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viernes, 25 de marzo de 2016

El poder religioso y la Semana Santa en la conquista de América Latina



Con la llegada de los españoles a América, se abrirá un nuevo escenario en el que no sólo serán totalmente novedosas las bases económicas, políticas y sociales para los europeos, sino que se toparán con un contexto cultural totalmente distinto, lleno de creencias ajenas. En esta nueva atmósfera, la Iglesia jugará un papel primordial ya que, una vez que se fueron conquistando progresivamente los territorios, se va a necesitar de una institución y de unos mecanismos legitimadores que ayuden al buen funcionamiento de la vida social.
Como apunta Domingo Ramos, el Nuevo Mundo se convertirá en el espacio donde se van a ensayar las utopías renacentistas, permitiéndose de esta manera transferirse los modelos de religiosidad existente en la Monarquía Hispánica.

De esta forma, la Iglesia se convertirá en el motor institucional capaz de construir el vínculo orgánico entre las distintas facciones sociales desempeñando la función de referencia, es decir, creando una identificación común, como fue la pertenencia a una misma religión, ya lo dijo Francois Haurtart el cristianismo compartido por los diversos grupos sociales y étnicos constituyo un conjunto de significaciones y representaciones comunes a todos ellos y fue también un factor que permitió reducir al nivel simbólico la contradicción objetiva presente en las relaciones sociales.
Hay que tener en cuenta que la religión, además del profundo carácter teológico que presenta, aporta otros aspectos igualmente importantes porque afecta tanto a la cultura, como a la economía y a la política de un territorio. Este aspecto se incrementa si tenemos presente la época que estamos tratando, finales del siglo XV principios del XVI, período en el cual la Iglesia Católica tendrá un importante peso en el día a día de la sociedad y la monarquía, motivado entre otras cosas, por la regeneración espiritual que se vive en el siglo XV, con la reforma de Cisneros que, convierte a la iglesia en un mecanismo estrechamente vinculado a la política y a los intereses de la Monarquía Hispánica.
Además, se produce una transformación de contenido en las formas, aumentando la manifestación externa de los cultos en la conmemoración de los ciclos litúrgicos. En la América Colonial tendrán un peso muy importante la Semana Santa y el Corpus Christi.  Dichos ciclos del calendario cristiano, en el que se reproduce la pasión, muerte y resurrección de Jesús,  serán usados por la predicación misionera en el Nuevo Mundo por su enorme valor, estableciendo la celebración de la Semana Santa y el Corpus Christi como los acontecimientos religiosos más importantes del año.
La Iglesia usó este tipo de fiestas de marcado carácter espiritual, como mecanismo sutil para dominar y subyugar el ánimo colectivo de protesta durante el Antiguo Régimen, ya que la experiencia religiosa colectiva se expresa a través de la puesta en escena, que no deja de ser una de las características centrales de la fiesta.
Por tanto, a sabiendas de esto, la Iglesia se encargó de elaborar y asignar un nuevo calendario. Así, los indígenas fueron sometidos a sermones y sacramentos, obligados a la conversión religiosa y, por tanto, al sentimiento de pertenencia a un mismo cuerpo social. De esta conversión estaba muy pendiente la Corona, ya que cumplir con los días festivos sagrados era esencial para evangelizara los indios, educándolos y persuadiéndolos en la fe, lo cual serviría para manejarlos y establecerlos en la escala social pertinente, formando de este modo el calendario festivo.
En estas enseñanzas tenía un fuerte peso la iconografía. Rápidamente la Cruz, que fue uno de los símbolos de la acción evangélica, la devoción al Cristo crucificado, a la Virgen María y a otros Santos, fueron adquiriendo un peso importante, llevándose a las distintas prácticas religiosas de ciclos litúrgicos, en este caso a la Semana Santa.
De la misma forma que estaban ocurriendo en los demás territorios de la Monarquía Hispánica, como apunta Domingo Ramos, la solemnidad se manifiesta en la celebración de los Oficios y en las procesiones penitenciales, tomándose los mismos días claves en América que en la península; comenzando con la misa  del Domingo de Ramos y teniendo un peso muy importante el Jueves Santo.
De este modo si hiciéramos un estudio exhaustivo de las distintas manifestaciones litúrgicas existentes en América Latina, podríamos comprobar el proceso de transferencia religiosa llevado a cabo por los europeos  en el Nuevo Mundo.
Bibliografía:
Bonet Correa, A. Fiesta, poder y arquitectura: aproximaciones al barroco español, Madrid: Akal, 1990.
Cruz de Amenábar, I.  La fiesta, metamorfosis de lo cotidiano, Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1995. 
Garrido Aranda, A.  El mundo festivo en España y América, Córdoba: Universidad de Córdoba, 2005.
Houtart, F. Religión y modos de producción precapitalista, Madrid: Iepala Editorial, 1989.
Ramos Prieto, D,  “Transferencias religiosas a América. Las celebraciones de la Semana Santa en el siglo XVI”, Hispania Sacra  nº 53 (2001), 503-529.


martes, 22 de marzo de 2016

La representación y vestimenta de la Virgen María en la ciudad de Sevilla

No se sabe cómo pudo ser, físicamente, la madre de Jesús de Nazaret, pues su descripción no aparece en los evangelios canónicos. En los evangelios apócrifos se describen ciertos aspectos sobre sus cualidades morales, pero no sobre su físico.
Las representaciones pictóricas de la Virgen María en el mundo cristiano (católico a partir del XVI) comienzan a darse en el siglo III d. C., mostrándose en catacumbas romanas como la de Priscila. No empiezan a ser más frecuentes hasta la segunda mitad del siglo V, dada la importancia que tuvo en este asunto el Concilio de Éfeso, en el que se define que la Virgen María es la madre de Dios.


Virgen theotocos de las catacumbas de Priscila. Se la llama de esta forma cuando se muestra entronizada, siendo ella misma además el trono del Niño Jesús.

En la ciudad de Sevilla son importantes los reyes Fernando III de Castilla y Alfonso X el sabio en su papel de difusión del culto a la Virgen María. En esta época, los cambios experimentados en la sociedad occidental desde el siglo XI por el peso creciente de la burguesía urbana y por el papel cada vez más activo de la mujer en la economía familiar, modificaron su imagen, que comienza a tener una fisonomía propia. Esto se tradujo, en el plano religioso, a esta nueva tendencia de la veneración a la Virgen.
En el siglo XII el fervor  por la Virgen María creció exponencialmente: los sermones, tratados eruditos, himnos, poemas visiones y milagros que rodearon a la Virgen hicieron que los artistas comenzasen a realizar representaciones por doquier. En prácticamente toda la Edad Media son mayormente en posición entronizada y entre los siglos XII y XIII la representación de la Virgen es casi siempre hierática y mayestática, tanto en pintura como en escultura. Un buen ejemplo muy conocido en Sevilla es la Virgen de los Reyes, patrona de la ciudad, imagen realizada en el siglo XIII.


Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla

Podemos clasificar las representaciones de María en dos tipologías generales: las imágenes de Gloria (a través de las cuales se muestra pasajes alegres, normalmente aparecen con el Niño Jesús) o las Dolorosas (en las que se nos muestra a la Virgen sufriendo los trances relacionados con la crucifixión de su hijo).
En la Semana Santa de Sevilla, las imágenes marianas siguen un canon bastante uniforme: son dolorosas de candelero realizadas para ser vestidas. Aunque no siempre ha sido así. Las imágenes comenzaron a vestirse en España con la llegada del gótico. La moda hizo que imágenes talladas ya con ropajes (llamadas “imágenes de bulto”) fueran revestidas con suntuosas telas que esconderían la vestidura original. En ocasiones, muchas imágenes llegan a ser mutiladas gravemente para adaptar su forma a la de la nueva moda de ser vestidas.


La famosa Virgen de Regla de Chipiona fue adaptada para ser revestida, teniendo que desaparecer el Niño Jesús original.

En el siglo XV hallamos en algunas hermandades inventarios en los que se recogen la donación de prendas para vestir por completo a las imágenes: es entonces cuando se empieza a asentar la costumbre de vestirlas. Sin embargo, la realización de imágenes hechas expresamente para ser vestidas no llega hasta el último tercio del XVI, momento en el que se comienzan a fundar las principales hermandades y a realizar las prácticas penitenciales (ver artículo sobre el origen de la Semana Santa de Sevilla aquí). Mientras que las imágenes de Gloria se vestían con colores y bordados alegres, las dolorosas portaban telas oscuras, a forma de atuendo de viuda.
Es muy curioso observar cómo con el paso de los años la vestimenta de la Virgen María también sufre el cambio en las modas. Normalmente, el modelo a seguir han sido las mujeres cortesanas, y más concretamente, las reinas. En muchas ocasiones las mismas reinas u otras mujeres pertenecientes a la nobleza donaban telas y trajes a las vírgenes para que los vistieran. Por ello, por ejemplo, el estilo de las vestimentas de la virgen se vio gravemente alterado con la entrada de Felipe II a la cabeza de la Monarquía Hispánica, cuando la corte vestía un impoluto color negro. El hábito monjil fue el más común en las dolorosas de la época.



A la izquierda, La Reina Viuda Doña Mariana de Austria, quien fuera segunda esposa de Felipe IV (s. XVII). A la derecha, la Señora de la Antigua y Siete Dolores de la Iglesia de la Magdalena, atribuída a Pedro Roldan (1650).

También influyen las clases altas de los siglos XVI y XVII en las imágenes marianas en lo que se refiere a la talla del rostro de las mismas. Mostrar los sentimientos abiertamente era algo inconcebible, por lo que nos encontramos en esta época con multitud de vírgenes que tan solo muestran su tristeza a través de su llanto y el enrojecimiento de sus ojos, sin ningún atisbo de dolor excesivo en la cara, como sí ocurrirá en siglos posteriores, cuando el sufrimiento será el protagonista en la imagen de María y se incluirán rasgos naturalistas, como lágrimas de cristal, pestañas y cabellos naturales. En el siglo XIX, la indumentaria se dispondrá de una forma mucho más teatral a la moda con el sentimiento cortesano de la época.


A la izquierda, la Soledad de San Lorenzo (s. XVI). A la derecha, Mª Stma. de los Dolores y Misericordia (s. XX).

Es a partir de este siglo cuando se introducen además la mayoría de los accesorios que conocemos en las dolorosas sevillanas actuales.  El característico pecherín donde se colocan las joyas que se le compran o se le regalan a la imagen fue la estrella principal en los distintos atuendos de la Virgen. Además, en muchas imágenes, el luto riguroso desapareció para dar paso a tonos más alegres y telas más vistosas, apareciendo bordados en las sayas, los mantos y el paso de palio.


Virgen de Montserrat con el pecherín profusamente enjoyado al estilo decimonónico. Año 1934.

En la actualidad, los vestidores tienen especial cuidado en elegir la forma en la que dispondrá el tocado de la Virgen, una especie de equivalente al schebisim que utilizaban las judías de Palestina. Es una prenda muy difícil de colocar y, normalmente, cada vestidor tiene un determinado estilo que sabe acomodar a lo que mejor le sienta a la imagen. Muy célebres y aclamados son en estos días, entre el público y los cofrades sevillanos, los vestidores Antonio Bejarano y Grande de León, por haber sabido sacarle partido a imágenes que hasta hace poco pasaban desapercibidas.



A la izquierda, la Virgen de las Tristezas de la hermandad de la Vera-Cruz, vestida por Garduño. A la derecha, por Antonio Bejarano, que opta por despejar el rostro de la imagen utilizando telas muy sueltas.








A la izquierda, la Soledad de San Buenaventura, ataviada por Paco Ortiz, en la postura típica de dolorosa sevillana. A la derecha, vestida por José Antonio Grande de León, que ha recuperado una estética en la que la gestualidad de la imagen es más natural gracias a la posición de las manos.






BIBLIOGRAFÍA
Sánchez Herrero, J., Moreno Navarro, I., Bernales, J., González, J.M., Sanz, M.J., Campos Camacho, J.C., Las Cofradías de Sevilla. Historia, Antropología, Arte. Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1999, 119-131.

Sánchez Rico, J.I., Bejarano Ruiz, A., Romanov López-Alfonso, J. Imago Mariae. El Arte de Vestir Vírgenes. España: Editorial Jirones de Azul, 2015.

IMÁGENES

Virgen theotocos de las Catacumbas de Priscila: http://divdl.library.yale.edu/dl//images/eikon/ei0658s.jpg

Virgen de regla: Sánchez Rico, J.I., Bejarano Ruiz, A., Romanov López-Alfonso, J. Imago Mariae. El Arte de Vestir Vírgenes. España: Editorial Jirones de Azul, 2015.

María Santísima de los Dolores y Misericordia: Página Oficial de la Hermandad de Jesús Despojado http://www.jesusdespojado.org/hermandad/imagenes-titulares/m-stma-de-los-dolores-y-misericordia

Virgen de la Soledad (San Lorenzo): http://cofrades.sevilla.abc.es/photo/besamanos-de-la-soledad-de-san-443 (fotografía de Manuel Jesús Rodríguez Rechi).


Virgen de la Antigua y Siete Dolores: rafaes.com