libertad y, como no podía ser de otra forma, la influencia de Locke estuvo presente en cada uno de ellos. En concreto Otis, aunque también Dickinson, Adams y el propio Jefferson, redactaron multitud de panfletos en los que se indicaban una serie de principios que estaban por encima del Parlamento y de cualquier institución política, que eran la existencia de derechos naturales propios del iusnaturalismo. Así, Jefferson en su escrito A summay view of th Rights of British America, decía: “Norteamérica es un pueblo libre que reclama sus derechos como derivados de las leyes de la naturaleza y no como regalos de su primer magistrado”.

Aunque toda esta literatura enfrentaba posturas muy enconadas y difíciles de solventar, podemos observar cómo los norteamericanos no parecen querer una ruptura con la metrópolis, sino todo lo contrario, querían preservar sus privilegios dentro del imperio. Buena prueba de ello fue el resultado del primer congreso continental norteamericano. Sin embargo, las imposiciones fiscales y los debates políticos, llevados a cabo en los lugares de socialización por antonomasia: los cafés, las tabernas y los clubs, fueron creando un frente común a ambos lados del Atlántico, dificultando paulatinamente el acercamiento de ambas posturas. De esta forma, no tardaron en surgir ideas rupturistas en el seno de la sociedad norteamericana, con el discurso clásico de los liberales radicales whig, que desde el interior del imperio criticaban las políticas de Jorge III y las formas de un gobierno déspota a su entender.

Algunos de los representantes más ilustres de esta corriente crítica comenzaron a ver en Inglaterra un sistema antiguo, corrupto y coercitivo que distaba mucho de los ideales ilustrados. A la vez veían en su “nuevo mundo” una oportunidad de recuperar el esplendor de las grandes repúblicas antiguas como Atenas y Roma, ya que decían que aún los territorios americanos estaban limpios de la mancha de las campañas electorales, las clientelas personales y los intereses partidistas. En palabras de Franklin: “Cuando considero la extrema corrupción que prevalece entre todos los órdenes sociales de este viejo estado podrido, y la gloriosa virtud pública que predomina en nuestra nueva patria, no puedo sino temer más daño que provecho de una unión más estrecha”.

En el segundo congreso continental en 1775, después de los sucesos de Lexington y Concord, se organizaron milicias por todo el territorio y se puso al mando de estas a George Washington. El rey al que le debían lealtad a cambio de su protección  parecía que más bien les estaba declarando la guerra, cada vez había mayor presencia de tropas en el territorio americanos y los ecos de que al otro lado del Atlántico el rey estaba contratando mercenarios tampoco daban mucho aliento a los que hasta el último momento prácticamente optaron por la vía del acuerdo.

En estas condiciones se llegó a mayo de 1776, fecha en la que Thomas Paine, prende la mecha con su panfleto “Common sense”, este era una explosión de ideas que arremetían contra la Corona y el Parlamento y, con las mismas, arengaba a las colonias hacia la guerra, que ya era prácticamente una realidad. Sería en junio de ese mismo año cuando primero Virginia y luego todas las demás elaboraran su constitución y se declararan independientes del imperio británico:

“El sol nunca brilló sobre una causa de mayor valor. No se trata del asunto de una ciudad, de un país, de una provincia o de un reino, sino de un continente, de al menos la octava parte del mundo habitable. No se trata del interés de un día, de un año o de una época; es la posteridad la que está implicada prácticamente en la contienda y resultará más o menos afectada, incluso hasta el fin de los tiempos, por el proceso actual. Ha llegado el momento de la siembra para la unión, la fe y el honor continental” (Thomas Paine).


Common sense - Thomas Paine


El 4 de julio de ese mismo año, Thomas Jefferson terminó de redactar la Declaración de Independencia de las Trece Colonias Unidas, declaración que no tiene desperdicio y que compendiaba una serie de quejas y agravios, principalmente hacia la Corona, con la que debido a no cumplir con su particular “contrato social”, rompían irremediablemente.

A la luz de la carga ideológica del momento, considero oportuno examinar detalladamente la Declaración de Independencia en los siguientes párrafos para concluir con esta aproximación ideológica.


Pintura de John Trumbull - La Declaración de Independencia


En el siguiente párrafo se puede ver la influencia del iusnaturalismo racional, haciendo referencia a los derechos naturales que Dios proporciona a su creación. Además, como ya hizo Locke en sus tratados, se expondrán las causas por las que rechazan la soberanía real en sus territorios:

“…tomar entre las naciones de la tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.”

En el siguiente fragmento hace alusión a la existencia de un contrato social, el cual había sido quebrantado por una de las partes, y por tanto la obligación moral del pueblo es restituir un gobierno que respete los derechos naturales:

“…que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios…”

Para terminar una alusión al rey tirano que definíamos al principio del presente artículo como justificación de la ruptura entre el imperio y las colonias americanas:

“La historia del presente Rey de la Gran-Bretaña, es una historia de repetidas injurias y usurpaciones, cuyo objeto principal es y ha sido el establecimiento de una absoluta tiranía sobre estos estados.”

“… Él ha abdicado el derecho que tenía para gobernarnos, declarándonos la guerra y poniéndonos fuera de su protección…”

Estos fragmentos y el resto de la Declaración de Independencia, bien podrían ser la mejor síntesis de esta aproximación ideológica, de las ideas que apoyaron los intereses de las Trece Colonias Americanas y la posterior transformación del imperio inglés. Comenzaba con éxito la aplicación de unos ideales que aún siguen presentes en muchos de los textos constitucionales actuales.

Bibliografía

APARISI MIRALLES, A. La revolución norteamericana; aproximación a sus orígenes ideológicos, Madrid: Centro de estudios constitucionales, 1995, 96-98.

APARISI MIRALLES, A “Soberanía, Constitución y Derechos en los orígenes de la Revolución Norteamericana”, Anuario de filosofía del derecho, XI (1994), 421-441.

BUBANK, J. y COOPER, F. Imperios: una nueva visión de la historia universal, Barcelona: Crítica, 2011, 323-335.

ELLIOTT, J. H. Imperios del mundo atlántico: España y Gran Bretaña en América, 1492-1830, Madrid: Taurus, 2006, 477-537.

PAUL ADAMS, W. Los Estados Unidos de América. Madrid: S. XXI, 1979, 16 – 18.

Webgrafía

Material documental de la página oficial del Defensor del pueblo español, Declaración de independencia del 4 de julio de 1776: http://enclase.defensordelpueblo.es/MaterialDocumental/IndependenciaEstadosUnidos.pdf

Imágenes


www.wikipedia.org

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