"La
finalidad primera del proceso inquisitorial y de la condena a muerte no es
salvar el alma del acusado, sino procurar el bien público y aterrorizar al pueblo"
Francisco
Peña, tratadista del derecho penal inquisitivo, s. XVI
Escudo de la Inquisición Española
La idea generalizada de
que la Inquisición fue una creación de los Reyes Católicos es errónea. El
primer tribunal fue creado en Francia para combatir la herejía albigense (una
de las más conocidas de la Edad Media, originada en el siglo XII, que tuvo su
foco central en Occitania, más concretamente en la ciudad de Albi, de ahí su
nombre). En el siglo XIII, el papa Gregorio IX creó la Inquisición Pontificia
(que dependía completamente del papa), que se estableció en varios reinos
cristianos europeos durante la Edad Media. A mediados del siglo XV, esta
institución se encontraba prácticamente desaparecida.
Numerosos conversos
habitaban en el territorio de los Reyes Católicos, convertidos por las
constantes represiones a las que estaban sometidos. Los monarcas tenían la
intención de convertir su reino en algo totalmente homogéneo, ya que veían todo
atisbo de diversidad religiosa como un futuro problema de conflictividad
social, algo que podría alterar el “orden”. Sin embargo, era algo bastante
frecuente encontrar a conversos que, en secreto, seguían practicando su fe
original (llamados judaizantes, moriscos o marranos, pues marraban la fe).
Para reprimir estos
hechos, el Papa Sixto IV emitió en 1478 una bula (Exigit sincerae devotionis affectus) por la que se permite nombrar
inquisidores en los territorios de la Monarquía, aunque esto no se lleva a cabo
hasta 1480, fecha en la que nace oficialmente la Inquisición Española.
Tomás de Torquemada fue
el primer Inquisidor General. A él se deben las primeras normas basadas en la
Inquisición Medieval (Episcopal). Sin embargo, el Tribunal tuvo que adaptarse y
tomar medidas diferentes a lo largo de su existencia. Para estos ajustes se
realizaban las Acordadas, gracias a las cuales podemos observar los cambios que
tuvo la institución a lo largo de los siglos.
Tomás de Torquemada
Viendo la enorme cantidad
de condenas que se ejecutaron en los primeros años, Sixto IV decide cancelar la
bula, dejando el poder únicamente a los obispos. Sin embargo, Isabel y Fernando
no parecen estar de acuerdo, por lo que, tras una serie de negociaciones, la
enorme influencia de los Reyes hace que el pontífice se someta finalmente a su
voluntad y todo quede como al principio. Por esto, la Inquisición, que parecía
ser una institución, en principio, a cargo del Papa (y así era formalmente),
queda totalmente bajo dominio de los Reyes Católicos, quienes son los
encargados de nombrar la formación corporativa de los tribunales (incluyendo la
designación del Inquisidor General) y los utilizarán como uno de los
instrumentos políticos más eficaces.
El vínculo del Consejo de
Castilla con el Consejo Supremo de la Inquisición (que se encargaba, entre
otras cosas, de la supervisión de los tribunales provinciales y de las causas
más graves de condena) era orgánico, pues dos miembros del de Castilla asistían
a sesiones del Consejo Supremo de la Inquisición. Es decir, los Reyes Católicos
conocían desde dentro el funcionamiento del sistema y sus consejeros conocían
personalmente a los inquisidores de provincias. Además, algunos de los miembros
de la Suprema a lo largo de la vida de la institución inquisitoria llegaron a
formar parte del Consejo de Castilla, lo cual revela su profunda relación.
Los objetivos principales
de la Inquisición se pueden resumir en tres preceptos: la defensa de la fe
católica, la eliminación de las desviaciones heterodoxas y el combate contra la
herejía. A la llegada de Carlos V, los conversos ya no eran un problema de
relevancia (los judíos fueron expulsados u obligados a la conversión en 1492 y
los musulmanes en 1502) y los tribunales pasaron a ser una herramienta
indispensable para luchar contra los brotes de protestantismo en los
territorios de la Monarquía Hispánica. Herejes fueron considerados, además de
los protestantes, las brujas, los bígamos, los sacerdotes homosexuales y los
blasfemos.
El método de captura de
personas que cometían cualquiera de estas anteriores “fechorías” se llevaba a
cabo mediante denuncias anónimas. En las acusaciones también colaboraban los
llamados “familiares” de la Inquisición, que formaban algo parecido a una red de
espionaje anónima que informaba al tribunal de todo lo que pudiera interesarle
(sus miembros no solo poseían certificados de limpieza de sangre, algo
fundamental en la época con respecto al prestigio social y a la hora de llevar
a cabo ciertas funciones, sino que tenían claros privilegios, como la opción de
portar armas). Una vez retenido el sujeto, que tenía derecho a tener un abogado
y a un juicio, se le interrogaba en varias ocasiones (incluyendo métodos de
tortura) antes de recibir su veredicto final.
Cuando la sentencia era
condenatoria, el implicado debía de participar en una ceremonia llamada Auto de
Fe, que solemnizaba su retorno al seno de la Iglesia y su castigo como hereje.
En principio, estas ceremonias no suscitaban demasiado interés, pero con el
tiempo, fueron convirtiéndose en una especie de espectáculos multitudinarios de
ambiente festivo. Solían celebrarse en las plazas mayores de las ciudades.
Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid, Francisco Rizi
Un aspecto importante de
la institución a tener en cuenta es su auto financiación, a base de la
confiscación de bienes, por lo que a más condenas impuestas, más fuerte y rica
se hacía la Inquisición. Las familias de los condenados, no solo tenían que
perder todas las posesiones de éste, sino que quedaba “manchada” de forma
perpetua.
La Inquisición fue, bajo
la premisa de la limpieza del alma y la vuelta al camino correcto, un
instrumento político, una forma de vigilancia de modo de policía del estado y,
en resumen, uno de los pilares de la Monarquía Hispánica en todos sus
territorios.
BIBLIOGRAFÍA
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