Hasta
hace apenas unas décadas, la emperatriz y reina Isabel de Portugal ha sido una
de las grandes olvidadas y ha contado con una consideración histórica insuficiente.
Esto principalmente se debe a la conformación de una historiografía
tradicionalmente androcéntrica que ha contribuido a eclipsar su imagen por la presencia
y actuación de su esposo, el emperador y rey, Carlos V, y su hijo, Felipe II.
No obstante, pese al papel de incuestionable valor y peso que ambos monarcas tienen
en la historia, ésta debe y tiene que poner en suma el papel político de la
emperatriz y reina Isabel de Portugal, pues su actuación en el periodo que nos
concierne supera el papel de hija, esposa o madre de reyes.
Retrato de la
emperatriz Isabel de Portugal. Tiziano (1548)
En
la madrugada del 25 de Octubre de 1503 nació en el palacio real de Lisboa la
infanta Isabel, una de las mujeres más influyentes e importantes de su periodo,
no sólo por convertirse en la esposa de uno de los hombres más poderosos de la
historia, sino por su gestión en los asuntos de gobierno. Una gobernante que
demostró poseer las cualidades necesarias para las labores de gobierno durante
la ausencia de su esposo. Hija de Manuel I de Portugal, apoderado «el
Afortunado», Isabel recibió una excelente formación humanística de gran bagaje
cultural y teológico de parte de su madre, María, infanta de Castilla y Aragón
e hija de los Reyes Católicos. Sin duda, he aquí un aspecto de especial
relevancia que podría dar pie a comprender el interés, la preocupación y deseo
de la emperatriz por intervenir y dejar su sello personal en los asuntos
políticos: la intervención e implicación de su madre, la Reina María en
diversas cuestiones de gobierno como en las mediaciones con el rey, su padre,
Fernando el Católico o su implicación en cuestiones de la frontera. De modo que
la alta formación que la emperatriz recibió en la corte portuguesa pasaba por
convertir a Isabel en una reina con un deber más allá de el de garantizar la
sucesión en sus reinos. Estaba llamada a contribuir al servicio de una cuestión
de estado de la que, como veremos, no se sentirá ajena.
Durante
sus trece años de gobierno, la emperatriz demostró estar a la altura de las
cualidades y virtudes que se le atribuía. Desde un principio, Isabel parecía ser
la candidata perfecta a convertirse en la futura esposa del emperador Carlos V.
Las Cortes castellanas veían en la infanta portuguesa la opción idónea. Nieta
de los Reyes Católicos y hermana del rey más rico de la cristiandad, Juan III,
las cortes de Castilla no dudaban en exigir al César el acuerdo matrimonial con
la futura emperatriz. Consejeros y diferentes miembros de la sociedad
castellana, alzaban las voces a favor de Isabel, quienes le atribuían
destacadas y pronunciadas virtudes y cualidades dignas de una reina y
emperatriz destinada al cuidado y a la administración de los reinos
peninsulares en ausencia del emperador: prudencia,
discreción, voluntad, generosidad y sencillez. De hecho, el mismo emperador
en una carta enviada al Obispo Grasi, señor de Mónaco, explica los motivos que
le llevó a contraer matrimonio con la infanta portuguesa y en ella exalta las
altas virtudes de su futura esposa. Carlos V resalta la prudencia y santidad de sus costumbres dignas de serles encomendado
el cuidado y administración de sus reinos.
El emperador no deja pasar por alto el linaje clarísimo y altamente ilustrado de su esposa, así como su gran religión y piedad, y la importancia
de la dote.
El emperador
Carlos V y la emperatriz Isabel de Portugal. Copia de Rubens de un cuadro
desaparecido de Tiziano (1628-1629).
Isabel
de Portugal ostentó los cargos de reina y emperatriz del Sacro Imperio Románico
Germánico desde 1526 y 1539, entre los cuales se le concedió la regencia de los
reinos peninsulares en tres ocasiones. Los años dedicados a la regencia de los
reinos tuvieron lugar en diferentes momentos de su vida, sin duda, el más
importante de todos ellos transcurrió entre los años 1529 y 1533, periodo que
coincidió con el mayor tramo de tiempo de ausencia del emperador. Los otros
dos, en cambio, fueron en 1528 y en 1538, un año antes de su prematuro
fallecimiento. Durante ese tiempo, Isabel no sólo se dedicó a atender a los
asuntos de gobierno sino también se encargó de la educación de sus hijos.
En
todos esos años podemos percibir una evolución en el papel político de la
emperatriz. En un principio, debido al desconocimiento de la gestión y el
gobierno de las tierras castellanas, vemos a una reina más cercana al Consejo
real; sin embargo, con los años veremos a una emperatriz más suelta, experta,
segura y preparada para asumir por ella misma las cuestiones políticas, sobre
todo la defensa de los territorios peninsulares de Barbarroja y sus huestes, la
organización de las Indias y la lucha contra el maltrato de
los naturales. Para ello una de sus principales preocupaciones fue la
consecución permanente de dinero, por la que luchó incansablemente por
conseguir a como diera lugar. Junto a ello, y aunque su actuación política se
limitaba sólo a los asuntos políticos que concierne a los reinos peninsulares,
la emperatriz intervino en no pocos asuntos del Sacro Imperio, proponiendo y
opinando sobre los problemas con Francia, la defensa de su tía Catalina de
Aragón y manteniendo correspondencia con embajadores y el propio Papa.
Ninguno de los últimos
estudios históricos que recoge el papel de la emperatriz en los asuntos de
gobierno y poder político cuestiona su criterio y gran capacidad organizativa
en las labores administrativas y políticas llevadas a cabo durante los periodos
de regencia; sin embargo es importante resaltar que la actuación política de la
emperatriz estuvo siempre guiada, acompañada
y supeditada a las decisiones del
emperador y a la de su amplio equipo de consejeros. Entre ellos, Juan Tavera,
arzobispo de Santiago y Francisco de Zuñiga, el Conde de
Miranda. Su labor al frente de
los reinos peninsulares siempre contó con la aprobación del emperador, de sus
consejeros y de la mayor parte de los cortesanos. Por esa razón, durante su
mandato apenas se aprecian disputas y problemas con la nobleza, aunque sí sería
interesante destacar sus diferencias con el almirante castellano, Fadrique Enríquez,
Señor de Medina de Rioseco y conde de Melgar.
Los
estudios hablan de ella como el alter ego
o ayudadora del emperador, una mujer
que no era ajena a las cuestiones políticas y que a además de rendir absoluta
lealtad al emperador, quiso elaborar su propia línea de actuación. La
emperatriz siempre asistió a su esposo aunque en determinados momentos pareció
mostrarse disconforme con algunas de sus decisiones o retrasos en las misivas. Desde
el primer momento, Isabel asume su papel y se muestra interesada en cumplir con
su deber, y por esa razón desde muy pronto encontraremos su nombre y firma en
cientos de documentos que hoy en día se nos conservan. En balance general,
podemos deducir que la reina Isabel desempeñó sus funciones con gran habilidad
y prudencia. Todo lo que realizaba procuraba hacerlo con absoluto control y detalle,
con el fin de estar a la altura de lo que de ella se esperaba. La emperatriz
gobernó con cordura y tacto político, mostrando altos dotes de diplomacia.
La actuación política
de Isabel dejó una huella tanto en el emperador Carlos V, como posteriormente
en su hijo, Felipe II. Las opiniones de la emperatriz y su forma templada,
paciente y organizada de llevar los asuntos de gobierno tuvo que influir de
alguna manera en muchas de las actuaciones y decisiones del emperador. Del
mismo modo, la emperatriz se convirtió en un referente para su hijo Felipe II,
quien no dudó en actuar, en muchos momentos, como su madre lo había hecho.
Bibliografía
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Jiménez Zamora, I: “La actuación política de la Emperatriz Isabel
(1528-1538)” Espacio, tiempo y
forma. Serie IV Historia Moderna. 29 (2016): 163-185
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Jiménez
Zamora, I. La emperatriz Isabel de Portugal y el gobierno de la monarquía
hispánica en tiempos de Carlos V (1526-1539). Madrid: UNED. Tesis Doctoral.
2015
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Piqueras Villaldea, Mª I. Carlos V y la emperatriz Isabel. Madrid:
Actas. 2000.
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Alvar Ezquerra, A. La emperatriz. Madrid: La esfera de los libros. 2012
Imágenes
Retrato de la
emperatriz Isabel de Portugal.
https://es.wikipedia.org/wiki/Retrato_de_Isabel_de_Portugal_(Tiziano)#/media/File:Isabella_of_Portugal_by_Titian.jpg
El emperador Carlos V y
la emperatriz Isabel de Portugal https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_I_de_Espa%C3%B1a#/media/File:Peter_Paul_Rubens_-_Charles_V_and_the_Empress_Isabella_-_WGA20379.jpg
Sobre la autora
Cristina Cardador Ruíz
Graduada en Geografía e Historia por la Universidad Pablo de Olavide, promoción 2011-2015. Realizó su Trabajo de final de Grado sobre el culto imperial en Itálica. Interesada en el género y los estudios históricos acerca de las mujeres en la Antigüedad y en la Modernidad. Realizó el Máster en Religiones y Sociedades organizado por la Universidad Pablo de Olavide y la Universidad Internacional de Andalucía, el cual culminó con el Trabajo de final de Máster titulado “Plotina y Sabina en la religión romana”. Actualmente cursa el Máster en Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas en la Universidad Pablo de Olavide.
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