Los estudios historiográficos tradicionalmente realizados han tendido a eclipsar y silenciar las vidas, obras y actuaciones de las mujeres en los diferentes períodos y ámbitos de la historia obteniendo como resultado una reflexión androcéntrica y simplista de los hechos. Como medida de superación, en los últimos años las diferentes corrientes de estudios históricos han desarrollado un progresivo y avanzado proceso de renovación e integración de nuevos métodos y teorías, en donde la introducción y el desarrollo de los estudios de género se han ido convirtiendo en uno de los referentes imprescindibles para el estudio de la materia. De manera que, la inclusión de las vidas y obras de aquellas mujeres que han pasado inadvertidas por la historia nos aportan una percepción más profunda y elaborada de los acontecimientos y nos permite construir un marco intelectual de aquellos espacios en donde las mujeres fueron silenciadas, manipuladas u olvidadas, como ocurre, por ejemplo, en los estudios sobre la Antigüedad.
A lo largo de la historia todo rol desempeñado o asignado a las mujeres es producto de la construcción social y cultural de su tiempo. Las sociedades antiguas, y en concreto la romana, fueron caracterizadas por contar con una tradición fuertemente patriarcal, conservadora y desigual, en donde las mujeres ostentaban una posición marginal y secundaria respecto al varón. Su ejercicio de poder, por razones principalmente sociales y jurídicas estaba relegado al ámbito plenamente privado, con limitadas posibilidades de actuación pública. El ejercicio público era una cuestión de hombres, lo cual hacía de la presencia femenina una importante excepción y siempre únicamente en el ámbito religioso. No obstante, aunque la religión se encontraba estrechamente vinculada al sistema social antiguo, y afianzaba y legitimaba de manera sagrada dichas bases sociales, era la única esfera de la vida pública en donde las mujeres pudieron intervenir. Tal era el caso de las diosas, las sacerdotisas y las devotas.
Sin embargo, sí hubo un papel femenino relevante en la sociedad romana imperial no sólo en la religión, sino también en la política y en la utilización de la imagen como propaganda, fue el de las emperatrices o esposas de los emperadores. En este breve artículo prestaremos atención a una de las emperatrices más destacadas no sólo por la relevancia que obtuvo su esposo, sino por el papel y la importancia que ésta tenía en la corte, en el programa político adrianeo y en la legitimación dinástica: Vibia Sabina, esposa del emperador Adriano.
Las emperatrices y princesas de inicio del siglo II ocuparon un papel relevante como madres, esposas, hermanas e hijas cuyo modo de vida y virtudes servían de ejemplo para el resto de mujeres; pues de la misma manera que se había proclamado al “mejor” emperador, también se debía transmitir la imagen de la “mejor” consorte. Además, por necesidad de legitimación política y medio de propaganda, punto que desarrollaremos posteriormente, a estas mujeres les fueron concedido un elevado número de honores y títulos, y todas ellas, incluida Vibia Sabina, fueron divinizadas y homenajeadas tras su muerte.
Para mantener la imagen estática de vitalidad, prosperidad y abundancia del siglo II apreciada por los diferentes intelectuales y dirigentes de las más altas clases del imperio, era necesaria la difusión de una imagen de estabilidad y armonía de la familia imperial. Para ello era necesario establecer un modelo de familia idílica en donde el emperador y su esposa mostraran todo tipo de virtudes. Así pues, y al igual que sucedió con otras emperatrices y princesas, la imagen proyectada por Adriano de su esposa, Vibia Sabina, fue la de una mujer austera, tradicional, encarnada en los ideales de matrona, calificada de “gran consorte” y “señora de las dos tierras”, asociada y asimilada a diferentes diosas y virtudes acorde al programa político del emperador. Un programa más idílico, contrario y complejo que real debido a que, según las diferentes fuentes, la emperatriz poseía un carácter difícil que influyó en la ardua relación que tuvo con su esposo.
Al parecer, ambos tenían diferentes formas de concebir el imperio y de afrontar los problemas que el gobierno de éste planteaba. La emperatriz consideraba un monstruo a su marido por las relaciones que éste mantenía con el joven Antínoo y se mostraba disconforme con la idea de establecer un culto hacia su persona. Además, se discute que las disputas eran tan frecuentes que ambos habían hablado de divorcio; sin embargo, esto era cuestión impensable e inasumible por parte de Adriano debido a que debía a su esposa el poder del imperio.
Vibia Sabina, procedía de las gentes Vibia y Mundia, fue una mujer con grandes propiedades y poder económico que heredó tres modelos de mujeres imperiales: el de Plotina, mujer de Trajano, el de su abuela Marciana, mujer llena de virtudes y modelo de matrona romana; y el de su madre, Matidia la Mayor, la cual fue divinizada y colocaba a Vibia Sabina en un puesto relevante en la corte y de la gens Ulpia como filia divae Augustae Matidiae. Por consiguiente a través de su madre, abuela y su tío abuelo, Trajano, otorgaba su esposo la legitimidad necesaria para adoptar el título de emperador.
La cuestión sucesoria siempre ha sido uno de los problemas principales en cuanto a la legitimación del poder imperial, una cuestión en donde las mujeres de la casa imperial ocuparon una posición relevante por su función reproductora.
Con los Antoninos, el sistema de la adoptio se convirtió en una solución ficticia pero efectiva. La elección del mejor permitía elegir al más adaptado para la función del poder, pero éstos, necesitados de una fuente de legitimidad que los uniera al linaje dinástico, acordaron matrimonios con mujeres pertenecientes a la familia del emperador vigente. Por esa razón, Adriano, a pesar de haber sido adoptado por el emperador Trajano, necesitaba a Sabina para que le aportara la legitimidad que no poseía por su linaje.
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Sobre la autora:
Cristina Cardador
Ruíz
Graduada en Geografía e Historia por la
Universidad Pablo de Olavide, promoción 2011-2015. Interesada en la Historia
Antigua y en la Historia de las Religiones. Realizó su Trabajo de Final de
Grado sobre el culto imperial en Itálica. Actualmente cursa el Máster en
Religiones y Sociedades organizado por la Universidad Pablo de Olavide y la
Universidad Internacional de Andalucía.
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