martes, 22 de agosto de 2017

Emperatriz, reina y regente: la actuación política de Isabel de Portugal

Hasta hace apenas unas décadas, la emperatriz y reina Isabel de Portugal ha sido una de las grandes olvidadas y ha contado con una consideración histórica insuficiente. Esto principalmente se debe a la conformación de una historiografía tradicionalmente androcéntrica que ha contribuido a eclipsar su imagen por la presencia y actuación de su esposo, el emperador y rey, Carlos V, y su hijo, Felipe II. No obstante, pese al papel de incuestionable valor y peso que ambos monarcas tienen en la historia, ésta debe y tiene que poner en suma el papel político de la emperatriz y reina Isabel de Portugal, pues su actuación en el periodo que nos concierne supera el papel de hija, esposa o madre de reyes.


Retrato de la emperatriz Isabel de Portugal. Tiziano (1548)

En la madrugada del 25 de Octubre de 1503 nació en el palacio real de Lisboa la infanta Isabel, una de las mujeres más influyentes e importantes de su periodo, no sólo por convertirse en la esposa de uno de los hombres más poderosos de la historia, sino por su gestión en los asuntos de gobierno. Una gobernante que demostró poseer las cualidades necesarias para las labores de gobierno durante la ausencia de su esposo. Hija de Manuel I de Portugal, apoderado «el Afortunado», Isabel recibió una excelente formación humanística de gran bagaje cultural y teológico de parte de su madre, María, infanta de Castilla y Aragón e hija de los Reyes Católicos. Sin duda, he aquí un aspecto de especial relevancia que podría dar pie a comprender el interés, la preocupación y deseo de la emperatriz por intervenir y dejar su sello personal en los asuntos políticos: la intervención e implicación de su madre, la Reina María en diversas cuestiones de gobierno como en las mediaciones con el rey, su padre, Fernando el Católico o su implicación en cuestiones de la frontera. De modo que la alta formación que la emperatriz recibió en la corte portuguesa pasaba por convertir a Isabel en una reina con un deber más allá de el de garantizar la sucesión en sus reinos. Estaba llamada a contribuir al servicio de una cuestión de estado de la que, como veremos, no se sentirá ajena.

Durante sus trece años de gobierno, la emperatriz demostró estar a la altura de las cualidades y virtudes que se le atribuía. Desde un principio, Isabel parecía ser la candidata perfecta a convertirse en la futura esposa del emperador Carlos V. Las Cortes castellanas veían en la infanta portuguesa la opción idónea. Nieta de los Reyes Católicos y hermana del rey más rico de la cristiandad, Juan III, las cortes de Castilla no dudaban en exigir al César el acuerdo matrimonial con la futura emperatriz. Consejeros y diferentes miembros de la sociedad castellana, alzaban las voces a favor de Isabel, quienes le atribuían destacadas y pronunciadas virtudes y cualidades dignas de una reina y emperatriz destinada al cuidado y a la administración de los reinos peninsulares en ausencia del emperador: prudencia, discreción, voluntad, generosidad y sencillez. De hecho, el mismo emperador en una carta enviada al Obispo Grasi, señor de Mónaco, explica los motivos que le llevó a contraer matrimonio con la infanta portuguesa y en ella exalta las altas virtudes de su futura esposa. Carlos V resalta la prudencia y santidad de sus costumbres dignas de serles encomendado el cuidado y administración de sus reinos. El emperador no deja pasar por alto el linaje clarísimo y altamente ilustrado de su esposa, así como su gran religión y piedad, y la importancia de la dote. 


El emperador Carlos V y la emperatriz Isabel de Portugal. Copia de Rubens de un cuadro desaparecido de Tiziano (1628-1629).

Isabel de Portugal ostentó los cargos de reina y emperatriz del Sacro Imperio Románico Germánico desde 1526 y 1539, entre los cuales se le concedió la regencia de los reinos peninsulares en tres ocasiones. Los años dedicados a la regencia de los reinos tuvieron lugar en diferentes momentos de su vida, sin duda, el más importante de todos ellos transcurrió entre los años 1529 y 1533, periodo que coincidió con el mayor tramo de tiempo de ausencia del emperador. Los otros dos, en cambio, fueron en 1528 y en 1538, un año antes de su prematuro fallecimiento. Durante ese tiempo, Isabel no sólo se dedicó a atender a los asuntos de gobierno sino también se encargó de la educación de sus hijos.

En todos esos años podemos percibir una evolución en el papel político de la emperatriz. En un principio, debido al desconocimiento de la gestión y el gobierno de las tierras castellanas, vemos a una reina más cercana al Consejo real; sin embargo, con los años veremos a una emperatriz más suelta, experta, segura y preparada para asumir por ella misma las cuestiones políticas, sobre todo la defensa de los territorios peninsulares de Barbarroja y sus huestes, la organización de las Indias y la lucha contra el maltrato de los naturales. Para ello una de sus principales preocupaciones fue la consecución permanente de dinero, por la que luchó incansablemente por conseguir a como diera lugar. Junto a ello, y aunque su actuación política se limitaba sólo a los asuntos políticos que concierne a los reinos peninsulares, la emperatriz intervino en no pocos asuntos del Sacro Imperio, proponiendo y opinando sobre los problemas con Francia, la defensa de su tía Catalina de Aragón y manteniendo correspondencia con embajadores y el propio Papa.

Ninguno de los últimos estudios históricos que recoge el papel de la emperatriz en los asuntos de gobierno y poder político cuestiona su criterio y gran capacidad organizativa en las labores administrativas y políticas llevadas a cabo durante los periodos de regencia; sin embargo es importante resaltar que la actuación política de la emperatriz estuvo siempre guiada, acompañada y supeditada a las decisiones del emperador y a la de su amplio equipo de consejeros. Entre ellos, Juan Tavera, arzobispo de Santiago y Francisco de Zuñiga, el Conde de Miranda. Su labor al frente de los reinos peninsulares siempre contó con la aprobación del emperador, de sus consejeros y de la mayor parte de los cortesanos. Por esa razón, durante su mandato apenas se aprecian disputas y problemas con la nobleza, aunque sí sería interesante destacar sus diferencias con el almirante castellano, Fadrique Enríquez, Señor de Medina de Rioseco y conde de Melgar.

Los estudios hablan de ella como el alter ego o ayudadora del emperador, una mujer que no era ajena a las cuestiones políticas y que a además de rendir absoluta lealtad al emperador, quiso elaborar su propia línea de actuación. La emperatriz siempre asistió a su esposo aunque en determinados momentos pareció mostrarse disconforme con algunas de sus decisiones o retrasos en las misivas. Desde el primer momento, Isabel asume su papel y se muestra interesada en cumplir con su deber, y por esa razón desde muy pronto encontraremos su nombre y firma en cientos de documentos que hoy en día se nos conservan. En balance general, podemos deducir que la reina Isabel desempeñó sus funciones con gran habilidad y prudencia. Todo lo que realizaba procuraba hacerlo con absoluto control y detalle, con el fin de estar a la altura de lo que de ella se esperaba. La emperatriz gobernó con cordura y tacto político, mostrando altos dotes de diplomacia.

La actuación política de Isabel dejó una huella tanto en el emperador Carlos V, como posteriormente en su hijo, Felipe II. Las opiniones de la emperatriz y su forma templada, paciente y organizada de llevar los asuntos de gobierno tuvo que influir de alguna manera en muchas de las actuaciones y decisiones del emperador. Del mismo modo, la emperatriz se convirtió en un referente para su hijo Felipe II, quien no dudó en actuar, en muchos momentos, como su madre lo había hecho.


Bibliografía

-          Jiménez Zamora, I: “La actuación política de la Emperatriz Isabel (1528-1538)” Espacio, tiempo y forma. Serie IV Historia Moderna. 29 (2016): 163-185
-          Jiménez Zamora, I. La emperatriz Isabel de Portugal y el gobierno de la monarquía hispánica en tiempos de Carlos V (1526-1539). Madrid: UNED. Tesis Doctoral. 2015
-          Piqueras Villaldea, Mª I. Carlos V y la emperatriz Isabel. Madrid: Actas. 2000.
-          Alvar Ezquerra, A. La emperatriz. Madrid: La esfera de los libros. 2012


Imágenes

Retrato de la emperatriz Isabel de Portugal.
https://es.wikipedia.org/wiki/Retrato_de_Isabel_de_Portugal_(Tiziano)#/media/File:Isabella_of_Portugal_by_Titian.jpg


Sobre la autora

Cristina Cardador Ruíz

Graduada en Geografía e Historia por la Universidad Pablo de Olavide, promoción 2011-2015. Realizó su Trabajo de final de Grado sobre el culto imperial en Itálica. Interesada en el género y los estudios históricos acerca de las mujeres en la Antigüedad y en la Modernidad. Realizó el Máster en Religiones y Sociedades organizado por la Universidad Pablo de Olavide y la Universidad Internacional de Andalucía, el cual culminó con el Trabajo de final de Máster titulado “Plotina y Sabina en la religión romana”. Actualmente cursa el Máster en Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas en la Universidad Pablo de Olavide. 

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