Con la subida al poder de
Salvador Allende, tras ganar las elecciones de 1970, el clima de la vida
pública chilena se transformó. La afiliación a un determinado partido político
pasó de ser una preferencia ideológica a una lucha de clases y la violencia política
creció en intensidad y frecuencia. En general, se politizaron todos los
aspectos de la vida y la política se polarizó. La brutalidad con que el
gobierno fue derribado el 11 de septiembre de 1973 es el testimonio más
fiel del nivel al que había
llegado la pasión política en Chile.
El gobierno de la UP (Unidad
Popular), prometió nacionalizar la economía, poner en práctica un amplio
programa de redistribución de la renta, terminar con la dominación de los
latifundios que llevaba casi 400 años instaurado en Chile, transformar el
sistema político mediante la creación de una legislatura unicameral, potenciar
la participación popular en la dirección de la economía, en la toma de
decisiones políticas y en la administración de justicia y seguir una política
exterior auténticamente independiente. Además, como consecuencia de la presión
de las organizaciones campesinas, Allende, aceleró el proceso de expropiaciones llegando a
expropiar alrededor de 4400 granjas antes del golpe de estado.
A pesar del impulso progresista y
de la reactivación de la demanda, a través de una gran redistribución de
ingresos, todas estas medidas acabaron provocando un gran desincentivo a la
inversión y una importante descapitalización que indució a un descenso de la
producción, principalmente en los años 1972 y 1973. A todo esto, hay que sumarle el
bloqueo comercial y financiero que sufrió el territorio chileno por parte de
los Estados Unidos.
Las cada vez mayores dificultades
económicas hicieron resurgir las tensiones sociopolíticas. Los sectores de
izquierda organizaron controles populares del comercio para hacer frente al
desabastecimiento creciente, además se van a ver multiplicados los conflictos
en las fábricas, que acabarán bajo la administración del Estado. Se dará, de
esta manera, un avance no planeado hacia
el socialismo, que agravaba aún más la tensión social; se derrumbaba el apoyo de
las clases medias a la izquierda y las hostilidades de éstas obligaron a la
Democracia Cristiana a abandonar toda reticencia y mesura en su actitud
opositora.
La situación no era mejor ni en
el campo ni en el transporte, sector que Allende decide nacionalizar, ganándose
de esta manera un aumento de la oposición, la cual cada vez era más simpatizante del
sector militante.
Como consecuencia de todos
estos vaivenes se produjo la crisis de octubre, que consumó la metamorfosis de un conflicto político entre cuyos participantes
las transacciones y los acuerdos eran aun posibles en un descarnado conflicto
de clases. Mientras la coalición de izquierda por primera vez sumaba a la
lealtad de una sólida mayoría de los asalariados la prácticamente unánime de
las campesinas y marginales, sus adversarios ganaban la, ahora igualmente
unánime y cada vez más militante de las clases intermedias.
Debido a que los partidos que
formaban la coalición gobernante no se ponían de acuerdo sobre el rumbo que
debía tomar el experimento chileno, no se logró canalizar el punto de partida
de las transformaciones, que era la movilización de las masas. Según la extrema
izquierda la única solución para salir de esta etapa prerrevolucionaria donde
se había introducido Chile, consecuencia de la crisis de octubre de 1972, era
la violencia. Allende y el resto de la coalición izquierdista que apoyaba esta
postura, intentaron resolver la crisis a
través de la incorporación al gabinete de ministros militares, cuya presencia
fortificaría la potestad suprema del estado, y concedía la resolución del
conflicto que fraccionaba a la sociedad chilena, que debía decantarse en las elecciones de renovación parlamentaria
de marzo de 1973.
Pero esto no resolvía el
conflicto, ya que la agitación opositora creció cada vez más, llegando incluso
a tener que renunciar al comando en jefe del ejército y a su puesto en el gabinete
el general Prats, en agosto ante la presión de sus pares. Su puesto lo ocuparía
el general Augusto Pinochet, el mismo que dos semanas más tarde encabezaría el
golpe de estado militar que puso fin no sólo al ensayo socialista, sino también
a la continuidad institucional.
El golpe de Estado producido el
11 de Septiembre acabó con la vida de Salvador Allende y dio paso a un sistema
de gobierno totalmente represivo; las fábricas, las barriadas marginales, los
estadios, transformados en cárceles al aire libre eran teatro de ejecuciones
numerosas, mientras en el campo otras matanzas borraban las huellas de las
recientes movilizaciones. El retorno del orden constitucional quedaba así
totalmente descartado por la fuerte ambición personal del general Pinochet y la
corporporación castrense. Se puede decir que en este golpe, las clases altas y
medias tenían mucho que ganar, pero a su vez mucho que perder, se puso en juego
sus riquezas y el miedo de volver a la decisión de colocar su posición en la
sociedad chilena a merced del juego electoral. Así el régimen militar, no sólo
de los principios, sino el de todo el período, y los sectores populares que se
vieron amenazados por los militares, se
esbozaron como prioridad prevenir cualquier organización y movilización popular.
Pinochet se convirtió en un dirigente político por derecho propio, que no debe
su predominio sobre sus pares sino a la identificación privilegiada que con él
mantienen cuantos en Chile guardan aun rencorosa memoria del gobierno de Unidad Popular. Es ésta quizá la razón principal, como esboza Halperin donghi, por la
cual ha sido precisamente en Chile donde la toma del poder por las fuerzas
armadas ha hallado expresión en una dictadura personal de vocación vitalicia.
Por tanto la sociedad chilena
sufrió las numerosas persecuciones y represiones por parte del gobierno
militar, así como los exilios políticos que tuvieron lugar en esos años. Miles
de personas fueron asesinadas o desaparecidas llevadas a centros y torturadas,
cientos de miles fueron privadas de libertad o se vieron obligadas a exiliarse
además, el régimen militar, colocó en primer plano la utilización de la violencia como modo de
zanjar los conflictos sociales. Se intentó desarticular a fondo las estructuras
clandestinas de los partidos de izquierda e impedir todo asomo de reconstrucción
de las organizaciones sociales especialmente los sindica.
Bibliografía:
Martner, G., El gobierno del presidente Salvador Allende, 1970-1973. Chile: Ediciones Literatura Americana Reunida, 1988.
Donghi, H., Historia Contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza Editotial, 2005.
Imágenes:
Biografía y vidas. La Enciclopedia Biográfica en Línea: http://www.biografiasyvidas.com/
Un buen artículo de un mito de la izquierda, dejo por aquí un enlace de unos documentales que me han recomendado sobre el chile de Allende, deben de estar muy bien https://www.filmaffinity.com/es/film362947.html
ResponderEliminarMuchas gracias por la aportación. Aprovecho para recomendar una novela que plasma con mucho acierto todo lo ocurrido en esos años; "nosotras que nos queremos tanto" de Marcela Serrano.
ResponderEliminarSaludos