martes, 3 de mayo de 2016

Origen, creencias y hábitos de las comunidades esenias


Son una gente única en su género y admirable entre todos los demás del mundo entero, sin mujeres y renunciando a la sexualidad enteramente, sin dinero ni otra compañía que las palmeras.

Plinio, Historia Natural, 5, 17.4


Según Flavio Josefo, historiador judío del siglo I d. C., la sociedad judía estaba dividida en una gran masa de individuos anónimos, más o menos observantes de la Ley, y una serie de grupos que realizaban sus prácticas de una forma especialmente rigurosa y que vivían su religión con más intensidad. Estos últimos grupos son designados por Josefo como “filosofías” o “escuelas filosóficas”, aunque la bibliografía actual los trata como “sectas” del judaísmo. 

Supuesto retrato de Flavio Josefo

Son cuatro las “sectas” con un mayor número de seguidores: la de los saduceos, formada por la clase dirigente de rango sacerdotal que se encontraba en el Templo y la capital; la de los fariseos, un movimiento orientado a la restauración de Israel y que era, por la influencia que poseían sobre las gentes, los verdaderos dirigentes del pueblo judío; los celotas, un grupo formado por el pensamiento contrario a la helenización de Israel que llevaba a cabo constantes rebeliones; y, por último, los esenios.

La teoría más aceptada sobre el surgimiento de este grupo judío es la que relaciona a los habitantes de Qumrán (lugar en el que se descubrieron, entre 1946 y 1956, una gran cantidad de textos de contenido religioso, fechados entre los siglos III – I a. C. y conocidos como los “Manuscritos del Mar Muerto”) con el movimiento esenio y coloca los orígenes del mismo en el grupo de los hasidim de época macabea. Serían una especie de escisión de este grupo (caracterizado por estar muy apegado a la Ley de Moisés) por no estar de acuerdo con la política llevada a cabo por Jonatán, que sería en ese momento sumo sacerdote del Templo y líder del partido nacionalista.

Josefo asegura en Antigüedades de los judíos que, en el siglo I a. C., los esenios eran un grupo de en torno a cuatro mil personas en toda Judea. Vivían en comunas en el extrarradio de las ciudades, aunque algunos de ellos se habían retirado de ellas y habían roto con el Templo por conflictos en el calendario con el resto de los esenios y el desacuerdo con el sacerdocio. Estos esenios escindidos formaron la comunidad de Qumrán en el desierto del Mar Muerto, pues creían ser el último resto del verdadero Israel.

Ruinas de Qumrán

Una de las características principales en la cosmovisión de los esenios es el fuerte determinismo. Para ellos, todo lo que ocurra está determinado previamente por Dios, todos los seres están predestinados, Dios crea sabiendo ya cual será el destino de lo creado. Sin embargo, también creían en una relativa libertad de acción por parte de los seres humanos, y que éstos debían escoger la senda del bien (de la mano de los ángeles) dejando de lado la senda del mal (unida a Satán). Poseían una gran cantidad de libros de literatura religiosa propia, que estudiaban y aceptaban como sagrados con la misma intensidad que las mismas Escrituras. Estos libros versaban sobre el origen de la comunidad y los preceptos de la misma. Algunos esenios consideraban que podían adivinar e interpretar el futuro a través de los textos sagrados.

Los esenios estaban totalmente convencidos de la proximidad de la llegada del Reino de Dios, que vendría tras la lucha contra el mal, representado por todos aquellos pueblos que rechazaban la Ley de Moisés, principalmente los romanos. Las ideas mesiánicas de los esenios eran muy diversas, aunque la doctrina más generalizada es la creencia en la venida de un mesías doble: uno sacerdotal, encargado del cumplimiento de la Ley; otro guerrero, que libraría las batallas contra los extranjeros que dominaban Israel.

Entre sus creencias se encontraban también la concepción corruptible del cuerpo y la inmortalidad del alma. Consideraban el cuerpo como una cárcel temporal. Como los griegos, pensaban que a las almas buenas les estaba reservada una morada más allá del Océano, y a las malas una caverna oscura. Eran muy respetuosos con Dios y con Moisés, hasta el punto de que todo el que blasfemara contra ellos era castigado con la muerte. La observancia del sábado era muy estricta: era un día en el que ni si quiera se atrevían a mover los objetos de lugar o a atender sus necesidades naturales.

Los interesados en ingresar en el grupo de los esenios recibían tres insignias: una azuela, un mandil y una túnica blanca. Tras tres años de preparación, hacían un juramento en el que la persona se comprometía a una franqueza total con los hermanos y a guardar secreto ante los extraños acerca de las doctrinas de la orden. Solo tras este tiempo de preparación podían integrarse plenamente en la comunidad.

Eran admitidos solamente adultos, pero guardaban consigo a sus hijos para educarlos en sus principios. Muchos de ellos eran célibes, pues observaban a la mujer como algo corrupto, aunque el matrimonio no les estaba prohibido. Josefo lo cuenta así en una de sus obras:

Desprecian el matrimonio, pero adoptan hijos de otros mientras aún son dóciles a sus enseñanzas (…) y los modelan según sus costumbres. (…) Se guardan de la lascivia de las mujeres y están persuadidos de que ninguna guarda fidelidad a uno solo.

Poseían una enorme cantidad de rituales, normalmente relacionados con abluciones de purificación y oraciones. Según las palabras de Josefo:

Para con la divinidad solo dicen son verdadera y singularmente piadosos. Así, antes de que nazca el sol (…) solo dicen ciertas oraciones tradicionales dirigidas a él. Después (…) de trabajar con tesón hasta la hora quinta (…) se lavan el cuerpo con agua fría (…) y van juntos a un edificio especial (…), un recinto sagrado. (…) El sacerdote dice una oración antes de la comida y nadie puede probar cosa alguna antes de la oración, después de comer añade una nueva oración; de forma que, tanto al principio como al fin, veneran a Dios como suministrador de lo necesario para la vida. Luego (…) vuelven nuevamente a sus trabajos hasta el atardecer.

Entre los esenios, nadie poseía más que otro, pues había una especie de organismo administrativo que se quedaba con todos los bienes que la persona tuviera y se repartían para todos igual. Ocurre esto también con los salarios que ganan generalmente en la agricultura, que era el trabajo más común entre los esenios. Les estaba prohibido dedicarse al comercio, así como comprar o vender cualquier cosa. Si necesitaban algo o se ponían enfermos, se les atendía desde el fondo común. Lo describe Josefo de esta forma:

Son despreciadores de las riquezas (…) siendo imposible hallar entre ellos alguno que posea más que los otros (…), todos tienen, como hermanos, un solo patrimonio.

Estaban considerados por Filón y Josefo como auténticos maestros de moral. Eran, en resumen, abstemios, sencillos y parcos en sus deseos. Comían y bebían lo justo para saciar el hambre y la sed. Evitaban las emociones pasionales, ya fuera deseo sexual, la rabia o la ira y no optaban a grandes posesiones, solo a lo que les era necesario, desechando únicamente lo que iba quedando inservible por el uso.
Aunque en general se establezca el esenismo como una corriente paralela a la de los fariseos o los saduceos, algunos investigadores, como el teólogo protestante Emil Schürer, los diferencian de entre estas corrientes al no formar un partido político, sino más bien una especie de “orden monacal”.


BIBLIOGRAFÍA
Alvar, J., Blázquez, J.M., Fernández Ardanaz, S., López Monteagudo, G., Lozano, A., Martínez Maza, C., Piñero, A., Cristianismo Primitivo y Religiones Mistéricas. Madrid: Cátedra, 2010, 66 – 74.
Piñero, A., Guía para entender el Nuevo testamento. Madrid: Trotta, 2011, 101 – 104.
Schürer, E., Historia del Pueblo Judío en tiempos de Jesús (Vol.II). Madrid: Ediciones Cristiandad, 1985. 719 – 739.

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