La Reforma protestante iniciada por
Lutero, de la que justo ahora se cumplen 500 años, se produjo en una Europa que
poco tiempo antes había visto la aparición y difusión de un nuevo medio de
comunicación, la imprenta de caracteres móviles. La invención de Gutenberg
acarreó una revolución en la forma de producir libros y otros textos menores
(folletos, estampas, libelos...) y contribuyó de forma decisiva a convertir a
la europea en una civilización escrita. En las primeras décadas del libro
incunable (hasta 1480 aproximadamente), la difusión del nuevo arte podría
calificarse de rápida pero aún poco segura: las dificultades para adaptar la
oferta a la demanda provocaron la quiebra de no pocos negocios. Algunas
ciudades que contaron con talleres de imprenta muy temprano los vieron
desaparecer tan rápido como habían llegado. En respuesta a estas dificultades,
a partir de 1490 el negocio del libro se organiza en Europa a una escala
internacional, permitiendo a los impresores vender sus productos en mercados
lejanos.
Imprenta
de tipos móviles
De manera que cuando estalló la
Reforma protestante, el arte tipográfico estaba ya lo suficientemente difundido
y consolidado como para jugar un papel decisivo en la inminente batalla
religiosa. La imprenta dio alas a los reformadores para extender su mensaje con
una rapidez y eficacia que los heterodoxos de la Edad Media no hubieran podido
soñar. Al mismo tiempo, la Reforma proporcionó a los tipógrafos europeos de los
siglos XVI y XVII una buena parte de la materia prima para sus negocios, y
muchos no solo se aprovecharon de ello, imprimiendo textos reformados o
católicos con los que alimentar la polémica, sino que se unieron entusiastas a
alguno de los bandos en conflicto.
Fue gracias a la imprenta que los
escritos de Lutero, acompañados con frecuencia de su retrato, circularon con
rapidez por Alemania, encontrando a un público deseoso de leerlos. Las 95
tesis, escritas en latín y pensadas originariamente para el debate académico,
se tradujeron, imprimieron y difundieron con una rapidez sin precedentes que
sorprendieron a su propio autor, según reconocía en la carta enviada al
pontífice León X pocos meses después. Pero
el fenómeno no se redujo a tierras alemanas. Los textos evangélicos se
desbordaron pronto hacia otros territorios europeos, gracias, precisamente, al
carácter internacional que el mercado del libro había adquirido en las décadas
anteriores. Las obras del reformador se leían en París al menos desde 1520 y
poco después las autoridades españolas multiplicaban sus esfuerzos para frenar su
difusión en la Península, ante la constatación de que ya habían penetrado en
ella.
La Biblia de Martín Lutero de 1534
La estrecha relación entre imprenta y Reforma
fue ya reconocida y elogiada por los propios reformadores en el siglo XVI. La
Reforma ha llegado a ser calificada como hija de Gutenberg o hija de la
imprenta, concepto que los grandes historiadores Lucien Febvre y Henri-Jean
Martin calificaron de ridículo, pero que ha tenido un profundo impacto. Los
protestantes demostraron ser conscientes del poder de la imprenta y esta
consciencia se revela en numerosos escritos donde se cantan las alabanzas del
nuevo arte como un don divino. El mismo Lutero afirmó: “La imprenta es el
último don de Dios, y el mayor. Por su mediación, en efecto, Dios desea dar a
conocer la causa de la verdadera religión a toda la tierra, hasta los extremos
del orbe”. Para Elizabeth Eisenstein, la imprenta fue al mismo tiempo
precondición y precipitante de la Reforma, siendo el protestantismo el primer
movimiento religioso que usó plenamente el potencial de la imprenta como medio
de masas para acabar con el monopolio de la enseñanza de las escrituras por
parte de la Iglesia católica.
Centros
de impression y diffusion de la imprenta en Europa a principios del siglo XV
Pero, ¿Hasta qué punto la Reforma fue
favorecida por y favoreció a la imprenta? ¿son tan profundas las diferencias
entre católicos y reformados en este terreno?
Como recientemente señalara Andrew
Pettegree, el impacto de la Reforma protestante sobre el mercado europeo de
libros fue muy irregular: mientras que en algunas áreas o ciudades (como
Wittenberg o Estrasburgo) la industria y el comercio de libros recibió un
impulso decisivo por parte de la Reforma, en otras áreas, y particularmente en
el sur de Europa, su influencia fue escasa o nula. Eso no significa, como
veremos, que en dichas áreas la producción y circulación de libros no se viera
influenciada profundamente por las corrientes y luchas religiosas desatadas en
Europa a partir de 1517. Pero en distintas áreas del centro y norte de Europa
la Reforma supuso, de hecho, el despegue de una industria tipográfica hasta
entonces débil o inexistente. Tal fue el caso de los países nórdicos, donde la
adopción de la fe evangélica se vio acompañada por la traducción de la Biblia a
las lenguas nacionales y su impresión, así como por el apoyo de las autoridades
a la producción de libros con los que difundir la nueva fe.
La Reforma va a ser también
determinante en el avance de dos de las grandes capitales europeas del libro en
la Edad Moderna: Ginebra y Amsterdam. Antes de la revolución político-religiosa
que convirtió a Ginebra en la Roma calvinista, la ciudad albergaba una industria
tipográfica marginal. Al calor de la Reforma, las imprentas comenzaron a
multiplicarse en la ciudad, que se vio también favorecida por la llegada de
numerosos impresores y libreros franceses en busca de refugio. En este sentido,
la cercanía de Lyon fue decisiva: En Lyon, numerosos libreros e impresores
simpatizaron con los reformados y contribuyeron decisivamente a la expansión de
su mensaje. Algunos mantuvieron actitudes ambivalentes, pero otros tomaron
partido por el bando hugonote con claridad, como fue el caso de los Senneton.
Tras un breve periodo en el que los reformados tomaron el poder en la ciudad,
la vuelta de las autoridades católicas obligó a numerosos tipógrafos a emigrar
a la vecina Ginebra.
En los Países Bajos podemos observar
como la llegada de la Reforma también supuso un cambio en la geografía de la
imprenta: durante la mayor parte del siglo XVI, Amberes había sido la capital
indiscutible del libro en la región, pero entre 1570 y 1630 algo
más de doscientos impresores emigraron desde el sur a las Siete Provincias,
estableciéndose sobre todo en las principales ciudades de Holanda y Zelanda, especialmente
en Amsterdam y Leiden, y contribuyendo al florecimiento de la tipografía en la
región.
La
Reforma Protestante a finales del siglo XVI
Sin embargo, no todo fueron elogios y
beneficios para la imprenta en el bando protestante. La mayoría de los
reformadores, tras un primer momento de mayor entusiasmo, van a defender el
control de las lecturas hechas por los fieles, e incluso la Biblia traducida a
las lenguas vulgares no estará pensada para todos los públicos, sino solo para
una élite. Como ha señalado Mario Infelise, durante la Edad Moderna
nació, se desarrolló y finalmente comenzó a colapsar un sistema de control de
la producción, circulación y usos de los libros, que era entendido como
complemento necesario de toda sociedad bien organizada. Este sistema de
control, con distintas variantes, se desarrollará en todos los países europeos,
y aunque la legislación y la censura en torno al libro impreso son anteriores
al estallido de la Reforma, ésta exacerbará la necesidad sentida por las
autoridades europeas de controlar la imprenta.
Esta necesidad de control fue sentida tanto
en los países católicos como en los protestantes, y en todos se arbitraron
medidas al respecto. Sin embargo, en torno a la imprenta y la Reforma se ha
generado lo que Fernando Bouza ha definido como "uno de los tópicos más
extendidos de que se nutre la historia religiosa y cultural de Occidente".
En función de este tópico, en los países protestantes se habría fomentado la
lectura de la biblia y otros textos religiosos en lenguas vernáculas, mientras
que la Europa católica no habría sabido aprovechar de la misma manera las
posibilidades de la imprenta, centrando su acción en la censura y las
prohibiciones. Esta es una idea que sin duda ha tenido un profundo impacto en
el pensamiento occidental. En este sentido incidía Elizabeth Eisenstein en una
obra reciente: "la Iglesia romana que inicialmente dio la bienvenida al
divino arte [de la imprenta], se hizo mucho más ambivalente con respecto al
invento después de la revuelta protestante. Comenzó a tomar una aproximación
más reactiva que proactiva en los usos del a imprenta”.
Portada de la primera edición del
Index Librorum Prohibitorum (Venecia, 1564)
Sin
embargo, cuando miramos al mundo de la imprenta y el libro en la Edad Moderna
desde una perspectiva más desprejuiciada, podemos observar que en los países
católicos la Reforma y la posterior Contrarreforma (o reforma católica) supuso
también un revulsivo para el mundo de la imprenta: junto a la persecución de
los libros perniciosos ("herejes mudos") que tiene uno de sus
principales exponentes en la publicación de Índices de libros prohibidos,
encontramos el fomento de los "buenos libros", cuya producción y
difusión se verá respaldada por las autoridades. Por otro lado, numerosos
impresores y libreros van a buscar su beneficio económico más allá de las
divisiones religiosas, produciendo tanto para el mercado católico como para el
protestante.
En definitiva, la imprenta permitió
difundir los escritos de Lutero y el resto de los reformadores europeos
posteriores a una escala antes inimaginable. Al mismo tiempo, la Reforma contribuyó
a modificar el mapa de la industria tipográfica europea. Pero quizás, las diferencias entre territorios católicos y protestantes en
torno a la imprenta y la lectura no fueron tan grandes como se había
considerado en la historiografía más tradicional, y las fronteras entre
territorios de distintas confesiones fueron más porosas de lo que habíamos
imaginado.
Bibliografía
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Fernando, Del escribano a la biblioteca.
La civilización escrita europea en la Alta Edad Moderna. Siglos XV-XVII, Madrid:
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Lucien y Martin, Henri-Jean, La aparición
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2006. Agustín Sánchez Rodrigo
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Gilmont, Jean-François, "Reformas protestantes y lectura", en Guglielmo Cavallo, Guglielmo y Chartier, Roger
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Cruz, Laura The paradox of
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Bouza,
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Eisenstein, Elizabeth L., Divine Art,
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Maillard Álvarez, Natalia (ed), Books
in the catholic world during the early modern period, Leiden: Brill, 2014.
Imágenes
Imprenta de tipos móviles:
http://www.pensamientosmaupinianos.com/2012/04/historia-de-la-imprenta.html
Biblia de Lutero:
De Torsten Schleese - Own photo taken in Lutherhaus
Wittenberg, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=460823
Centros de impression y diffusion de la imprenta en
Europa a principios del siglo XV:
https://www.blinklearning.com/Cursos/c392729_c15902999__1__El_inicio_de_la_Edad_Moderna__Los_siglos_XV_y_XVI.php
La Reforma Protestante a finales del siglo XVI:
http://www.curriculumenlineamineduc.cl/605/articles-32979_recurso_jpg.jpg
Portada de la primera edición del Index Librorum Prohibitorum (Venecia, 1564):
Dominio público,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=433142
Sobre la autora:
Licenciada en Geografía e Historia y doctora en
Historia por la Universidad de Sevilla (2007). Ha sido Marie Curie Fellow en el
Instituto Universitario Europeo (2010-2012) y profesora de la UPO desde 2012.
En la actualidad tiene un contrato Ramón y Cajal en el área de Historia Moderna
de dicha Universidad. Su investigación se centra en la historia del libro en la
Edad Moderna con dos líneas fundamentales: el estudio de las redes de comercio
de libros en la Monarquía Hispánica y el análisis de las bibliotecas
particulares y los gustos lectores en los siglos XVI y XVII. Es autora del Lectores
y libros en la ciudad de Sevilla. 1550-1600 (Rubeo,
2011) y editora de Books in the Catholic World during the Early Modern Period (Brill, 2014).
Muy interesante articulo sin duda.
ResponderEliminarSaludos desde Rodi Graf, su Imprenta en Ourense.