martes, 30 de agosto de 2016

El perro en Mesoamérica


Las últimas investigaciones sobre el ADN canino han descubierto que los primeros perros incursionaron en el Nuevo Mundo hace aproximadamente 15.000 años y lo hicieron acompañando a los grupos de cazadores-recolectores provenientes de Asia. El poblamiento del continente americano por los perros se llevó a cabo a través de varias migraciones y no en único viaje. Con base en los estudios de ADN es posible agrupar las diferentes razas caninas en cuatro grupos genéticos (Fig.1).



Figura 1. Árbol genealógico del perro, según los datos obtenidos a través del ADN. El perro común o itzcuintli, el perro maya y el tlalchichi (A) pertenecen al Grupo I. El xoloitzcuintle es la única raza que pertenece al Grupo IV. (Figura tomada de Valadez y Mestre, 2009).

A través de los estudios de los restos arqueofaunísticos, las fuentes literarias de época colonial y las representaciones iconográficas se han identificado cuatro razas de perros en Mesoamérica. 1) El itzcuintle fue la especie más abundante en Mesoamérica, tenía un tamaño medio y era muy parecido en aspecto a los perros “sin raza” que se encuentran hoy en día por todo México (Fig. 2). 2) El perro maya fue muy similar al perro común mesoamericano, pero con el rostro y cuerpo más corto y esbelto (Fig. 2). 3) El tlalchichi un perro de igual apariencia a su ancestro, pero con las patas tan cortas que apenas lograba despegar el vientre del suelo (Fig. 2). 4) Por último, el xoloitzcuintle es una raza endémica de Mesoamérica y se caracteriza por la ausencia de pelo y la carencia de algunos elementos dentales, como los premolares (Fig.3). Esta última especie es la más estudiada por la comunidad académica, principalmente porque su morfología ósea particular permite una mayor identificación. Cabe mencionar que las tres primeras razas mencionadas han evolucionado de un ancestro común (Fig. 1), mientras que el xoloitzcuintle es la única especie que creó a partir de un ancestro diferente a las anteriores, pero que en alguna posición genética comparten un ancestro.


Figura 2. Reconstrucción de las razas del Grupo I. El perro común o itzcuintle (A), el perro maya (B) y el tlalchichi (C). Reconstrucción de Valadez 1995 (Imagen tomada de Ramos 2009).




En Mesoamérica, los perros (Canis lupus familiaris) y los pavos (Meleagris gallopavo) fueron las únicas especies faunísticas domesticadas, aunque existió la práctica de mantener en cautiverio animales como venados (Odocoileus virginianus) y puercos de monte (Pecari tajacu). Los perros fueron animales de carácter polivalente y sumamente apreciados en las comunidades. Por ejemplo, razas como el Xoloitzcuintle necesitó de cuidados especiales, tal y como describe Sahagún en su obra: “Otros perrillos criaban que llamaba xoloitzcuintli, que penitus ningún pelo tenían, y de noche abrigánbalos con mantas para dormir [...].[1]”

Los perros fueron utilizados tanto para labores domésticas y económicas como en actividades religiosas. Por ejemplo, en las actividades seculares los perros se encargaron de cuidar la casa y a sus dueños [2], participaron en la cacería “[…] los perros, los cuales no saben ladrar ni hacer mal a los hombres y a la caza sí, que encaraman las codornices y otras aves y siguen mucho (a) los venados y algunos son grandes rastreando res […]” [3], fueron fuente de alimentos y regalos preciados “[…] crían en sus casas perros naturales de la tierra, que no muerden ni ladran, y los comen los indios y los tienen por mucho regalo […].[4]” Y finalmente los perros, en ocasiones, fueron criados y engordados para su venta y consumo.[5]

A menudo suele pensarse que los perros fueron parte de la dieta cotidiana de los pobladores mesoamericano. Sin embargo, la evidencia arqueofaunística y las fuentes etnohistóricas señalan que estos animales no fueron consumidos como un alimento común, sino como parte de una comida ritual (similar a los pavos), por lo tanto, éstos animales fueron sacralizados para personificar a una deidad y posteriormente ser sacrificados e ingeridos en un acto de comunión con el dios. Los resultados de los análisis de isotopos estables, en los restos óseos de perros  recuperados en el sitio de Colha y asociados a contextos rituales, sugieren que los perros destinados a ser sacrificados tuvieron una dieta basada en maíz, mientras que los materiales arqueofaunísticos recuperados en contextos seculares no hay evidencia de que el maíz hubiese sido parte de su alimentación. Principalmente se solía sacrificar y enterrar a los perros durante las ceremonias funerarias con el objetivo de que este animal ayudase a los difuntos (probablemente sus dueños) a cruzar el rio del inframundo, éste fue considerado el medio por el cual se establecía comunicación entre la vida mundana  y el inframundo. En ocasiones, los perros fueron depositados completos, o bien, algunas partes del cuerpo. Los restos arqueofaunísticos de perros a menudo están asociados a entierros de guerreros en el centro de México. Aunque para el área maya también se han identificado restos óseos de perros en entierros, por ejemplo, los contextos funerarios de la estructura Fn-183 (presuntamente de guerreros) del sitio arqueológico Xuenkal.
En resumen, el perro estuvo estrechamente relacionado a la vida cotidiana y religiosa en las sociedades mesoamericanas. Estos animales fueron compañeros de caza, guardianes, proveedores de materias primas, alimento, símbolo religioso y jerárquico, ofrenda de sacrificios, personajes de mitos, compañero de los dioses o representación en vida los mismos.


Notas:

[1] Sahagún, B. Historia General de las cosas de la Nueva España. Barcelona: linkgua, 2009.

[2] Ramos, C.  El papel del perro (Canis lupus familiaris) en la sociedad maya prehispánica de las tierras bajas del norte. Tesis para optar al grado de arqueólogo. México: Universidad Autónoma de Yucatán, 2009.

[3] Landa, D. Relación de las cosas de Yucatán. Mexico: INAH, 2010.

[4] Giral, N. “Las representaciones iconográficas de cánidos prehispánicos en el acervo de la Fundación Cultural Armella Spitalier.” Anales del museo de América 18 (2010): 77-98.

Bibliografía

Blanco, A, Bernardo Rodríguez y Valadez, R. “Colección arqueozoológica de perros del sitio Chac-Mool, Punta Pájaros, Quintana Roo.” Arqueología 22 (2009): 89-106

De la Garza, M. “Relación de la ciudad de Mérida.” En Relaciones histórico-geográficas de la gobernación de Yucatán, coordinado por Mercedes de la Garza, 65-84, México: UNAM, 1983.

De la Garza, M. “El perro como símbolo religioso entre los mayas y los nahuas.” Estudios de cultura Náhatl 27 (1997): 111-133.

Díaz, D. “Visual. El perro mesoamericano”. Arqueología Mexicana 125 (2014): 64-69.

Emery, K. “Animals from he maya underworld: reconstructing elite maya ritual at the Cueva de los Quetzales, Guatemala.” En Behaviour Behind Bones. The zooarcheology of ritual, religion, status and identity. Editado por S. Jones, W. Van Neet y a. Ervynck, 101-113. Oxford: Oxbow Books, 2004.
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Landa, D. Relación de las cosas de Yucatán. Mexico: INAH, 2010.

Masson, M. “Animal resource manipulation in ritual and domestic contexts at Posclassic Maya communities.” World Archaeology 31 (2009): 93-120.

Ramos, C.  El papel del perro (Canis lupus familiaris) en la sociedad maya prehispánica de las tierras bajas del norte. Tesis para optar al grado de arqueólogo. México: Universidad Autónoma de Yucatán, 2009.

Rivas, J. Los recursos faunísticos como un demarcador social en el sitio de Xuenkal, Yucatán. Tesis para optar al grado de arqueólogo. México: Universidad Autónoma de Yucatán, 2009.

Sahagún, B. Historia General de las cosas de la Nueva España. Barcelona: linkgua, 2009.

Seler, R. Las imágenes de animales en los manuscritos mexicanos y mayas. México: Editorial Juan Pablo, 2004.

Valadez, R. “El origen del perro americano y su dispersión.” Arqueología mexicana 125 (2014): 30-37

Valadez, R. y Mestre, G. “Nuestro conocimiento sobre el xoloitzuintle: un balance entre ciencia y tradición.” AMMVEPE 20 (2009): 64-72.

Valadez, R., Alicia Blanco y Christopher Götz. “Perros pelones del México prehispánico. Arqueobios 3 (20109): 5-19.

White, C., Mary Pohl, Henry Schwarcz, y Fred Longstaffe. “Isotopic evidence for Maya patterns of deer and dog use at Preclassic Colha”. Journal of Archaeological Science 28 (2001):89–107.


Sobre el autor:

Javier Adrián Rivas Romero

Estudió Arqueología enfocada en el área maya por la Universidad Autónoma de Yucatán. Actualmente estudia el Master en Religiones y Sociedades por la Universidad Pablo de Olavide. Está interesado en la arqueozoología y en los estudios sobre religión. 





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