Con
la llegada de los españoles a América, se abrirá un nuevo escenario en el que
no sólo serán totalmente novedosas las bases económicas, políticas y sociales
para los europeos, sino que se toparán con un contexto cultural totalmente
distinto, lleno de creencias ajenas. En
esta nueva atmósfera, la Iglesia jugará un papel primordial ya que, una vez que
se fueron conquistando progresivamente los territorios, se va a necesitar de una
institución y de unos mecanismos legitimadores que
ayuden al buen funcionamiento de la vida social.
Como apunta Domingo
Ramos, el Nuevo Mundo se convertirá en el espacio donde se van a ensayar las
utopías renacentistas, permitiéndose de esta manera transferirse los modelos de
religiosidad existente en la Monarquía Hispánica.
De esta forma, la Iglesia
se convertirá en el motor institucional capaz de construir el vínculo orgánico
entre las distintas facciones sociales desempeñando la función de referencia,
es decir, creando una identificación común, como fue la pertenencia a una misma
religión, ya lo dijo Francois Haurtart el cristianismo compartido por los
diversos grupos sociales y étnicos constituyo un conjunto de significaciones y
representaciones comunes a todos ellos y fue también un factor que permitió
reducir al nivel simbólico la contradicción objetiva presente en las relaciones
sociales.
Hay que tener en cuenta que la religión, además
del profundo carácter teológico que presenta, aporta otros aspectos igualmente
importantes porque afecta tanto a la cultura, como a la economía y a la
política de un territorio. Este aspecto se incrementa si tenemos presente la
época que estamos tratando, finales del siglo XV principios del XVI, período en
el cual la Iglesia Católica tendrá un importante peso en el día a día de la
sociedad y la monarquía, motivado entre otras cosas, por la regeneración
espiritual que se vive en el siglo XV, con la reforma de Cisneros que, convierte a la iglesia
en un mecanismo estrechamente vinculado a la política y a los intereses de la Monarquía
Hispánica.
Además,
se produce una transformación de contenido en las formas, aumentando la
manifestación externa de los cultos en la conmemoración de los ciclos
litúrgicos. En la América Colonial tendrán un peso muy importante la Semana Santa
y el Corpus Christi. Dichos ciclos del
calendario cristiano, en el que se reproduce la pasión, muerte y resurrección
de Jesús, serán usados por la predicación
misionera en el Nuevo Mundo por su enorme valor, estableciendo la celebración
de la Semana Santa y el Corpus Christi como los acontecimientos religiosos más
importantes del año.
La
Iglesia usó este tipo de fiestas de marcado carácter espiritual, como mecanismo
sutil para dominar y subyugar el ánimo colectivo de
protesta durante el Antiguo Régimen, ya que la experiencia religiosa colectiva
se expresa a través de la puesta en escena, que no deja de ser una de las
características centrales de la fiesta.
Por tanto, a sabiendas
de esto, la Iglesia se encargó de elaborar y asignar un nuevo calendario. Así,
los indígenas fueron sometidos a sermones y sacramentos, obligados a la
conversión religiosa y, por tanto, al sentimiento de pertenencia a un mismo
cuerpo social. De esta conversión estaba muy pendiente la Corona, ya que
cumplir con los días festivos sagrados era esencial para evangelizara los
indios, educándolos y persuadiéndolos en la fe, lo cual serviría para
manejarlos y establecerlos en la escala social pertinente, formando de este
modo el calendario festivo.
En estas enseñanzas
tenía un fuerte peso la iconografía. Rápidamente la Cruz, que fue uno de los
símbolos de la acción evangélica, la devoción al Cristo crucificado, a la Virgen
María y a otros Santos, fueron adquiriendo un peso importante, llevándose a las
distintas prácticas religiosas de ciclos litúrgicos, en este caso a la Semana
Santa.
De la misma forma que
estaban ocurriendo en los demás territorios de la Monarquía Hispánica, como
apunta Domingo Ramos, la solemnidad se manifiesta en la celebración de los
Oficios y en las procesiones penitenciales, tomándose los mismos días claves en
América que en la península; comenzando con la misa del Domingo de Ramos y teniendo un peso muy
importante el Jueves Santo.
De este modo si
hiciéramos un estudio exhaustivo de las distintas manifestaciones litúrgicas
existentes en América Latina, podríamos comprobar el proceso de transferencia
religiosa llevado a cabo por los europeos en el Nuevo Mundo.
Bibliografía:
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