martes, 25 de octubre de 2016

Los inicios de la Psicología en España


Una investigación: obra de Joaquín Sorolla, en el centro se encuentra el Dr. Simarro (1897)

La Psicología es una disciplina a caballo entre las Ciencias Biológicas y las Ciencias Sociales, lo que hace que sea ontológicamente problemática (Posada, 2006). Su historia es tan controvertida como fascinante, pero el reduccionismo posmoderno ha generado una imagen polarizada que la desvirtúa. En muchas películas, series y libros, vemos las horribles prácticas (torturas físicas y mentales) que supuestamente la Psicología utilizaba en sus orígenes. En otros casos, vemos a taciturnos doctores plegados en sus sofás, presas de una pasividad inalterable, escuchando los problemas de sus pacientes, como si de un confesor profano se tratase. Nada más lejos de la realidad, especialmente en nuestro país. Los dos son estereotipos clásicos que parten de casos excepcionales y extremos, alejados de la realidad histórica. Por ello, me propongo invitaros a una breve revisión histórica sobre los inicios de la Psicología en nuestro país a través de algunos de sus personajes, instituciones, influencias filosóficas y prácticas clínicas, con el objetivo de desmitificar nuestras concepciones a priori y recuperar la memoria, fuente de compromiso con el futuro y custodia de la Razón.

La Historia de la Psicología en nuestro país puede dividirse en tres etapas: (1) una etapa filosófica denominada Protopsicología o Psicología Filosófica que va desde finales del siglo XV hasta la primera mitad del siglo XIX; (2) una etapa de desarrollo científico e institucionalización, que llamaremos Inicios de la Psicología y que va desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el final de la Segunda República (1936); y (3) una etapa de internacionalización e incorporación al imaginario colectivo conocida como Psicología Contemporánea, que comprende desde los años 60 hasta nuestro siglo. Nos centraremos en la segunda etapa, que da comienzo a lo que se conoce como Psicología Científica y que sienta las bases de la disciplina tal y como la conocemos hoy.

Debido al proceso de reconstrucción histórica interesada y el adoctrinamiento desarrollado por la dictadura franquista, gran parte de la historia de finales del siglo XIX y principios del XX ha sido borrada de la memoria colectiva. Con ello, se ha perdido la historia de disciplinas profundamente revolucionarias en nuestro país como la Antropología (en la cual nuestro país fue pionero gracias a Antonio Machado Nuñez, abuelo del afamado poeta) o la Psicología. En estas fechas nuestro país fue una de las más eminentes potencias intelectuales de Europa, germen que no llegó a dar sus frutos por la llegada Guerra Civil (1936-1939) y sus consecuencias. De este pasado intelectual se han recuperado las referencias literarias, pero todavía queda pendiente retornar a la consciencia colectiva el bagaje político, científico, filosófico y etnológico que el franquismo borró de nuestra memoria.



Antonio Machado Nuñez

Sin embargo, la segunda mitad del siglo XIX no fue un periodo fácil para el desarrollo del conocimiento. Constantemente los académicos e intelectuales debían esconder sus ideas o relativizar sus afirmaciones a fin de sortear la censura impuesta por el Plan Pidal de 1845, la Ley Moyano de 1857 y el Decreto del ministro de Fomento Manuel Orovio de 1867. Esto parecía disponer a España al fracaso intelectual, sobre todo a nivel científico, ya que: (1) la Filosofía, disciplina central en las universidades, estaba intencionalmente supeditada a la Teología; (2) las leyes anteriormente citadas imponían una centralización de la enseñanza superior, así como una progresiva pérdida de independencia de los intelectuales; y (3) los laboratorios eran escasos y el interés de las instituciones públicas por estos mucho menor. Sin embargo, la llegada de dos corrientes de pensamiento profundamente positivistas consiguió enfrentar esta situación. Nos referimos al evolucionismo y al krausismo, representados respectivamente en las figuras de Antonio Machado Nuñez y, Francisco Giner de los Rios y Nicolás Salmerón. Estos intelectuales difundieron nuevas maneras de comprender la ciencia y fomentaron la creación de instituciones privadas (como la Institución Libre de Enseñanza, 1876-1936), museos (Museo Entológico, Museo Pedagógico, etc.) y ateneos municipales, donde poder desarrollar sus investigaciones en los nuevos campos del saber, instruir a alumnos y fomentar la discusión científica. Además lucharon contra las instituciones públicas hasta conseguir que el nuevo ministro de Fomento Manuel Ruiz Zorrilla rubricara un decreto de “libertad de enseñanza”, hecho que fue conocido como la Revolución de Septiembre. Sin embargo, los conflictos no pararían de sucederse, el ministro Orovio sería repuesto por Cánovas del Castillo y se atentaría constantemente contra la libertad de cátedra hasta la llegada de la Segunda República. 


Francisco Giner de los Ríos

La Psicología Científica entra en nuestro país a través de las investigaciones de científicos (médicos principalmente) que, ya sea por lecturas o viajes al extranjero, se interesaron por investigar los procesos mentales a raíz de la creciente institucionalización de estos estudios en Europa, concretamente en Alemania. Encontramos cinco figuras centrales: el propio Francisco Giner de los Ríos, el doctor Luis Simarro, Julián Besteiro, Martín Navarro y Flores y Urbano González Serrano. Estos intelectuales, a excepción de Giner de los Ríos, estaban profundamente vinculados con las Ciencias Experimentales. Los mencionados investigadores son conocidos como padres de la Psicología española y comparten una serie de características que propiciarían su unión: (1) eran intelectuales de reconocido prestigio en sus áreas; (2) se reconocían como progresistas; y (3) habían viajado por Europa o leído y traducido multitud de obras de afamados psicólogos europeos. El objetivo común que compartían era la institucionalización de estos estudios en nuestro país y la creación de espacios específicos para su investigación. Pero en la segunda mitad del siglo XIX hubo una maraña de decretos y órdenes ministeriales que se sustituyeron unos a otros, lo que dificultaba la lucha por un plan de estudios consistente donde introducir la Psicología Científica. Hasta el año 1900 no podemos encontrar una asignatura de Psicología que esté separada de la Filosofía. El 19 de julio de ese año un real decreto modifica el Plan de Estudios de la Facultad de Filosofía creando la primera asignatura de Psicología Experimental. La cátedra de esta asignatura será ocupada por el doctor Luis Simarro, veinte años después de la fundación del primer laboratorio de estudios psicológicos experimentales en Leipzig. Sin embargo, es preciso señalar que esa cátedra fue asignada poco tiempo después a la Facultad de Ciencias (1902), lo que convierte al Dr. Simarro en el primer psicólogo del mundo en ocupar una cátedra de dicha disciplina en un espacio plenamente científico. El Dr. Simarro también fundó el primer laboratorio de Psicología Experimental en España, originalmente en el Museo Pedagógico y, luego, en la Universidad de Madrid.


Una investigación: obra de Joaquín Sorolla, en el centro se encuentra el Dr. Simarro (1897)


A diferencia de las postrimerías del XIX, los treinta primeros años del siglo XX fueron de una extraordinaria riqueza para los profesionales que deseaban dedicarse a la Psicología Experimental. Sus prácticas eran muy diferentes a lo que nos han contado: hacían mediciones ópticas, conteo de tiempo en realización de acciones simples, experimentos de memorización de palabras, estudios de atención; es decir, investigaciones no-invasivas. Esto se debe a la influencia del psicólogo alemán Wilhelm Wundt, que tenía como objetivo el estudio de la mente y sus reacciones, no de los órganos cerebral y nervioso en sí. La labor de los profesionales españoles en el estudio de enfermedades sobre el ánimo (depresiones, esquizofrenias, paranoia, cambios de humor, autismo, etc.) fue encomiable. Sin embargo, la Guerra Civil paralizó todo el progreso. Con la llegada del conflicto, muchos científicos e intelectuales huyeron del país, horrorizados por la guerra fratricida. Otros se quedaron, en algunos casos renunciando a sus sueños y en otros sometiéndose a una dictadura física e intelectual que impidió el desarrollo de la Psicología hasta bien entrados los años 60. Cuando el Régimen abandonó la autarquía, permitió, con muchas dificultades, el desarrollo de la disciplina de nuevo, esta vez casi desde cero, pues era imposible mentar a los maestros.

Espero que este breve repaso sobre la situación histórica de la intelectualidad española de la época y en concreto la de una disciplina tan relevante en nuestros días como la Psicología, inviten al lector a investigar sobre los hechos y los personajes (recomiendo empezar por la bibliografía que adjunto; todo puede encontrarse gratuitamente en internet). Estoy seguro que se sorprenderán ante la altura intelectual de nuestros pioneros científicos e investigadores.

Bibliografía

Paniagua, F. B. Notas sobre el debate evolucionista en España (1900-1936). Revista de Hispanismo Filosófico, nº 12 (2007), 23-44.

Peset, M., y Peset, J. L. Las universidades españolas del siglo XIX y las ciencias. Ayer, nº 7 (1992), 19-49.

Posada, J. La Subjetividad en las Ciencias Sociales, una cuestión Ontológica y no Epistemológica. Cinta de Moebio. Revista de Epistemología de Ciencias Sociales, nº 25 (2006).

Rodriguez, J. M. (1987). El nacimiento de la Psicología Científica en España. Ensayos: Revista de la Facultad de Educación de Albacete, (1), 149-164.

Yela Granizo, M. (1987). Los orígenes de la psicología científica en España. El Dr. Simarro y su Fundación. Investigaciones Psicológicas, 4 (Los orígenes de la Psicología experimental en España: El Dr. Simarro, Eds Campos Bueno, JJ y Llavona, R), 67-79.

Imágenes:

Una investigación  de Joaquín Sorolla: Catálogo del Museo Sorolla de Madrid (http://www.mecd.gob.es/msorolla/inicio.html)

Francisco Giner de los Ríos y Antonio Machado Nuñez: www.wikipedia.org


Sobre el autor:

Antonio Jesús Guzmán Troncoso

Su nombre es Antonio Jesús, pero desde hace mucho es conocido como Antón. Es antropólogo e investigador social. Actualmente, estudia Psicología en la UNED y trabaja como diseñador creativo e investigador social en la empresa CACTUS: Investigación Cualitativa y Comunicación S.L. Sus intereses son de lo más variopintos: la filosofía, la historia antigua, la música jazz, la teoría política, el cine… Pero lo que verdaderamente le apasiona es la literatura fantástica, vicio que le ha llevado por los más apasionantes senderos que ha recorrido en su vida.

jueves, 20 de octubre de 2016

Los retablos de la iglesia del Salvador de Sevilla

La Iglesia del Salvador es uno de los edificios religiosos más importantes y emblemáticos de la ciudad de Sevilla, y el templo católico más grande de la ciudad tras la catedral. Su calidad artística, su trayectoria histórica, su relevancia en la vida religiosa de la ciudad y la actividad de la plaza en la que se encuentra (lugar común de reunión en el tiempo de ocio de los sevillanos) hacen que sea uno de los puntos de referencia para cualquier visitante.

Con este artículo, mi intención es hacer que quienes paseen la próxima vez por la iglesia sepan “qué ven” en sus retablos más importantes, pues en ocasiones el arte (y aún más el religioso) no solo basta con contemplarlo, sino que también es necesario entenderlo para poder apreciar todas las dimensiones del objeto que admiramos. 


Fachada de la iglesia

Aunque el edificio tiene antecedentes muy lejanos (en el Patio de los Naranjos encontramos restos de una antigua mezquita y de capiteles romanos y visigodos), la consumación de las obras del edificio actual datan del año 1712. No obstante, su fachada, que imita el exorno plateresco de la Iglesia de San Francisco de Paula, no quedó terminada hasta el año 1889. La verja de forja sobre la última grada de las que dan acceso al templo desde la plaza no se colocó hasta el año 1986.

EL RETABLO MAYOR
El retablo mayor ocupa todo el frente del presbiterio a lo largo y a lo ancho. Fue realizado por Cayetano de Acosta entre los años 1770 y 1776, y puede considerarse modelo del barroco sevillano.


Retablo mayor

Es de planta ligeramente cóncava, posee un cuerpo de tres calles y un ático. De abajo hacia arriba, encontramos, para empezar, en la mesa altar, una pieza que ejerce las funciones de Sagrario y Manifestador, el primero enmarcado entre columnas salomónicas y cerrado por una puerta de plata cincelada y decorada con pequeñas esculturas de San Jerónimo y San Ambrosio, el segundo se encuentra en un tabernáculo sostenido por cuatro ángeles atlantes, que cobija a una imagen de la Inmaculada Concepción realizada por el autor del retablo.


Retablo mayor

En la calle central, más arriba, sobresale una repisa volada que sirve de apoyo a un enorme relieve que representa la Transfiguración de Jesús (o Transfiguración del Señor), es decir, la “presentación formal” ante los apóstoles como hijo de Dios y Salvador (de aquí la advocación del templo). En este relieve destaca la escultura de Cristo, y a sus pies, arrodillados, los apóstoles Pedro, Juan y Santiago el Menor, sobre cuyas cabezas se dibuja la silueta del Monte Tabor y de la nube que según los pasajes bíblicos cubrió a Jesús, todo rodeado de una explosión de rayos dorados. Figuran a ambos lados de Jesucristo las imágenes de Moisés y Elías.


Escultura de Cristo en la Transfiguración

Finalmente, en el ático del retablo mayor encontramos la imagen de Dios Padre, también rodeado de rayos luminosos. Se encuentra apoyado sobre una nube en la que se asoman cabezas de querubines y parece estar escoltado por dos ángeles. La cornisa se muestra coronada por el escudo real. 


Representación de Dios Padre

RETABLO DEL CRISTO DEL AMOR
En la nave de la epístola descubrimos el retablo en el que se venera a la imagen del Cristo del Amor, titular de la hermandad del Amor, tallado por Juan de Mesa entre los años 1618 y 1620. No se conoce el autor del retablo, que ha sufrido numerosas reformas desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. En el cuerpo principal se enmarca el hueco donde se expone la imagen del crucificado, aunque en principio fue trazado para alojar un cuadro de Juan de las Roelas, pintor flamenco del siglo XVI.


Retablo del crucificado del Amor

A los lados del crucificado, se exponen las imágenes de Nuestra Señora del Socorro, titular mariana de la Hermandad del Amor, y Santiago Apóstol. Sobre ambas imágenes se encuentran las tallas de las que pueden ser las santas Justa y Rufina en medallones.

El retablo está rematado por un baldaquino sobresaliente donde se aloja una imagen de San José. 


Nuestra Señora del Socorro

RETABLO DE SAN CRISPÍN Y SAN CRISPINIANO
En el muro lateral de la nave de la epístola encontramos este retablo, realizado entre 1730 y 1733 por José Fernando y Francisco de Medinilla y dedicado a los santos Crispín y Crispiniano. Éstos se hallan representados en la hornacina alta, y en la baja y central se exhibe la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Sagrada Entrada a Jerusalén, el último de los componentes de la hermandad del Amor.


Retablo de San Crispín y San Crispiniano

RETABLO DE NUESTRA SEÑORA DE LAS AGUAS
La advocación de la imagen venerada en este retablo, Nuestra Señora de las Aguas es de origen desconocido, aunque existen en la ciudad dos leyendas muy conocidas sobre la misma. Algunos, cuentan que a Fernando el Católico se le apareció la virgen en sueños y mandó a varios autores a realizarla tal y como se le había aparecido. Se cuenta, según esta leyenda, que sobre la imagen que describimos el rey dijo que estaba “entre dos aguas”, refiriéndose a que aunque se aproximaba, no era del todo así. Se dice que fueron presentadas además la Virgen de los Reyes (patrona de la ciudad y supuesta elegida por el rey) y Nuestra Señora de Valme. Otra leyenda asegura que la advocación de esta imagen mariana se debe a las ocasiones en las que se le pedía que lloviera en épocas de sequía.


Nuestra Señora de las Aguas

Este portentoso retablo fue realizado por José Maestre entre los años 1722 y 1756. En el zócalo se puede contemplar una imagen del Niño Jesús atribuida a Martínez Montañés y en el cuerpo principal del retablo, la Virgen de las Aguas, probablemente tallada a finales del siglo XIII o principios del XIV. La iconografía de Virgen Majestad (sedente y mostrándose como trono de su hijo) es muy frecuente de su época.


Retablo de la Virgen de las Aguas

A cada lado de la Virgen, se encuentran los que fueran obispos de Sevilla, San Leandro y San Isidoro, realizados por Felipe de Castro en el siglo XVII, así como dos altorrelieves que representan la Anunciación y la Visitación de la Virgen a Santa Isabel.

En el cuerpo superior del retablo, también tallado en altorrelieve, puede admirarse la representación de la coronación de la Virgen, y en el ático la escena de Fernando el Católico (San Fernando para la Iglesia Católica) adorando a la Virgen. A cada lado, las imágenes de San José y San Diego de Alcalá. 


Coronación de la Virgen en el ático del retablo 

ARCO Y ALTAR DE LA CAPILLA SACRAMENTAL
Esta capilla es la sede de los titulares de la hermandad de Pasión debido a la fusión, en el año 1918, con la hermandad sacramental propia de la parroquia. La portada de la capilla es una obra de Cayetano Acosta entre los años 1756 y 1764, de estilo rococó dentro del barroco tardío sevillano. De planta levemente cóncava, se organiza en un banco, dos cuerpos con tres calles y un ático. El primer cuerpo gira en torno a la puerta de acceso a la capilla, que presenta un arco de medio punto, a cuyos lados se encuentran adornos circulares con las efigies de Santa Lucía y Santa Teresa de Jesús. El vano de la puerta se muestra flanqueado por dos pequeños altares, figurando sobre éstos las imágenes de San Francisco de Sales y San Felipe Neri, a la izquierda y derecha respectivamente.


Portada de la Capilla Sacramental

Centrada en el segundo cuerpo se muestra una alegoría de la apoteosis eucarística que sirve de expositor al Cuerpo de Cristo, adornado por las imágenes de santos representantes del Antiguo y el Nuevo Testamento. Todo esto está coronado con la imagen de Dios Padre rodeado de grupos de ángeles infantes.


Portada de la Capilla Sacramental (detalle)

A los pies de este arco-retablo que da entrada a la capilla, se encuentra la talla anónima de la Virgen del Voto, titular de la hermandad sacramental y realizada en 1654, y una imagen de San José con el Niño. Una reja de forja y de autor anónimo tallada en 1752 cierra la puerta.


Virgen del Voto

Ya en el interior de la capilla, de planta cuadrada, observamos el altar presidido por la escultura de Jesús de la Pasión, titular de la hermandad de Pasión, obra de Martínez Montañés en 1615. Este altar de plata procede de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, y fue cedido a la iglesia del Salvador tras la expulsión de los jesuitas en el año 1789. A cada lado del Nazareno se veneran las imágenes de Nuestra Señora de la Merced, realizada por Sebastián Santos en 1966, y San Juan Evangelista, obra de Gabriel de Astorga en 1862, ambos titulares de la hermandad de Pasión. Antiguamente se veneraba en este retablo a la anteriormente nombrada Virgen del Voto. 


Altar de la Capilla Sacramental

OTROS RETABLOS
Hay otros retablos menos llamativos en la iglesia del Salvador por ser de menor tamaño, pero que merecen ser observados con detenimiento, como los de San Fernando, el Cristo de la Humildad y Paciencia, del de Santa Ana o el de la Virgen del Rocío.


Retablo de Santa Ana

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA

Iglesias y Conventos de Sevilla (Tomo III). Ediciones Tartessos. 2009






IMÁGENES

Propias y de las páginas web de ArteSacro ( http://www.artesacro.org/ ) y Rafaes ( http://www.rafaes.com/ ).

martes, 11 de octubre de 2016

La caballería medieval en Castilla: la Orden de la Banda

La caballería medieval en el Reino de Castilla presenta una serie de matices diferenciadores respecto a otras caballerías europeas. Se podría decir que tenía un carácter “realista” frente a los ideales difundidos por la literatura cortés. Algunos factores como las necesidades de repoblación y guarda del ganado en las Extremaduras, desencadenaron la aparición de los denominados Caballeros Villanos, en la mayor parte de las ocasiones campesinos armados con caballo, a los cuales, se les concedía una serie de privilegios. En palabras de Menéndez Pidal esto "implicaba una extensión del concepto de nobleza, una democratización de los de arriba al aristocratizar a los de abajo, pues la reforma consistió en conceder privilegio de infanzonía a los caballeros villanos que servían a caballo en la guerra".

La fundación de la Orden de la Banda en 1332 por del Rey Alfonso XI se enmarcaba en esta misma línea “realista”, es decir, su objetivo inicial era la distinción por parte del monarca de guerreros destacados en las campañas contra los musulmanes. Muy pronto, ya con la redacción de los Estatutos de la Orden de la Banda (ordenamiento de la Banda) se aprecia un giro hacia los ideales caballerescos difundidos por la literatura cortés tan en boga en el resto de Europa y donde se recoge la normativa para la celebración de justas y torneos.


Crónica del Rey Alfonso XI

La democratización de la que habla Menéndez Pidal debida al fenómeno de los caballeros villanos hizo que en tiempos de Alfonso XI existiera una confusión entre la caballería villana y la caballería de linaje. La solución para lograr una diferenciación entre ambas caballerías únicamente podía realizarse a través del restablecimiento de una ceremonia de investidura de armas que había caído en el olvido, y a la que solo tuviera acceso la nobleza. Siguiendo esta línea, Alfonso XI viajó hasta Santiago para ser investido caballero ante la simbólica mirada del apóstol. A pesar de que con su ejemplo el monarca dio un gran impulso a las investiduras de los “ricoshombres” del reino, hay testimonios que parecen indicar  que  la ceremonia de entrada a la caballería de manera “formal” no se generalizó entre la nobleza. Un ejemplo lo tenemos en Pedro I, hijo de Alfonso XI, el cual, a pesar de su linaje y experiencia militar aún no había sido investido caballero antes de la Batalla de Nájera, enmarcada dentro de la guerra civil frente a su hermanastro Enrique de Trastámara. Será Eduardo de Woodstock “El Principe Negro”, quien había llegado al frente de sus tropas mercenarias a luchar bajo la bandera de Pedro I, quien celebre su ceremonia de acceso a la caballería.

Para consolidar la Orden Alfonso XI fue siguiendo una serie de etapas:

1.    Restablecimiento de la ceremonia de investidura.
2.    Celebración de Torneos en Valladolid y Burgos.
3.    Obtención en 1340 de los privilegios de Cruzada para la Campaña de Tarifa.

En 1345 la renovación en la caballería de linaje propiciada por estas reformas era más que notable. Pertenecer a la Orden de la Banda era la mayor de las distinciones del Reino, la cual, se mantendrá hasta Carlos I, período en que el Toisón de Oro alcance su preeminencia frente a otras  distinciones caballerescas.

Uno de los períodos más convulsos de Castilla en el que se verá envuelta la Orden de la Banda y sus caballeros fue el conflicto fratricida entre Pedro I, hijo legítimo de Alfonso XI, y su hermanastro bastardo Enrique II de Trastámara.

Pedro I intentará hacerse con el control de la Orden desde el primer momento, pero la política del nuevo rey orientada a una concepción económica basada en la ciudad, el comercio y la burguesía,  le enfrentaba directamente al bando de la alta nobleza terrateniente, la cual se decantará por Enrique de Trastámara. En la Batalla de Nájera (1367) el pendón de la Banda lucía en la vanguardia del ejército Trastámara. Entre los representantes de la Banda se encontraban los hombres más importantes de Castilla: Pedro López de Ayala como alférez de la Orden, el cual tuvo un papel esencial, no sólo como  cronista, sino como señala Julio Vadeón como propagandista de la legitimidad de la nueva dinastía. También encontramos a Don Tello, conde de Vizcaya o miembros de la más ilustre nobleza como los Hurtado, Mendoza, de la Vega, Haro...

La victoria en Nájera fue para las tropas petristas y según algunas fuentes fue en este momento cuando Pedro I colocó el escudo de la Banda de Castilla en los alcázares de Sevilla y Carmona. La encarnizada batalla ente los dos hijos de Alfonso XI repercutió también en las variaciones cromáticas  del escudo de la Orden, síntoma de esta disputa. Pedro I mantendría la banda negra sobre el blanco original, mientras que Enrique II adoptó el rojo y dorado usado por Alfonso XI en la Campaña del Estrecho, colores que también usaba la dinastía nazarí.


Escudo Orden de la Banda de Castilla

No se debe pasar por alto la relación entre el escudo usado por los miembros de esta Orden y los encontrados en las paredes de la Sala de los Reyes o de la Justicia en la Alhambra de Granada y en la Torre de Abū al-Haŷŷaŷ o del Peinador de la Reina. Las únicas diferencias entre ambos escudos son la desaparición de los dragantes de los extremos y la incorporación por parte nazarí de su célebre lema ‫الله ‫إل ‫غالب ‫ل (Sólo Alá es vencedor) en la banda.


Escudo nazarí encontrado en la Alhambra 

A medida que avance la dinastía Trastámara, la Orden de la Banda irá perdiendo sus connotaciones caballerescas, quedando relegada a una distinción que si bien por su antigüedad será más prestigiosa que otras de nueva fundación, estará completamente alejada de sus ideales iniciales.



Bibliografía


CONCEPCIÓN QUINTANILLA, M.  Nobleza y caballería en la Edad Media. Madrid: Arco Libros, 1996.

GARCÍA DÍAZ, I.  La Orden de la Banda. Roma: Archivum Historicum Societatis Iesu, 1991.

PAVÓN MALDONADO, B. Arte, símbolo y emblemas en la España musulmana. Al-qantara: Revista de estudios árabes, Vol. 6, Fasc. 1-2 (1985), 420-422.

DE AYALA MARTÍNEAZ, C. Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos XII-XV). España: Marcial Pons, 2007.

Imágenes

Escudo Orden de la Banda de Castilla:

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/0/08/Badge_of_the_Royal_Bend_of_Castile.svg/780px-Badge_of_the_Royal_Bend_of_Castile.svg.png


Escudo de la Banda del Reino Nazarí:

http://www.redjaen.es/francis/?m=c&o=24585&letra=&ord=&id=66718


Sobre el autor:

Iván García Casado

Graduado en Geografía e Historia por la UNED, promoción 2016. Su interés por la Historia Medieval y en especial la vinculada a Castilla bajo el reinado de la dinastía Trastámara, le lleva a realizar el Trabajo Fin de Grado titulado: “La Nobleza en el Reinado de Enrique II de Castilla”. En la actualidad sus investigaciones siguen centrando el foco en los siglos XIV - XV, especialmente en Catalina de Lancáster figura sobre quien prepara en estos momentos su próximo proyecto.


martes, 4 de octubre de 2016

Filipinas: la joya de la Corona hispánica



Filipinas fue una colonia de Nueva España que se fundó a finales del siglo XVI, en un territorio hostil donde las  condiciones climáticas y naturales no eran demasiado idóneas para la vida.  ¿Qué posibilidades vio la Corona y el Virreinato en estas islas? ¿Cuál era la situación colonial? ¿A qué peligros se enfrentaban los colonos? ¿Era viable su manutención o se trataba de una colonia deficiente?,  todas estas cuestiones tendrán respuesta en el presente estudio.

En primera instancia, cabría decir que el establecimiento de colonias españolas en este archipiélago respondió a la necesidad tanto del Virreinato de Nueva España como de la Corona de crear un enclave estratégico en Oriente con diversos fines: en primer lugar, se pretendía la construcción de bases comerciales que dieran cabida a la Monarquía Hispánica en el mercado de la especiería, hasta entonces monopolizado por los portugueses.  En segundo lugar, la creación de puntos defensivos o bases militares que protegiesen la costa pacífica de América. Y por último, se buscó la gestación de una plataforma religiosa para extender el cristianismo al continente asiático por la proximidad de estas islas al mismo.

A pesar de estas razones de peso, no se consideró viable crear una colonia en el pacífico hasta entrado el año 1565. Cuando Legazpi y Andrés de Urdaneta lograron trazar un derrotero de ida y de vuelta, conectando así las islas del Océano Pacífico y Nueva España como podemos observar en las siguientes rutas de navegación: 



Años más tarde y con unas pequeñas modificaciones, estos derroteros fueron empleados para la Carrera del Pacífico o más comúnmente conocida por el Galeón de Manila-Acapulco. Esta línea comercial  proporcionaba grandes ganancias económicas que según Gemeli Carei (un viajero de Nápoles que navegó de Manila a Acapulco) variaban entre el 150 y el 200% para los mercaderes y el 9% para los agentes. Además de considerarse una de las rutas comerciales más importantes de la Monarquía, también constituyó una importante red de tránsito de personas e ideas a nivel global que perduraría por más de tres siglos (1566-1815).


Respecto a la situación colonial, podemos exponer que el archipiélago filipino se trataba de una comunidad exótica donde convivían multitud de etnias (filipinos, chinos, japoneses, españoles americanos, indígenas americanos, negros, europeos no españoles, etc).La presencia española se encontraba en inferioridad numérica en el archipiélago. Situación que dio lugar a diversos alzamientos poblacionales como es el caso del levantamiento de los sangleyes de 1603 (una comunidad de chinos comerciantes asentados en Manila mayormente), en el que los españoles contaban con unas 8.000 personas frente a 20.000 del bando contrario, inferioridad que se suplió con la superioridad armamentística y el apoyo de los japones, indios pampamgos y los refuerzos venidos de Nueva España.

Además de ser minoría en la isla, gran parte la de población  estaba constituida por hombres y se empleaban a modo de funcionarios civiles, encargados de gobierno y la administración, soldados, encomenderos, comerciantes prósperos y eclesiásticos abundantes. Con estos datos constatamos que filipinas dependía tanto de los comerciantes asiáticos como de las comunidades indígenas locales para sustentarse de alimentos, materiales de construcción y otros subproductos de las actividades primarias. 

Por otro lado, el hecho de prosperar como comunidad era complicado; ya que el número de familias que venían a la isla era escaso, al igual que el de mujeres solteras y en disposición de crearlas, puesto que muchas de ellas eran religiosas.

A la suma de estas dificultades, se añadió la gran cantidad de amenazas naturales que hicieron de Filipinas un lugar poco deseable para los pobladores europeos debiendo destacarse: la alta persistencia de terremotos, huracanes, incendios, aguaceros, etc., que azotaban continuamente a las estructuras coloniales, destrozaban cosechas, mermaban los recursos y ocasionaban víctimas mortales. Condiciones que no limitaban los repoblamientos solo por falta de candidatos ante este contexto hostil, sino que también en muchas ocasiones derivaban en solicitudes al gobernador para abandonar la propia isla.

Otros factores que incomodaban a la comunidad española eran: la adaptación forzada a una dieta desconocida  (ya que cultivos europeos como el trigo no prosperaban en estas tierras), y la escasez de médicos, boticarios  y medicinas que hacían que enfermar o herirse fuera un peligro mortal ante la usencia de estos propios medios.

A todo ello hubo que añadir las amenazas externas, haciendo especial hincapié en la piratería (alto protagonismo del capitán neerlandés Oliver Noort) y en los ataques  protagonizados por chinos, ingleses y holandeses. Además esta región fue uno de los focos  del conflicto luso-holandés por las Molucas y el control del monopolio de la especiería como asunto bélico culmen.

Atendiendo a todo lo anterior e intentado responder a la cuestión inicial de si esta colonia se trataba de un asentamiento deficiente, podemos llegar a la conclusión de que desde el punto de vista poblacional sí lo era; ya que dependía en gran medida de continuas repoblaciones desde Nueva España ante las elevadas bajas por conflictos bélicos, enfermedades, catástrofes naturales, escasa tasa de reposición poblacional, etc. Por otro lado, en cuanto a nivel de autosuficiencia de los recursos también lo era, ya que la población indígena y los propios sangleyes constituían la base del sistema productivo. No obstante, desde el punto de vista comercial era lo más parecido al “sueño del Dorado Americano”, es decir, una forma rápida de enriquecerse con la salvedad de que no era el oro la fuente de riqueza, sino el enorme abanico de oportunidades comerciales que se abría al intercambio de productos con Oriente y que procuraba grandes beneficios.

Finalmente  desde la perspectiva de la Iglesia, el Virreinato y  la Monarquía fundamentaba una empresa a mantener a toda costa, debido a que las razones cualitativas antepuestas primaban sobre cualquier cuantía o costo físico y más aún si el prestigio, la posición monopolística o la integridad de la Corona y sus posesiones se veían amenazadas.

Bibliografía:

Álvarez, L. “Los sangleyes y los problemas de la diversidad cultural en una colonia imperial (Filipinas, s. XVI-XVII). Actas de la XI reunión científica de la fundación española de historia moderna, editado por Antonio Jiménez y Julian J.Lozano, 915. Granada: Universidad de Granada, 2012.

Díaz-Trechuelo, L. Filipinas la gran desconocida (1565-1898). Pamplona: Universidad de Navarra, 2001, 120-123.

García-Abásolo, A. “Formación de las Indias Orientales españolas. Filipinas en el siglo XVI, en Historia General de Filipinas, editado por Leoncio Cabrero, 171-205. Madrid: AECI, 2000.  

 Gomá, D. “Control, espacio urbano e identidad en la Filipinas colonial española: el caso de intramuros, Manila (Siglos XVI-XVII)”. Scripta Nova: Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, 418 (2012): 2.

Ollé, M. “La invención de China. Percepciones y estrategias filipinas respecto a China durante el siglo XVI”. International journal of maritime history,14 (2002): 77-82.

Imágenes:

Mapas de los derroteros extraídos de: García-Abásolo, A. “Formación de las Indias Orientales españolas. Filipinas en el siglo XVI, en Historia General de Filipinas, editado por Leoncio Cabrero, 174-175. Madrid: AECI, 2000.

Mapa de las Islas Filipinas extraído de : Castillo Oreja, M. Á. y Gordo, Peláez. Filipinas, Puerta de Oriente: de Legazpi a Malaspina. Madrid: Sociedad estatal de Conmemoraciones Culturales, 2004, 186-187. 

Fuentes de archivo:

Archivo General de Indias, Audiencia de Filipinas; 74.

AGI, Filipinas, 27, N.198.


Francisco José Gómez García

Graduado en Geografía e Historia por la Universidad Pablo de Olavide, promoción 2012-2016. Periodo en el que desarrolló su interés en la violencia, redes de comercio y nodos de comunicación de la Monarquía Hispánica en Oriente durante la Edad Moderna. Su Trabajo Fin de grado, titulado “La masacre de los sangleyes en el contexto de la imprenta sevillana”, estuvo estrechamente relacionado con estos asuntos. Además, muestra interés por la historia militar, las catástrofes naturales en la historia y la archivística. Actualmente, está matriculado en el Máster en Historia y Humanidades Digitales, organizado por la Universidad Pablo de Olavide.