El análisis de las manifestaciones artísticas en Japón nos
conduce necesariamente a la técnica del grabado ukiyo-e, un género especialmente significativo para el estudio de
la sociedad y la cultura japonesa tanto por su temática de carácter social como
por su relevancia a nivel artístico. Es un género característico de las
ciudades del periodo Edo de la historia japonesa (1615-1868), periodo que toma
su nombre de la antigua ciudad de Edo, que modificó su nombre por el de Tokyo
tras un incendio que devastó casi la totalidad de la urbe.
La palabra ukiyo-e
está compuesta por tres kanjis que le
otorgan la significación de “pintura del mundo flotante”: uki (flotante), yo
(mundo), e (pintura). Es un término
que hace referencia al conjunto de grabados xilográficos producidos en Japón
desde el siglo XVII al siglo XX, con gran amplitud temática que abarca desde
escenas teatrales hasta representaciones de cortesanas y que responde a los
gustos de la cultura visual de las nuevas clases urbanas dominantes en Edo. Sin
embargo, ukiyo (mundo flotante),
palabra con la que se designará a la nueva cultura desarrollada por los
habitantes de Edo, es un término originario del Budismo que ha sido utilizado
con carácter peyorativo para hacer referencia al mundo efímero e ilusorio al
que es necesario trascender para alcanzar el verdadero conocimiento.
Si bien es cierto que conocemos este género por la
importancia de su producción y distribución en láminas, su surgimiento se debe
al desarrollo de la industria gráfica japonesa y a la exaltación de los valores
estéticos del periodo Heian (794-1185), considerados como los valores clásicos,
que fueron retomados durante el periodo Edo y difundidos entre todas las clases
sociales gracias a la reedición de clásicos literarios. El ukiyo-e es, entonces, consecuencia del desarrollo de los libros
ilustrados. Esto es así de tal modo
que los artistas de ukiyo-e apenas
gozaban de reconocimiento social, y los más valorados eran aquellos con mayor
número de trabajos editoriales (Utagawa Kunisada, por ejemplo). La
lectura fue la actividad de ocio más concurrida entre los habitantes de Edo, de
todas las edades y sexos. El incremento en los niveles de alfabetización y en
la demanda de libros generó que en un periodo de un siglo se publicaran más de
10.000 obras, de las cuales gran cantidad fueron clásicos literarios ilustrados
con ukiyo-e.
La introducción del color en el grabado (nishiki-e) supuso una importante
modernización de la técnica y la temática. Cuando se incorpora el color en la
estampa se orienta la producción del ukiyo-e
hacia tres grandes géneros: bijin-ga
(mujeres hermosas), yakusha-e
(escenas del teatro kabuki) y el mitate-e
o parodia.
Ejemplo de bijin-ga. Kitawaga Utamaro.
Ejemplo de yakusha-e. Kunimasa
IV (Kunisada III).
Ejemplo de Mitate- e. Utagawa Kunisada.
El shogunato Tokugawa
había establecido su cuartel
general en Edo en 1603, decisión que tuvo un enorme impacto sobre el panorama
artístico de Japón. Los Tokugawa son especialmente conocidos por llevar la paz
a un Japón que había estado sumido en numerosas guerras durante la antigua era
Sengoku (1467-1615), así como por sumir a la nación japonesa en un periodo de
reclusión nacional, iniciado en 1630 y finalizado en 1868 con la restauración
del gobierno imperial. La apertura de Japón hacia el mundo a nivel comercial y
de intercambio cultural promovió que en Europa se diese el fenómeno conocido
como Japonismo, esto es, la inquietud y gusto por la cultura japonesa y su
importación al ámbito europeo. El fenómeno del Japonismo europeo es
coetáneo al de la occidentalización de Japón. La apertura del comercio implicó
el tráfico de técnicas y estilos en ambas direcciones, de modo que, mientras en
Europa se estaba iniciando el coleccionismo de estampas japonesas por parte de
marchantes y artistas, en Japón la técnica del ukiyo-e perdió protagonismo en pro de la experimentación con
técnicas pictóricas traídas desde Occidente.
El arte japonés, entonces, reaccionó ante la estética occidental creando
la tendencia artística conocida como Namban,
en la cual se entremezclan elementos típicamente japoneses con temas
occidentales.
En
el campo pictórico, el Japonismo decimonónico toma como objeto de enfoque las
propiedades estilísticas de la plástica japonesa, utilizadas como referencia
frente al arte academicista. París se había convertido en la capital del arte y
los artistas de la bohemia estaban redescubriendo y reinventando la manera de
producción artística. El Impresionismo y
el Post- Impresionismo sacaron al artista del estudio, generando una plástica y
una temática muy particulares que suponían una auténtica renovación del arte.
En esta renovación aparece el exotismo japonés, recién descubierto, cuyas
estampas de ukiyo-e comienzan a
cautivar a los artistas afincados en París: los trazos reducidos a lo esencial
pero siempre expresivos y estilísticos, los formatos verticales, las
perspectivas flotantes y asimétricas y la concepción espacial se incorporan,
directa o indirectamente, en la obra de muchos de los artistas más
representativos del momento. La capital francesa se había consagrado como
ciudad hegemónica de las artes y lugar de nacimiento de las nuevas estéticas y
movimientos como el simbolismo, el decadentismo o el modernismo. En un ambiente
en el que las artes visuales y la literatura son protagonistas del clima
bohemio , en el que lo novedoso y lo exótico cobra cada vez más auge, se
introducen las estampas japonesas de los maestros de ukiyo-e del periodo Edo. Las obras de Hokusai, Hiroshige,
Kuniyoshi, Kunisada, Eisen, Utamaro o Moronobu comienzan a incluirse en las
colecciones de artistas como Van Gogh, Toulouse- Lautrec y Degas, de escritores
como Emile Zola y los hermanos Stein (Leo y Gertrude) y de marchantes que
acabaron incluso especializándose en ellas, como es el caso de Siegfried Bing y
Hayashi Tadamasa. Edmond de Goncourt será uno de los grandes difusores,
defensores y entusiastas del arte japonés, especialmente fascinado por las
estampas eróticas (shunga) y
concretamente por Hokusai, de cuyas figuras decían que “debían su seducción la furia de sus cópulas, como encolerizadas, a las
volteretas de sus apareamientos destrozando los biombos del cuarto, al
entrelazamiento de los cuerpos inextricablemente fundidos; al gozoso
nerviosismo de los brazos, ansiando y repeliendo el coito (…) [Edmond de
Goncourt, Hokusai. París, Charpentier
et Fasquelle, 1896, p.125].
En lo que se ha
denominado historiográficamente como Postimpresionismo, el Japonismo juega un
papel ya mucho más latente e innovador, de la mano de las figuras de Paul
Gauguin, Vincent van Gogh y Toulouse- Lautrec. Si bien estos artistas también
adquirieron grandes e importantes colecciones de estampas, su obra dejará
entrever una influencia mucho más explícita y directa que en el caso de los
artistas de los que venimos hablando. Parafraseando una charla de Picasso con André
Malraux, “Van Gogh dijo: ‘todos teníamos un rasgo en común: el arte
japonés’”. Y es cierto que el caso de
Van Gogh es especialmente significativo, no sólo por haber adquirido una gran
colección de estampas, sino también por reproducir e imitar algunas de ellas en
óleo, como El Puente bajo la lluvia
de Utagawa Hiroshige, perteneciente a la serie “Cien famosas vistas de Edo”,
realizada en la década de 1850.
A la izquierda, el grabado original
de Hiroshige. A la derecha, la copia al óleo realizada por Van Gogh en 1887.
Pablo Picasso.
Sadayakko. 1900-1901, Colección particular.
Encontramos,
en definitiva, un género con una importancia artística y cultural que
trasciende los límites de sus propias fronteras precisamente por la sencilla
singularidad de sus formas, que llevan plasmada en cada trazo la complejidad
filosófica, poética y contemporánea de la sociedad japonesa y que tiene como
resultado una estética basada en el trazo limpio, seguro, eficaz y continuo;
algo completamente novedoso para Occidente.
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WEBGRAFÍA
SOBRE LA AUTORA
Cristina Busto
Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, promoción 2012 - 2016, con un Trabajo Fin de Grado dedicado a la presencia del grabado ukiyo-e en el arte occidental de los siglos XIX y XX. Actualmente investiga aspectos del arte contemporáneo, centrándose especialmente en el Dadaísmo y su repercusión; y sobre las relaciones entre la literatura y la plástica.
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