La construcción
sociopolítica, cultural y religiosa de lo que hoy reconocemos como Europa o “lo
europeo” es fruto de un complejo y largo proceso. Tanto desde los libros como
las aulas nos gusta ver el origen de esta construcción en el mundo
grecorromano, desde donde se suele trazar una línea ascendente hasta el
presente basándonos en una serie de evoluciones y mejoras técnicas que nos han
permitido avanzar. Sin embargo esta visión progresiva de la historia se ha ido
agotando gracias a publicaciones como la que hoy os reseñamos.
Europa ante el espejo es un libro breve (poco menos de 200 páginas), en el que se
aborda la construcción de Europa a partir del reflejo que le han ido
proporcionando a lo largo de la historia una serie de espejos deformantes, compuestos por el reflejo de aquellos “otros” que en cada etapa de la historia
se han considerado la antítesis de lo civilizado. La división interna de esta
obra dedicará un capítulo a cada uno de estos espejos.
El primer capítulo
se titula “el espejo del bárbaro” y en él nos muestra cómo el concepto de lo
griego primero y de lo romano después, se fue construyendo de forma paralela al
de bárbaro. En él se nos muestra como frente a lo griego se situaba lo persa,
frente a las libertades y pensamientos griegos, el despotismo político y
cultural del persa.
En el segundo
capítulo, “el espejo cristiano”, analiza el uso de la religión y la legitimación
del poder en el Imperio Romano, explicando el paso de las tensiones con los
grupos cristianos de los siglos I-III d. C. a la adopción del cristianismo como
religión oficial del imperio y su dotación de los recursos para que fueran una
de las estructuras del poder frente al paganismo y las distintas corrientes
existentes dentro del cristianismo.
En “el espejo
feudal” (tercer capítulo) se trata con cierto escepticismo la caída del Imperio
Romano en manos de los pueblos germánicos, ya que el Imperio Romano de Oriente
seguiría existiendo mil años más y, dentro de los territorios del Imperio Romano
de Occidente, se tendió a no cambiar las estructuras que habían regido el
imperio hasta entonces, con mayor o menor éxito. En este cambio siguió teniendo
un papel muy importante el cristianismo como aglutinador y legitimador del
poder. Es especialmente interesante, ya que busca romper con el pensamiento de
que la caída del Imperio Romano supone una catástrofe, y muestra este pensamiento como el fruto de un discurso moderno que ha dejado su impronta en la identidad
europea.
Los capítulos
cuatro y cinco, “el espejo del diablo” y “el espejo rústico”, se profundiza en
la construcción de estos reinos germánicos occidentales frente a las creencias
y las culturas populares durante la Baja Edad Media. La alteridad de estas
sociedades eran la herejía (cátaros, bogomilos, valdenses), el islam y las
expresiones culturales que, aunque en el siglo XVI se empezarán a diferenciar,
hasta entonces formaban parte de una cultura en la que participaban todos los
estamentos sociales.
“El espejo cortés”
(sexto capítulo) vendrá a reforzar esa crítica y cierto desprecio hacia la cultura
popular, consecuencia de la creación de una cultura de élite seguida por los
estamentos con mayor poder adquisitivo. La cultura del libro, la caballería, la
ciencia, la moda, los bailes cortesanos y la religión oficial, frente a la
superstición, el carnaval y las creencias marginales como el judaísmo o el
islam.
El capítulo
séptimo está dedicado al encuentro entre lo europeo y lo indígena o salvaje. En
él se explica cómo el recién descubierto salvaje es ese otro al que lo europeos
querrán domesticar en su pretendida superioridad cultural y religiosa.
El capítulo octavo corresponde una crítica precisamente a la idea del progreso que hemos expresado en las primeras líneas de esta reseña, y que se justifica a partir de esa superioridad técnica que permite a Europa ser la potencia principal durante los siglos XVI-XX. Es en la creencia en el progreso a partir del cual se generan una serie de modelos de Estado a la europea que se deben seguir para mejorar todos y cada uno de los territorios del mundo. El pasar del campo a la industria, del comercio local al ideal del libre comercio.
El penúltimo
capítulo, “el espejo del vulgo”, habla en primer lugar de la construcción del
“Estado Moderno” y como consecuencia de este, el "Estado-Nación" con las
revoluciones de masas y la aparición de los gobiernos representativos. También
dedica algunas líneas al nazismo y a la creencia casi racista soslayada de la
superioridad de la cultura occidental.
“Fuera de la
galería de los espejos” es el último capítulo que a modo de conclusión
reflexiona sobre la deriva de estos reflejos y el papel general que han tenido
estos espejos deformantes en lo que hoy conocemos como Europa. Una Europa que
según el autor se ha empeñado en ir levantando muros hacia sus alteridades, que
da la espalda a la inmigración y que se mira el ombligo, y donde termina diciendo que
este hermetismo es lo que puede llevarla a la disolución.
Lo imprescindible
de entender en este libro es captar que la existencia de puntos de inflexión de fechas y
actos concretos que se estudia en algunos manuales y libros de texto de
historia es una invención. Además de que es preciso entender los cambios en la
historia como una confluencia de multitud de factores, no solo políticos o
económicos, también sociales, religiosos, culturales, militares, etc. Es
necesario aprender a huir de la mitificación de los grandes hitos y las grandes
figuras históricas para comenzar a comprender la complejidad de los distintos
procesos que han protagonizado la deriva histórica, que no siempre fue a mejor
porque el mundo no funciona ni ha funcionado nunca de manera lineal y progresiva.
Por ello el libro
de Josep Fontana me parece fundamental para todo aquel que quiera iniciarse en
hacer historia, partiendo de una base que nos ayude a comprender de una forma
más cercana las distintas realidades, historias y verdades que existen y que
han dejado una huella en la ciencia occidental que tardará en irse, si es que
algún día lo hace.