“¿Y a mí qué me importa Franco?” Cuéntame cómo pasó.
La Guerra Civil y la larga dictadura franquista son los hitos más
traumáticos de nuestra historia contemporánea, y este trauma se refleja, como
no podía ser menos, en el séptimo arte, siendo estos hitos históricos temas
estrella dentro del cine español, tanto es así que en buena parte de la
mentalidad popular estas representaciones retrospectivas han pasado a ser
consideradas como clichés dentro de nuestro cine.
El presente artículo quiere servir de reflexión sobre los cambios
que se han ido fraguando en los últimos años en cuanto al tratamiento de la
Guerra Civil y el franquismo en el cine y las series de televisión. Esta
reflexión parte en gran medida de la crítica a la teoría del historiador
Vicente Sánchez-Biosca, que afirma que la corriente que consiguió imponerse como canónica en cuanto a la
representación de estos temas en la pantalla, ha ido perdiendo fuerza ante una
nueva tendencia que considera bastante inapropiada. Según el citado autor, la
tradición clásica que se solidificó durante la Transición, la centrada en
retratar con un lenguaje muy dramático la desolación de la Guerra Civil y los
años más duros del franquismo, ha ido siendo desplazada por una tendencia
distinta, centrada en una década que había carecido de interés para el cine, la
de los 60. En opinión de Sánchez-Biosca, la nueva tendencia, interesada en la
época aperturista del régimen, se desprendería, pues, del elemento sórdido y
tremebundo, mirando de una forma más amable, creando, en definitiva, una
atmósfera mucho más rosa que
intentaría llamar a la nostalgia. Además, causa especial alarma en el
historiador la toma de protagonismo en estas nuevas ficciones de las referencias
a la cultura pop y massmediática como
elementos historizadores frente a la pérdida de importancia del contexto
político. Este artículo es, en la medida de lo posible, una respuesta a eso, ya
que defiendo que estos nuevos enfoques no tienen que estar necesariamente faltos
de elemento crítico, además de estar convencido de que el uso de la cultura pop como referente histórico no implica
necesariamente una visión falseada y edulcorada de la historia.
Para Sánchez-Biosca, el ejemplo más obvio de la consagración de la
nueva tendencia puede verse en el éxito de la serie Cuéntame cómo pasó, que empezó en 2002 y que continúa hasta
nuestros días, contando de momento con el considerable número de 18 temporadas.
Esta serie se centra en la vida de los Alcántara, una familia de clase media de
su época. Es decir, que la serie tiene la aspiración de hacer pasar a sus
protagonistas por la típica familia
española de estos años, y como bien apunta Sánchez-Biosca, esa
característica es la que puede hacer entrañables a los Alcántara a los ojos del
telespectador. Se crea, pues, un vínculo con el seguidor de la serie, que
querrá verse reflejado en esta familia anónima, y dicho vínculo será
especialmente emotivo con el espectador de alrededor de cuarenta y cincuenta
años, pues es el niño de los Alcántara, Carlos, el que desde la supuesta
actualidad hace de narrador de la historia de su familia, centrándose por ello
el relato en la perspectiva de quien era un niño en esos años.
Protagonistas de la serie Cuéntame en la primera temporada
El peligro que advierte Sánchez-Biosca con respecto al éxito de
este tipo de ficciones es que crean una memoria falseada y kitsch de la historia, en la que prima el contenido emocional y
nostálgico, y en la que toma un protagonismo inusitado el elemento pop en
detrimento del contexto histórico, que queda desdibujado y subyugado a la
cultura massmediática. Según sus
palabras, se trata de un nuevo tipo de representación histórica “que se asienta
no sobre los hitos políticos, sociales o ideológicos, sino sobre los fenómenos
reflejados por los mayoritarios medios de comunicación y que revela una noción
de contemporaneidad y carencia de historicidad respecto al pasado”. Se corre,
según él, el riesgo de una relectura histórica del franquismo en la conciencia
popular, creándose una nueva visión colectiva “despolitizada” y “desdramatizada”
de la dictadura. Las afirmaciones tan alarmadas de este historiador merecen,
según mi criterio, cierta revisión.
En relación a esto, Sánchez-Biosca afirma que no es la serie Cuéntame la inventora de esta tendencia popera de la historia, sino que
significa la consumación en el espacio televisivo de algo que se venía
fraguando en el cine, concretamente en el género de la comedia. Como ejemplo de
esto, el autor expone dos películas muy distintas entre sí, a saber, El amor
perjudica seriamente la salud (Manuel Gómez Pereira, 1997), que podría
definirse como una comedia romántica de corte sofisticado, y Muertos de risa (Álex de la Iglesia,
1999), una comedia negra con vocación esperpéntica e iconoclasta. Sin embargo,
según el autor, estas comedias de tan distinto tipo tienen en común el
desplazamiento del contexto histórico-político en favor del elemento pop y massmediático,
que desdibuja el relato histórico dándole una falsa apariencia de
contemporaneidad.
En la primera de las películas sí que notamos una ausencia
absoluta de referencias al contexto político de la época, siendo los únicos
elementos contextualizadores las trucadas portadas del ¡Hola!, los anuncios televisivos, y otras plataformas mediáticas de
exposición de la admirada high society.
Por el contrario, en la película de Álex de la Iglesia sí que son existentes
las alusiones al contexto histórico-político, aunque con una peculiaridad que
las hace dudosas: todo está pasado por el filtro de la televisión. Esta
centralización referencial, por la que la televisión se convierte en el exclusivo
instrumento de historización, crearía según Sánchez-Biosca una visión falseada
y contemporaneizadora de la historia, algo contrario, según él, a la
reconstrucción del pasado.
Pero el uso de la cultura pop
como referente histórico no implica necesariamente una visión falseada y suavizada
de la historia, y podemos encontrar ejemplos que lo demuestran. Puede
compararse a este respecto a Cuéntame
con una serie extranjera de referencia ambientada también en los sesenta, Mad Men. Esta serie estadounidense
muestra un evidente cariz crítico con esa sociedad americana de los sixties a la vez que usa estos elementos
de la cultura pop de masas como
referentes historizadores, siendo ejemplo de que este uso no implica
necesariamente una visión rosa de la
historia.
Centrándonos de nuevo en Cuéntame,
más allá del protagonismo de los elementos de la cultura pop, es incuestionable
que esta serie sí que usa tono nostálgico, sin embargo, tampoco se puede
afirmar que esté totalmente esterilizada de todo componente político, pudiendo
encontrar ciertas evidencias de crítica a la dictadura y a la sociedad que
regentaba: el miedo a hablar de política en el bar, la militancia comunista del
hijo mayor de los Alcántara, un jefe franquista que obliga a los empleados a
hacer un donativo a la Iglesia, la constante presencia controladora de esta
institución, o el vacío social que los vecinos hacen a una madre soltera,
pueden considerarse, de algún modo, como elementos de cierta crítica. También
puede ser tomado como crítica el reflejo de las aspiraciones de la familia
media española de la época que pasan por cosas como una televisión, un seiscientos, una lavadora, o,
simplemente, ir a la playa. Dichas ambiciones, que pueden parecer ridículas e
incluso cutres a ojos del telespectador, dejan constancia del atraso comparativo
del país. Estas aspiraciones, de hecho, también recuerdan a las de los
habitantes de Villar del Río, el pueblo en el que transcurre ¡Bienvenido, Mr. Marshall! (Luis García
Berlanga, 1953), así como a las de los improvisados delincuentes de Atraco a las tres (José María Forqué,
1962), y hoy pocos serán los que duden de la carga crítica de esas películas.
Cartel de la película Bienvenido Mister Marshall
Además de esto, puede afirmarse que la relación de la cultura pop
con la Guerra Civil y la dictadura no se limita sólo a la intrusión de aquélla en las representaciones cinematográficas de
éstas, sino que también desde hace tiempo empezaron a representarse estos
traumáticos periodos históricos dentro de los cánones de géneros fílmicos
pertenecientes a la cultura popular, como lo son el terrorífico y el fantástico.
El alejamiento formal que supone la inmersión en estos géneros con respecto a
la corriente más tradicional de representación de la guerra y la dictadura, no
supone ni mucho menos la frivolización del relato histórico, sino que los
elementos de género son usados de forma metafórica para simbolizar el terror y
la monstruosidad inherentes a este negro periodo.
Pese a no pertenecer propiamente al género, El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973) puede considerarse
pionera en esta identificación del terror de celuloide con el de un episodio
real. En esta película, efectivamente, el horror real de la guerra queda
representado a través de un monstruo de ficción: la criatura de Frankenstein,
que tanto impresiona a la niña protagonista del filme tras ver la clásica adaptación
cinematográfica de la novela de Mary Shelley (James Whale en 1931). Por su
parte, el dúo de películas de Guillermo del Toro formado por El espinazo del diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006) sí que
supuso una inmersión propiamente dicha del tema de la Guerra Civil y la
dictadura en los géneros de terror y fantástico, jugando el director en ambas
películas a identificar la monstruosidad producto de la fantasía y la
monstruosidad real de la que son capaces los seres humanos. Así, las palabras de Guillermo del Toro son toda una declaración de
intenciones: “the only real monsters are human, and the only thing you have to
be afraid of is people, not creatures, not ghosts”.
Escena de El espíritu de la colmena
Si aparte de todo lo visto hasta aquí añadimos que la antigua
corriente cinematográfica, más dramática y centrada en las épocas más oscuras,
no sólo no ha desaparecido sino que incluso vivió hace unos años una renovación
y revitalización, en el contexto de los debates de la reparación de la Memoria
Histórica, no se entiende el alarmismo del historiador Sánchez-Biosca.
En definitiva, con este artículo intento mostrar cómo la nueva
atención a los sesenta y el protagonismo del elemento pop, no implican
necesariamente la imposición de una mirada afable o condescendiente al
franquismo. Es más, el uso de estos nuevos elementos, incluyéndose la propia
inmersión en géneros populares como el del terror y el fantástico, pueden servir incluso para hacer crítica
desde nuevos ángulos, presentando unos nuevos y muy interesantes horizontes a
la hora de representar la Guerra Civil y el franquismo en la pequeña y en la
gran pantalla.
Bibliografía
Sánchez-Biosca, V. (2006). La
memoria impuesta: el consumo reciente de imágenes del franquismo. En V.
Sánchez-Biosca, Cine de historia, cine de
memoria: la representación y sus límites (p. 65-84). Madrid: Cátedra.
Kermode,
M: “Guillermo del Toro” Guardian, 21
November 2006. Interview. Disponible en:
<http://www.guardian.co.uk/film/2006/nov/21/guardianinterviewsatbfisouthbank?INTCMP=SRCH>
Sobre el autor:
Moisés Hidalgo García
Fundador de la Start-Up La Odisea de la Historia. Licenciado en Humanidades en la Universidad Pablo de Olavide, especializado en gestión y técnicas informáticas para Archivos, bibliotecas y bases de datos. Realizó además el Máster Historia de Europa, el Mundo Mediterráneo y su difusión atlántica: Métodos, Teorías y Nuevas Líneas de Investigación (1492-2000) de la Universidad Pablo de Olavide, y actualmente realiza su doctorado en la misma universidad en la que investiga sobre los procesos de democratización en el mundo rural.
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